eltiempo.com, Por: JORGE RESTREPO, 30 de Agosto del 2013
Jorge Restrepo
La reacción del pueblo colombiano a su realidad ha oscilado sin expresión política viable entre resignación y furia.
Del pueblo venezolano dice su himno que es bravo. Incógnita de la historia colombiana es si el pueblo es bravo o manso. De su furia hay muestras como la del 9 de abril, el paro contra el‘mandato caro’ y exhibiciones esporádicas de una combatividad que han venido a examinar de otras partes, pero que no ha encontrado expresión política viable. Aunque la persistencia de violencia variada, organizada o caótica, prueba que esta no es una sociedad propiamente pacífica. De mansedumbre hay muestra abundante en la paciencia con que el pueblo, el campesino sobre todo, aguanta desde el virreinato estrechez y represión, término que no solo alude a garrote sino a represamiento de una rabia que cuando estalla a veces es patológica. Hay el proverbio del temor al agua mansa, a la cosecha de tempestad cuando se sembró viento.
Colombia mantiene temor a un estallido, que se corresponde con ansia de capataz: como no mira de frente, su inconsciente se ha resguardado en orden policivo y Estado de excepción hasta el 91. Se postulen sin demostración bondad o índole colérica del colombiano, están diluidas en lectura defectuosa de la historia nacional y su actualidad, cuando lo que cuenta es si tienen mediación adecuada en política y opinión. La violencia de los cincuenta la agenciaron, aunque taimadamente, los partidos tradicionales, mas su tregua aún vigente deja sin directiva la expresión popular. La caída liberal, la reacción conservadora, el asesinato de Gaitán, la traición del MRL, la defección de Anapo, el dogmatismo de izquierda, clientelismo son hitos de decapitación política. Si algo caracteriza el desenfoque tanto de izquierda democrática como armada es incapacidad para movilizar el malestar popular que solo ocasionalmente se ve en forma masiva y coordinada, sin saber nadie si el pueblo es apático si está satisfecho, desorientado o qué.
Pero de cólera o mansedumbre son responsables gobiernos, tecnocracia, empresarios, política y opinión que reaccionan con clichés y desperdician oportunidades de beneficiarse ellos y el pueblo que atiende el reclamo, pero sobre todo que estos países vayan remolcados por un modelo de desarrollo asimétrico y mercantilista al que sus Estados se resignan o adaptan aprovechando y protegiendo o ensayando modelos extremos o intermedios.
La realidad consecuente agraria del modelo mini o latifundista, o narco, o ‘paraco’, pasa factura periódicamente. Lamentable es que sobresaltos recurrentes se olviden y se vuelva al ‘aquí no pasa nada’. La negociación del conflicto, resulte o no terminar la guerra, la paz de verdad por encima de sus protagonistas, empezó por el campo como escenario primario; se verá si gana torpeza o sensatez. Puntos a favor son que es ya difícil esconder realidades, que evolución y mediación mundiales llegan ya donde predominan ignorancia y matoneo, que a política y opinión les es costoso desentenderse, como si paro y desorden fueran en otra parte y los afectados por la disparidad entre rural y urbano, entre desarrollo y atraso, fueran insensibles
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