Siendo de por sí la lucha de cada uno de nosotros los pensionados muy importante para que se haga realidad en corto tiempo los CUATRO EJES FUNDAMENTALES DE LA REFORMA PENSIONAL planteados por la redvirtualpensionad@ sdecolombia en el escrito del mes de Octubre/2012, considero, inclusive, mucho más importante, luchar por dejar una colombia más justa social y laboralmente a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros sobrinos, a la juventud Colombiana trabajadora del futuro. ES NECESARIO LUCHAR CON TODA EL ALMA contra estas formas tan "BELLACAS· y "TAN DESCARADAS" de ROBAR AL TRABAJADOR COLOMBIANO por parte de estas MULTINACIONALES, y lo peor con la ANUENCIA de LOS PODERES EJECUTIVO, LEGISLATIVO, JUDICIAL y los ENTES DE CONTROL.
Existieron hasta hace pocos años EMPRESAS DEL ESTADO, ORGULLO DE LOS COLOMBIANOS, pero que ha sido Liquidadas o regalada a las MULTINACIONALES, por expresidentes y funcionarios del Gobierno COLOMBIANO de turno, que más que COLOMBIANOS parecieran EXTRANJEROS.
Hoy día, en cada casa donde hay un pensionado de esas EMPRESAS ESTATALES LIQUIDADAS, este apoya con su pensión a la familia, nietos, hijos y sobrinos sin trabajo o de condiciones laborales "vergonzantes" como las del Corretaje.
Da rabia y duele en el alma.
Alejandro López Ortiz
Presidente CNPRVT95
El “corretaje”
en CLARO, una modalidad de trabajo en la que todo el riesgo lo corre el
trabajador
Cada vez son menos los empleados
directos de la multinacional CLARO. En Medellín hay unas 5 empresas
contratistas que trabajan bajo la modalidad de contratos por prestación de
servicios conocida como “corretaje”; una modalidad contractual de carácter
comercial que tiene a cientos de asesores comerciales en condiciones laborales
que no pueden ser más precarias: sin un salario definido, sin prestaciones
sociales, sin vacaciones y sin ninguna garantía de las estipuladas por la ley.
La pregunta es, ¿cómo una multinacional que, en el sector privado, es la que
mayores ganancias obtiene en Colombia, ofrece las peores condiciones laborales?
En la siguiente crónica los
protagonistas son tres jóvenes que trabajan para CLARO en la modalidad de
corretaje, quienes denuncian la precariedad de su situación laboral.
Cuando Luis Alfonso Torres supo que la
empresa Artecom Comunicaciones S.A.S necesitaba personal, acudió de inmediato. Lo
mismo hicieron posteriormente Gustavo Gaviria y Luis Moreno, quienes firmaron
un contrato de prestación de servicios cuyas condiciones son claras: no reciben
un salario mínimo ni prestaciones sociales, y nada de vacaciones ni horas
extras. Solamente reciben una comisión de $30 mil por cada venta que hagan.
Cuando el trabajador alcanza la meta mensual, que es de 21 ventas, se le paga
un bono adicional de $500 mil pesos, y solo aquellos que hagan 15 ventas tienen
derecho al pago de salud. Y el día en que
terminen su contrato, sea cual sea la causa, no tienen derecho a liquidaciones
ni indemnizaciones.
Esta modalidad de contrato se conoce como
“corretaje”, y es la que rige para cientos de asesores comerciales de Claro,
una multinacional cuya política nacional es tercerizar la contratación de trabajadores
y acabar con los empleados directos. En Medellín tienen convenios de
tercerización con 6 empresas contratistas que le suministran mano de obra
barata. Una de ellas es Artecom Comunicaciones, en la que trabajan los tres
protagonistas de esta crónica. Es una empresa de cobertura nacional que en
Medellín, para manejar un personal de 200 asesores comerciales, cuenta con 5
empleados que laboran en una pequeña oficina.
“Reiteradamente hemos buscado la manera de
trabajar directamente para Claro, pero nos dicen que no quieren más trabajadores
directos”,
dice Torres.
