ELTIEMPO.COM, FLORENCE THOMAS, 13 de Agosto del 2013
Florence Thomas
Las familias tradicionales desaparecieron y se generaron recomposiciones familiares a la luz de los dramáticos acontecimientos de este doloroso país.
Si se trata de la sagrada familia, por supuesto que está en crisis y diría incluso que está desapareciendo. La sagrada familia, judeocristiana, profundamente patriarcal, maternalista y conservadora, estaba conformada por papá, mamá, hijos e hijas. Podría añadir carro, casa y beca. Esta sí está desapareciendo.
Sin embargo, la familia –entendida en un contexto de modernidad y de profundos cambios– sigue siendo la célula básica de la sociedad. Es necesario, entonces, ponernos de acuerdo sobre lo que entendemos por familia. Hace poco, el Consejo de Estado, a propósito de una demanda particular, expidió una sentencia y conceptuó sobre la familia de la siguiente forma: “La familia podrá estar constituida por un padre y una hija, o por una madre soltera con su respectivo primogénito, o por la tradicional decisión libre y voluntaria entre un hombre y una mujer de hacer vida conyugal, o por la decisión libre y voluntaria de dos personas del mismo sexo que se profesan amor y desean realizar vida conyugal (…); es decir, una forma de unión de personas que asumen lazos de solidaridad, apoyo, cariño, amor y convivencia”. Por cierto, esta conceptualización que refleja de alguna manera los profundos cambios de las sociedades modernas ya es bien diferente de la de la Constitución de 1991, cuando afirmaba que la familia es “una institución básica de la sociedad, conformada por el matrimonio entre un hombre y una mujer”.
Hoy entendemos que ya no es primordial su formalización, sea civil o religiosa. Y esto no significa de por sí una grave crisis de la familia, como lo propone Álvaro Sierra, profesor del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. En primer lugar, porque las familias monoparentales existen desde hace décadas e incluso siglos en Colombia. Familias sin la presencia del padre, familias extensas, familias desplazadas encabezadas por una mujer con sus hijos, hijas, abuelos, tías y otros miembros cercanos.
Estas han sido y seguirán siendo pan cotidiano en Colombia. Nada nuevo bajo el sol y muchas investigaciones que corroboran este hecho, mucho menos ideológicas que las de la Universidad de la Sabana. Sólo hojeando el informe ‘Basta ya’, del CNMH, se entiende que las familias tradicionales desaparecieron y se generaron recomposiciones familiares a la luz de los dramáticos acontecimientos de este doloroso país.
Además, y con una mirada feminista, las mujeres están entendiendo que la familia tradicional no es, ni nunca fue, el nidito de amor o el paraíso que los imaginarios culturales nos querían inculcar. La familia también es y ha sido un infierno, y para validar esta mirada basta consultar las estadísticas de violencias familiares o domésticas del país. Según la OMS, el hogar es actualmente el lugar más peligroso para una mujer. La violencia sexual en el interior de la familia representa aproximadamente un 85 por ciento de los casos de violencias contra las mujeres y los victimarios son, en la mayoría de los casos, hombres.
Finalmente, y en cuanto a la desaparición de la figura del padre, no significa que los niños y niñas crezcan sin figura paterna. Los hogares extensos se han mantenido con estabilidad o sin ella, desde hace tiempo; son hogares donde se concentran los hijos e hijas de las jóvenes madres, quienes asumen con abuelos y abuelas la crianza. Y ahí hay siempre alguna figura paterna que no tiene que ser obligatoriamente desempeñada por el padre biológico. Y con esto no estoy diciendo que nos encontramos en momentos gloriosos para la socialización de niños y niñas; estoy afirmando que la famosa crisis de la familia es la añoranza de la familia autoritaria y patriarcal.
Florence Thomas
Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad
Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad
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