ELTIEMPO.COM, Por: ALEJANDRO BAENA, 07 de Septiembre del 2013
Soluciones como el aumento de la productividad y la tecnificación del campo siguen sin plantearse.
“Hacer política agraria bajo presión no es lo más adecuado.” La frase es del experto en temas rurales José Leibovich y refleja una preocupación generalizada entre economistas, académicos y analistas: ¿están pidiendo los líderes del paro las soluciones estructurales que requiere el campo colombiano? Y al otro lado de la mesa: ¿está el Gobierno ofreciendo las salidas que nos sacarán de un rezago de décadas? En ambos casos, la respuesta es que más bien no. (Lea también: Lo que tiene en jaque al agro colombiano)
Por un lado, los líderes de las distintas ‘dignidades’ campesinas han centrado sus bases negociadoras en temas como los precios de los fertilizantes que –según han reconocido incluso algunos sectores, como los arroceros– no van a la raíz del problema, o los TLC, pese a que sus efectos aún no se han sentido en el agro nacional.
El Gobierno, por su parte, a pesar de que ha hecho anuncios como el pacto nacional agrario, que promete reformas de calado, no ha concretado la profundidad de las mismas y por momentos parece tentado a las soluciones rápidas para aplacar los ánimos, como los subsidios y la aplicación de salvaguardias. Esta medicina, aunque puede ser la llave para apagar el incendio, no debe –a juicio de los expertos– sacar de plano las soluciones de fondo, como el aumento de la productividad, la tecnificación de los cultivos, la optimización del uso de la tierra, el fomento del cooperativismo y, en general, las medidas para hacer nuestro agro más competitivo en un contexto global. (Lea también: El campo parece otro país)
Para empezar por lo último, hay consenso en que el viejo debate de si el agro colombiano debe volcarse al autoabastecimiento o a la exportación debería ser un asunto ya superado. Pretender cultivar a cualquier costo productos como trigo o soya es una quimera e, incluso, eso ha contribuido al agravamiento de la crisis. (Lea también: Importación y producción local: equilibrio complejo / Análisis)
Igualmente equivocado, según los expertos, sería menospreciar las oportunidades que ofrece el comercio internacional de productos del agro –que creció entre el 2001 y el 2009 por encima del promedio del comercio total–, con un país que tiene un enorme potencial agrícola. “Hay un gran aumento de la demanda mundial, el mercado está pagando precios tres veces mayores que los que había a comienzos de siglo y no hemos participado en él por estar volcados hacia un modelo de economía protegida que nos condenó a un crecimiento mediocre”, explica el investigador de Fedesarrollo Mauricio Reina.
Para participar en ese pastel, del que hace años gozan países de la región como Brasil, Chile y Perú, la primera apuesta en la que coinciden los analistas se llama productividad. (Lea también: TLC no son el 'coco', pero pueden serlo)
Cosechar más con menos
Nuestros campesinos producen poco y caro, y el ejemplo clásico es que una vaca del Caquetá da 4,2 litros de leche al día, mientras que una europea da 29, según cálculos de Fedegán. La culpa no es las vacas sino en el conocimiento, la tecnología y el uso de los recursos que hacen quienes las ordeñan. “Con buena tecnología, buena investigación, con semillas más productivas y menos vulnerables a las plagas, duplicaríamos esos cinco millones de hectáreas productivas y duplicaríamos el PIB agrícola”, asegura Leibovich. (Lea también: Potencia agrícola / Análisis)
El gerente de Fedearroz, Rafael Hernando Lozano, coincide con esta visión y aporta un ejemplo práctico. Su federación puso en marcha hace un par de años un programa de tecnología de precisión en los cultivos de arroz, que ya arroja resultados en Huila, Tolima y Montería. “Concluimos que la mejor forma de aumentar el costo por kilo era utilizar menos insumos, menos semillas, menos agua y más tecnología. Por eso decimos que nuestro problema no es el costo de los fertilizantes, aunque con esa afirmación se nos hayan venido muchos sectores encima”, dice.
El país ya ha hecho intentos para reducir la brecha tecnológica en el campo. Hace casi 20 años se intentó diseñar una política seria para fortalecer la investigación y la transferencia de tecnología, con la creación de Corpoíca, organismo encargado de esa misión. Pero su labor se ha desdibujado y lo mismo ha ocurrido con las unidades municipales de asistencia técnica (Umata), creadas en los 90 y que hoy, con contadas excepciones, no cumplen su cometido. El Gobierno, según los expertos, debería evaluar si revitaliza estas instituciones, las moderniza o las reemplaza.
