domingo, 31 de mayo de 2015

..En el largo plazo estaremos muertos...

ELESPECTADOR.COM, JOSÉ MANUEL RESTREPO 30 MAYO 2015 -


José Manuel Restrepo

En una famosa expresión crítica a la economía neoclásica, John Maynard Keynes, uno de los más representativos líderes de la economía en la humanidad, afirmó que en el “largo plazo todos estaremos muertos”. Hoy sabemos que el largo plazo se construye en economía si y solo si adecuadamente administramos la política macroeconómica de la coyuntura.

En el caso de la economía colombiana son ya varios los mensajes de alerta de la administración de ese corto plazo. No es solo la cascada de revisiones a la baja de la tasa de crecimiento al PIB en cabeza de varios expertos, agencias, organismos internacionales o banqueros. Se trata también de la frecuencia con que aparecen mensajes y expresiones sobre el PIB como desaceleración, ralentización, aterrizaje, moderación del crecimiento o bombillos amarillos. Todos estos mensajes hablan de un crecimiento que bordeará el 3% y para muchos empieza a estar más probablemente por debajo de dicho valor.
Sin embargo, hechos más recientes dejan preocupaciones adicionales no sólo para el presente, sino para el futuro próximo. Es muy preocupante que compañías tan tradicionales como Mondelez (que produce marcas conocidas como Chiclets Adams, Trident, Sparkies, Certs, entre otras), Bayer, Mazda, y otras del sector minero y de hidrocarburos, entre muchas más, tomen la decisión de abandonar el país. El impacto de esto en las regiones, en el empleo local, en la generación de ingresos fiscales nacionales y territoriales, aparte de otros impactos, es importante y además un mal mensaje de lo que estamos haciendo en materia de desarrollo empresarial, aparte de algunas de las medidas económicas que hemos ido adoptando. En solo cuatro de estas compañías podemos estar perdiendo más de 3.000 empleos directos, aparte de miles indirectos y de poder estar dejando familias enteras en momentos difíciles.
Algunos, como en el caso de las que se han trasladado a México, les achacan el problema a los TLC, en el sentido de que, aprovechando los beneficios arancelarios, algunas empresas están produciendo desde dicho país y exportando al nuestro. Otros preferirán decir que estos casos son menores, que no tienen mayor efecto en la economía y que al final de cuentas estamos creciendo por encima de muchos otros países de la región.
Y de pronto ambos pueden tener una razón parcial, pero ninguno está llegando al meollo del problema. Si para un empresario está siendo más atractivo producir desde otra nación y exportar a Colombia en lugar de hacerlo aquí, es porque seguimos acumulando fuentes gigantescas de baja competitividad. Seguimos teniendo costos logísticos, de infraestructura y de energía que son de los más altos del mundo. Seguimos presentando problemas de capacitación y formación en competencias técnicas y tecnológicas que hacen que más de un 50% de los empresarios no le encuentren valor agregado al talento humano de nivel técnico que reciben, y seguimos teniendo una mala infraestructura.
Pero peor aún, en la incoherencia de políticas, adoptamos la estrategia de volver más gravosa la dinámica productiva en el país al inventarnos impuestos tan absurdos y antitécnicos como el de patrimonio, o el cuatro por mil, o al elevar sin medida los impuestos locales o territoriales.
Todo esto me hace pensar que da la sensación de que la política productiva del país parece orientada a “patear la lonchera”, es decir, como si fuese propósito ahuyentar empresarios e inversión extranjera del país, por la vía de más costos y más impuestos. Esto no es nada distinto que la explicación al indigno honor de ser una de las naciones con la tasa efectiva de tributación más alta de América Latina, y con una proporción de tributos pagados en relación con el PIB de los más bajos de la región. Como quien dice, los poquitos que pagan, que paguen hasta que se vayan o se aburran.
Al paso que vamos, en el largo plazo todos vamos a estar muertos, a punta de los desaciertos fiscales y de excesos de costos no competitivos (y falta de acciones eficaces para reducirlos) al sector productivo en el corto plazo. ¿Será posible que nos demos cuenta a tiempo que sin un sector productivo fortalecido es imposible generar más empleo, más crecimiento y más desarrollo?

jrestrep@gmail.com / @jrestrp

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    domingo, 24 de mayo de 2015

    Las gracias del populismo.....

