Aún estaban en curso las conversaciones del Caguán cuando le pregunté a Nicolás Buenaventura (dolorido disidente del Partido Comunista Colombiano tras la ‘Primavera de Praga’), que cuál fue la actitud del PCC durante los años 60 frente a los católicos de izquierda. Contestó así: “La última vez que conversé con Camilo Torres se conmovió cuando le dije que la Teología de la Liberación estaba más cerca de Marx que el marxismo-leninismo”. Entonces, agregó: “Entre ustedes y nosotros no hay mayor problema, el problema está entre el catecismo de Astete y los manuales de Nikitin”.
Quizá las cartillas sean muy buenas para aprender a manejar tractores, pero no para entender economía política ni las relaciones de producción. Una de las más graves falencias de la izquierda, en general (y del comunismo marxista-leninista, en particular), fue nunca comprender la enorme admiración que Marx y Engels tuvieron siempre por la energía creadora de la burguesía, por su enorme y largo potencial revolucionario: desde los albores de la ciudades medievales, pasando por la aniquilación del Antiguo Régimen durante el reinado de Luis XVI, hasta mediados del siglo XIX, cuando todavía era una fuerza capaz de “…llevar la civilización a todas las naciones, incluidas las más bárbaras”, de “…arrancar a una parte considerable de la población del idiotismo de la vida en el campo”, de “…superar progresivamente la dispersión de los medios de producción, de la propiedad y de la población”. Las anteriores citas, créanlo o no, son todas tomadas, literalmente, del Manifiesto del Partido Comunista, publicado en marzo de 1848.
Mutatis mutandis, me crucé con el siguiente cruel versículo en un artículo sobre lo que en educación llaman el ‘efecto Mateo’: “Porque al que tiene, se le dará; y el que no tiene será privado aun de aquello que tiene”. Se trata de la versión sucinta de Marcos (4:25) de la parábola de los talentos de Mateo. De su parte, el tal ‘efecto’ alude a un estudio que demostró que los niños con escaso vocabulario en la primera infancia, con el tiempo se atrasan cada vez más respecto a aquellos con mejor vocabulario, quienes a su vez lo enriquecen cada vez más y más. En breve, a más palabras, más rápido adquirimos nuevas palabras, es decir, palabras traen más palabras… casi como aquello de que plata trae plata.
Ahora, antes de que recluten a Mateo y Marcos como paladines del capitalismo salvaje, recordemos que la proliferación de ‘primaveras’ (más o menos malogradas de los últimos tiempos) han sido todas encabezadas por sectores de las clases medias que, como la burguesía que admiraban Marx y Engels, lo que quieren no es amasar fortunas, sino más educación y mejores servicios para vivir una vida mejor. Representan, como decía recientemente Antonio Caballero en una columna, “las luces de la democracia electoral enfrentadas al oscurantismo de la religión”. Así, es probable que la pequeña burguesía (Brasil, incluso) al servicio de sí misma (que no del imperialismo yanqui) haga efectivo, una vez más, su legendario (y sano) poder de reivindicación.
Juan Manuel Pombo
Profesor y traductor
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