viernes, 30 de agosto de 2013

Una oportunidad para actuar

ELTIEMPO.COM, Por:  29 de Agosto del 2013


Rudolf Hommes

La manera como se haría valer la solidaridad de los manifestantes urbanos enruanados es apoyando el desarrollo social en el campo.
 El paro de los campesinos de Cundinamarca. Boyacá y Nariño ha suscitado una solidaridad que no se había visto. Ver señoras y jóvenes del norte de Bogotá marchando en una manifestación espontánea a favor del paro inaugura una nueva era en la que las manifestaciones trascienden las clases sociales y no son protagonizadas exclusivamente por los afectados, sino también por los que expresan empatía en un amplio espectro social.
Además de ser el grupo que más ha tenido que soportar la violencia, hay muchas otras razones válidas por las cuales los campesinos expresan descontento. La brecha de ingresos y de calidad de vida entre las ciudades y el sector rural es muy grande y tiene muchos componentes.
En un comentario que preparé el año pasado sobre un trabajo de la Universidad de los Andes para el DNP decía que “la pobreza rural en Colombia es mucho más elevada que la urbana y más aguda. Uno de cada dos habitantes del sector rural es pobre y el acceso a servicios públicos, educación de buena calidad, salud y seguridad social es menor en el campo que en los centros urbanos, lo cual hace más crítica la situación de pobreza rural”.
“Aunque la pobreza rural no depende exclusivamente de la propiedad o de la tenencia de tierra, y mejorar el acceso a ella no es la única solución para la pobreza, sí existe una relación positiva entre la tenencia o el uso de la tierra y el bienestar (por la vía de un mayor ingreso y mayor capacidad de consumo). Mejorar el acceso del habitante rural es clave para mejorar su ingreso, su seguridad social y su calidad de vida.
Este gobierno ha abierto la puerta por primera vez en muchos años para emprender programas de mayor acceso a la tierra y está discutiendo con la guerrilla prácticamente una reforma agraria para llevarlos a cabo. En este momento de crisis, en lugar de estar negociando subsidios y pañitos de agua tibia con los líderes campesinos, sería indicado anticipar la aplicación de algunas de las medidas ya acordadas con la guerrilla para repartir tierra en poder del Estado, crédito y asistencia técnica e ir adelantando una política pro campesina con auténticos líderes campesinos. Se les respondería a los propios dolientes en forma directa, sin intermediarios armados.
Mejorar la educación y la salud en el sector rural es otra área estratégica como lo es cambiar las condiciones de trabajo en el campo. Una investigación que llevó a cabo un grupo liderado por José Leibovich en el 2008 mostró que en el mercado laboral rural prevalece el empleo de baja calidad.
Las mujeres y los jóvenes rurales tienen las mayores tasas de desocupación, y las menores oportunidades. El 66 por ciento de los ocupados en el sector rural devengan salarios inferiores al salario mínimo y una minoría de ellos son asalariados. La probabilidad de un trabajador rural que vive en el campo de estar ocupado en el sector moderno (salario mínimo, estabilidad, etc.) es muy baja (alrededor del 20 por ciento). Una estrategia del mejoramiento de los ingresos rurales y de la calidad de empleo pasa necesariamente por mayores aumentos en la productividad y en el empleo, lo que se facilitaría con un aumento significativo de las exportaciones de productos agropecuarios, cambio técnico, crédito, mejoramiento del capital humano rural y mejor infraestructura.
Estos son los temas que se deben estar discutiendo y negociando con los líderes de los campesinos en paro y promover con ellos una discusión paralela a la que se lleva a cabo en La Habana conducente a la adopción de una política social agraria para atender las enormes necesidades de los habitantes rurales. La manera como se haría valer la solidaridad de los manifestantes urbanos enruanados es apoyando el desarrollo social en el campo.

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