La otra gran tarea para llevar los productos nacionales al mundo es fomentar la producción en sectores no tradicionales, como las frutas y las hortalizas, que cuentan con mercados externos muy dinámicos y que son grandes generadores de empleo.
Pero para ello, de nuevo, hacen falta tecnificación y mejoras de la infraestructura de producción. En el norte del Valle, por ejemplo, se ha detectado un gran potencial para exportar papaya a EE. UU. La única tara para hacerlo, según la gerente del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), Teresita Beltrán, es que allí no se cuenta con una planta empacadora que cumpla con las condiciones fitosanitarias de ese país.
Fomentar el cooperativismo –incluso con subsidios, si es necesario– es otra vía para que el agro gane músculo. “Hay ejemplos como el de Colanta, que demuestran que, unidos, los pequeños cultivadores son más fuertes y pueden conseguir mejores precios, tanto en la compra de insumos como en la venta de sus productos”, señala el exministro de Agricultura José Antonio Ocampo.
Todo ello sin contar con problemas sobrediagnosticados, como la falta de vías para que los campesinos saquen sus productos a precios competitivos, y cuyas soluciones, según Ocampo, pasan, por ejemplo, por fortalecer la red de caminos vecinales, que en países como Perú son modélicas.
Pero, sin voluntad política, este gran paquete de soluciones es inútil, y prueba de ello es que los técnicos lo vienen planteando desde hace años sin ningún efecto práctico. En este sentido, el pacto nacional agrario anunciado por el presidente Santos y que busca darles celeridad a políticas como la ley de desarrollo rural, el documento Conpes para la Altillanura y el diseño de reglas claras para los baldíos es la semilla más valiosa que ha dejado esta crisis, aunque, como toda gran reforma en Colombia, llevarla a buen término no será un camino de rosas.
“Se requiere mucho músculo político para lidiar con los gremios de la producción, que, de dientes para afuera, hablan de apertura, pero que siguen aferrados a las ayudas; con los grandes poderes regionales; con los latifundistas y con sus representantes en el Congreso –asegura Reina–. Esa pelea solo la puede dar un Gobierno que reúna dos condiciones: una buena situación económica y un buen respaldo político.”
El campo necesita un POT
Una de las razones que han mantenido nuestros sacos de productos del agro a medio llenar es la gran cantidad de tierra ociosa. De 15 millones de hectáreas con vocación agrícola hay apenas 5 millones cultivados. “Hay una grotesca concentración de la propiedad de la tierra. Aquí se puede tener un lote fértil totalmente improductivo porque el sistema de impuestos lo permite. Ahí el Gobierno tiene que empezar a hacer un buen uso del predial para frenar esta situación”, dice José Antonio Ocampo.
Este aspecto hace parte de un plan de ordenamiento territorial del campo que nunca se ha llevado a cabo en Colombia y que, a juicio de la decana de Economía de la Universidad de los Andes, Ana María Ibáñez, va más allá de la clarificación de títulos. “Se trata de coger el mapa de Colombia, estudiar los distintos tipos de suelo y definir dónde produzco frutas y dónde hortalizas; en qué tierras deben estar los pequeños productores; cuáles requieren mayor inversión y, por tanto, deben ser ocupadas por las grandes empresas agrícolas, y en cuáles pueden convivir ambos”, afirma.
Claves de la nueva política
El jueves se reunirá la mesa por el pacto agropecuario
El jueves se reunirá la mesa por el pacto agropecuario
El presidente Juan Manuel Santos planteó esta semana los ejes sobre los que girará el gran pacto nacional por el agro, que comenzarán a discutir el jueves el Gobierno, los gremios y los campesinos. El más importante será un proyecto de ley sobre desarrollo rural que, según el mandatario, enfrentará el problema de tierras y de medio ambiente y ayudará a resolver el conflicto entre agricultura y minería. También se discutirá el manejo de los baldíos, el modelo de desarrollo para la altillanura y las reformas que requiere la institucionalidad del sector agropecuario (incluido el papel de los gremios). El Presidente también ha convocado a las empresas privadas y públicas para que contribuyan con las soluciones que necesita el campo.
ALEJANDRO BAENA
Redacción Domingo
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