El maestro estaba buscando una vasija
para usar. En el estante había muchas- ¿Cuál escogería?. Llévame, gritó la
dorada. "Soy brillante, tengo un
gran valor y todo lo que hago, lo hago bien; mi belleza y mi brillo sobrepasa
al resto y para alguien como tú, Maestro, el oro sería lo mejor".
El maestro pasó sin pronunciar
palabra; él vio una plateada, angosta y alta; "Yo te sirvo amado Maestro, vertería tu vino y estaría en tu mesa
cada vez que comieras; mis líneas son agraciadas y mis esculturas son
originales, y la plata te alabaría para siempre".
Sin prestar atención el Maestro
camino hacia la de bronce, era superficial, con una boca ancha y brillaba como
un espejo: "Aquí... Aquí"
grito la vasija. "Sé que te seré
útil, colócame en tu mesa donde todos me vean". "Mírame"
gritó una copa de cristal muy limpia. "Mi
transparencia muestra mi contenido claramente, soy frágil y te serviré con
orgullo y se con seguridad que seré feliz de morar en tu casa".
Vino el maestro seguidamente hacia la
vasija de madera, sólidamente pulida y tallada: "Me puedes usar Maestro amado, pero úsame para las frutas dulces y
no para el insípido pan" Luego el Maestro miró hacia abajo y fijó sus
ojos en una vasija de barro, vacía, quebrantada y destruida, ninguna esperanza
tenía la vasija de que el Maestro la pudiera escoger para depurarla y volverla
a formar, para llenarla y usarla.
“Ah, esta es la vasija que he deseado encontrar, la restauraré y la
usaré, la haré toda mía".
"No necesito la vasija que se enorgullezca de sí misma, ni la que
se luzca en el estante, ni la de boca ancha, ruidosa y superficial, ni la que
demuestre su contenido con orgullo, ni la que piensa que todo lo puede hacer
correctamente, pero si esta sencilla llena de mi fuerza y de mi poder" Cuidadosamente el Maestro levantó la vasija de barro; la restauró y
purificó y la llenó en ese día, Le habló tiernamente diciéndole: "Tienes mucho que hacer solamente
viértete en otros como yo me he vertido en ti".
Y mientras leía y meditaba en estas
palabras recordé que soy simplemente una vasija que por misericordia Dios me ha
llenado. Hoy, por lo tanto no debo olvidar que sigo siendo la vasija de
misericordia para que el orgullo no se eleve por encima de mi corazón y termine
perdiendo fácilmente lo que por misericordia he recibido.
"Señor. Para mostrar tu amor y tu misericordia, un día tomaste mi
vida quebrantada, inútil, destruida y tristemente deshecha, pero en tus manos
toda mi existencia cambio. Hoy soy lo que soy, solo por misericordia. Ayúdame
en este día a no creerme la vasija de cristal, de oro o de plata, mas recordar
en mi diario caminar que soy simplemente una vasija quebrantada, más en tus
manos restaurada”.
Desconozco su autor.
Que la
gracia y la paz de Cristo, estén contigo esta semana!!!!
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