    ELESPECTADOR.COM,  JOSÉ MANUEL RESTREPO 23 MAYO 2015 


    José Manuel Restrepo
    Vino a Colombia una mujer que logró su fama con una intervención fantástica en el Primer Parlamento Iberoamericano de Jóvenes, que se desarrolló en Zaragoza en 2014, bajo el título “Democracia y participación política.

    La viralización por la internet de su discurso, aunado a la claridad y brillantez de su ponencia, llevaron a esta mujer a ser vista por más de seis millones de personas en Iberoamérica y Brasil. Se trata de Gloria Álvarez, quien en su planteamiento terminó debatiendo sobre una de las peores enfermedades de nuestra región: el populismo.
     
    Señala esta guatemalteca que en América Latina, desde la izquierda, la derecha y aun el centro, venimos construyendo una cultura que se está acostumbrando al populismo. Anticipa que el populismo se ha incrustado en la economía, la política, la cultura, alimentando el odio de clases y fracturando a la sociedad, pues el populismo multiplica la marginalidad y, en sus palabras, “multiplica a los pobres porque ama la pobreza”. En síntesis, se convierte en una razón persistente de nuestro subdesarrollo.
     
    Y tiene razón. Vivimos el populismo de quienes gobiernan basados en las encuestas; de la política social fundamentada en bajar la tarifa de servicios públicos (agua, transporte público, etc.) o aumentar desaforadamente el gasto público (Venezuela) sin darse cuenta si eso es sostenible, conveniente o no; de aumentar tributos basados en cuáles me afectan menos en una encuesta de popularidad; de entregar recursos desmedidos o el pescado mismo sin enseñar a pescar (poco importan las políticas de desarrollo de empresa y preocupan más las  simplistas del subsidio o beneficios tributarios de corto plazo); de la costosa y pesada estatización por encima de una  que promueva la competitividad.
     
    Pero se queda corta esta versión de populismo. Hoy vivimos también el populismo clientelista de la política (en la que con prebendas o similares se adquiere un voto), o en el anuncio de medidas y políticas que por su improvisación deben corregirse porque no funcionan, o el populismo de quienes ejercen la oposición por el prurito de la oposición y no por los verdaderos intereses de nación, o el populismo de la justicia que acude al micrófono para investigaciones o medidas de aseguramiento en lugar de hacerlo a través de sentencias o fallos judiciales (perdiendo la dignidad y discreción que requieren estas decisiones), o el populismo de la salud cuando unos atacan una medida que esperábamos hace rato como la eliminación del uso del glifosato por sus efectos adversos en salud, pero también de quienes lanzan la medida con efectos parciales (sin incluir el uso en cultivos lícitos) y sin tener una alternativa para enfrentar el crecimiento de los cultivos ilícitos.
     
    El riesgo del populismo es que sacrificamos el largo plazo por un efímero corto plazo, descuidamos la necesaria visión y responsabilidad que se necesita de las políticas públicas, impedimos que las sociedades maduren y prosperen, desmantelamos las instituciones y animamos la corrupción, y peor aun seguimos multiplicando la pobreza, la inequidad y la marginalidad.
     
    Increíblemente, asuntos que por esencia son de largo plazo, como la educación y la cultura, no se eximen de esta enfermedad. En el primer caso aparece el típico profesor que regala la nota para ser mejor evaluado, o las migajas grandes o pequeñas que se reciben en una negociación sin debatir los asuntos de fondo en materia de calidad o sin comprometerse verdaderamente a recuperar la dignidad del maestro, o en general todo aquello que sabiamente describe Mario Vargas Llosa en su libro publicado en 2012, La civilización del espectáculo, cuando habla de una banalización de la literatura, de las artes, de la frivolidad de la política y de la entronización del periodismo amarillista. Se hace así de la cultura ya no una expresión de conciencia colectiva, sino un mecanismo de distracción y entretenimiento de corto plazo que anima una forma de populismo cultural (para no ir muy lejos, mida proporcionalmente cuánto dura la sección de entretenimiento en su noticiero favorito).
     
    Nos corresponde a todos los actores presionar en nuestra sociedad menos populismo, menos civilización y espectáculo y más profundidad en política pública, en reflexiones de nación y en construcción verdadera de prosperidad y desarrollo. 
     
    jrestrep@gmail.com / @jrestrp
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