La
incertidumbre de no tener un salario fijo
Una de las mayores dificultades de los
asesores comerciales tercerizados es la inexistencia de un pago mensual
definido. Éstos no cuentan con este beneficio pese a realizar las mismas
funciones de los trabajadores directos. Deben desplazarse por la ciudad y
lograr que los clientes firmen contratos de afiliación a servicios de Claro,
algo que es más complicado de lo que parece, pues hay muchos vendedores para
pocos clientes.
En Medellín su desventaja mayor es la fuerte
competencia con UNE, empresa nativa de la ciudad que sigue siendo la preferida
de los antioqueños. “UNE retiene a sus
usuarios para que no se cambien, y muchas veces nosotros no tenemos promociones
mejores que las de ellos, por lo cual no vendemos como quisiéramos”,
explica Gaviria.
A ello se suma la competencia entre los
mismos asesores de Claro. La estrategia de esta empresa es aumentar el número
de asesores. Tanto así que las empresas contratistas, que Claro llama
“aliados”, no tienen ningún rigor en los procesos de selección. Casi que
enganchan a todos los que lleguen buscando trabajo, entre otras cosas porque
debido a las precarias condiciones laborales que les ofrecen es muy alta la
rotación de personal. Todos los días salen empleados que no soportan esas condiciones.
“Solo les importa conseguir gente que
trabaje para ellas, y eso les conviene porque al fin y al cabo no pierden nada:
si alguien no vende no recibe dinero, y así la empresa no gasta en prestaciones
ni en garantías laborales”, agrega al respecto Gaviria.
Y eso obviamente lo complica todo para los
asesores, a quienes ya les es difícil alcanzar la meta mensual. “Cuando todavía se llamaba Telmex, en
Medellín había casi 800 trabajadores directos y sólo tres o cuatro empresas
contratistas. Ahora hay 125 trabajadores directos y más de 1.000 tercerizados”,
dice Moreno.
Así que, en su afán por vender, estos
asesores caminan la ciudad, soportan fuertes calores o persistentes lluvias,
tocan puertas y aguantan rechazos. Además, cuando llegan a su zona se pueden encontrar
con asesores directos de Claro o de otras empresas contratistas diferentes a
Artecom, lo que incrementa las posibilidades de no lograr las ventas que
necesitan para hacerse a un salario digno. En ocasiones Luis, Gustavo y Luis
Alfonso logran un salario de $800 mil o más, pero en otras solo alcanzan comisiones
de máximo $300 mil.
Por otra parte, los asesores comerciales
tercerizados están perdiendo una de las pocas ventajas que tenían, que era
trabajar en cualquier punto de la ciudad. Desde hace algunas semanas les están
asignando zonas específicas, o sea que ya no pueden conseguir clientes en otros
sitios.
Otra dificultad es que la cantidad de
asesores comerciales supera por mucho el número de técnicos que hacen las instalaciones,
lo cual representa un gran problema. “Si
uno, por ejemplo, hace 30 ventas al mes, pero la empresa solo alcanza a
instalar 18 servicios, no nos pagan el equivalente a 30 ventas, sino a 18, lo
que significa perder el bono de ese mes”, dice Torres. A eso se agrega que
debido a las demoras en la instalación muchos clientes insatisfechos optan por
no adquirir productos de Claro. Y así las cosas los asesores no tienen cómo
lograr que la empresa les reconozca las comisiones de las ventas realizadas, habida
cuenta de que el error no es de ellos sino de la empresa.
Los riesgos
del trabajo por “corretaje”
A la incertidumbre de no tener un salario
mínimo mensual, a esos asesores por “corretaje” se les suma el riesgo de tener
que hacer su labor en la calle sin garantía de una afiliación a salud por parte
de la empresa. Y en la calle son altas las posibilidades de que les ocurra un
accidente laboral y deban costear todos los gastos de su bolsillo porque la
empresa no paga ni siquiera una Administradora
de Riesgos Laborales (ARL).
“Hace 15 días, John Byron Correa, un
compañero nuestro, tuvo un accidente de tránsito mientras iba a cumplir una
cita con un cliente. Está siendo atendido gracias al SOAT, pero los días que
duró su incapacidad los perdió porque nadie se los reconoce”, cuenta
Torres.
Son tan malas las condiciones de los
trabajadores tercerizados de Claro, que ni siquiera cuentan con suficiente dotación
de ropa de trabajo. El uniforme de los asesores comerciales consta de una
chaqueta, una gorra y dos camisetas. La chaqueta se le entrega al trabajador nuevo
cuando completa las primeras 15 ventas, antes no. Asimismo, en muchas ocasiones
les toca trabajar con una sola camiseta e, incluso, con una que no tiene el
logo de la empresa. Cuando esto ocurre les pegan en el pecho un botón de Claro
como identificación.
Tampoco tienen subsidio de transporte, por lo
que casi siempre les toca caminar mucho en busca de clientes, con el agravante
de que hay zonas de Medellín donde no gustan de la presencia de los empleados
de Claro, e incluso los han amenazado con armas. “En Castilla le sacaron revólver a uno de los compañeros. Lo que pasa es
que muchas veces creen que vamos a desconectar servicios y nos tratan mal o nos
echan”, recuerda Gaviria.
Tal vez su único punto a favor es que no tienen
un horario fijo, por lo que algunos pueden estudiar. Pero aun esta ventaja tiene
sus bemoles porque algunas veces deben acogerse al tiempo de los clientes, y
les toca hacer ventas por la noche. Además deben asistir a las reuniones y
capacitaciones programadas por los coordinadores de la empresa, tiempo que no
les pagan.
Y deben los asesores aguantar la presión de
los coordinadores cuando éstos ven que no están alcanzando las metas
propuestas, como si la misma empresa no fuera responsable de ello.
El odio
al sindicato
Cansados de tanto abuso y precariedad
laboral, Luis, Gustavo y Luis Alfonso se afiliaron a Unión Claro y Tic, el sindicato
de la empresa, buscando con ello mejorar sus condiciones con respecto a los
trabajadores directos.
De los 200 trabajadores que tiene Artecom,
solo 18 pertenecen al sindicato, y todos han sido víctimas de represalias por
parte de la empresa. Permanentemente son señalados como personas perjudiciales.
Estos 18 trabajadores hace dos semanas
presentaron pliego de peticiones, pero lo tuvieron que hacer vía correo
electrónico porque no se los recibieron personalmente. Sin embargo, al día de
hoy no han recibido ninguna respuesta al respecto. Lo que si ocurrió
inmediatamente después de que presentaron el pliego, fue que a 9 de ellos les
bloquearon la tarjeta SIM de sus celulares, la cual les dan a los asesores
comerciales como medio para comunicarse con números corporativos y para
ingresar las ventas realizadas al sistema. Con ello les limitaron su
herramienta de trabajo, y eso solo puede ser visto como una represalia por
afiliarse al sindicato.
Aunque la mayor injusticia fue el despido del
coordinador del grupo al cual ellos pertenecen, quien no sabía de la existencia
del pliego de peticiones. Aun así la empresa terminó su contrato bajo el
argumento de que “no avisó acerca de
quienes se querían unir al sindicato, para poder echarlos antes de que lo
hicieran y presentaran el pliego de peticiones”.
Situaciones como esas hacen que los demás
empleados solo tengan dos maneras de ver el sindicato: con temor o con rabia. Temor,
porque mostrar cualquier simpatía con el sindicato les puede dañar su hoja de
vida; y rabia porque en la empresa han dicho que van a cerrar por culpa de los
sindicalistas, ya que “Claro y Artecom
Comunicaciones S.A.S son muy pobres, como para poder pagar todo lo que están
pidiendo en el pliego”, cuenta Torres.
Luis, Gustavo y Luis Alfonso esperan que las
cosas mejoren y puedan tener un trabajo digno. No tienen miedo, porque saben
que están haciendo lo correcto y tienen, por ahora, la garantía del fuero
sindical.
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