jueves, 19 de septiembre de 2013

El detestable 4 x 1.000


POR: Gustavo Páez Escobar

Uno de los impuestos más aborrecidos por los colombianos es el del 4 x 1.000 sobre los movimientos financieros. ¿Qué economista o político fue el autor de esta singular iniciativa? Ojalá alguien nos lo cuente. Se creó en el gobierno de Andrés Pastrana mediante el decreto 2331 del 16 de noviembre de 1998, en una cuantía del 2 x 1.000 y con carácter transitorio de un año. Y va a cumplir quince años.  

Su finalidad era resolver la aguda crisis financiera que se vivía en aquellos días. Luego vinieron la recesión económica y el terremoto del Quindío, y para remediar sus efectos se echó mano a este tributo que ya había mostrado su eficacia y no causaba mayor resistencia en la opinión pública. La ley 633 del año 2000 mantuvo el impuesto para la reconstrucción del Eje Cafetero, lo elevó al 3 x 1.000, y lo volvió permanente.

La sabiduría popular dice que la mejor manera de hacer permanente una norma es crearla con carácter temporal. A veces solo se necesita agregarle el “articulito” a que se refirió hace pocos años un célebre personaje del país. De ese facilismo nacen la improvisación, el atropello, la sinrazón y la injusticia con que muchos legisladores y altos funcionarios manejan la suerte de los ciudadanos.

Veamos qué más ha ocurrido con el mentado impuesto que hoy produce el rechazo y la ira del país entero. Como se trata de un gravamen silencioso y continuo que afecta las operaciones bancarias, se volvió cómodo para los gobernantes. En el año 2003 vino un nuevo incremento, al 4 x 1.000, esta vez para conjurar la crisis de las finanzas públicas. Siempre habrá un motivo. En el 2010 se aprueba desmontarlo, con lo cual se cumpliría la oferta del presidente Santos en su campaña presidencial. Pero surge la emergencia por la ola invernal, y no se toca. ¿De dónde se sacaría la plata para semejante catástrofe? El motivo de siempre. La burla de siempre.

Llegamos al 2013. El Presidente tenía previsto bajar dos puntos en el presupuesto del 2014, y los otros dos puntos (hasta eliminar el odioso tributo) en los años 2015 y 2016. Pero llegó el paro obrero, y los beneficios ofrecidos al gremio ascendían a 3,1 billones de pesos. ¿De dónde sacarlos? ¡Del 4 x 1.000, obvio! Oigamos esta victoriosa –a la par que ligera e insensible– declaración del ministro de Hacienda: “Si el impuesto sirvió para rescatar a los bancos cuando se creó, ahora debe servir para rescatar el agro”.  

Lo de siempre: el facilismo. ¿Por qué no se piensa en un impuesto a los dividendos, del 4 o el 5 por ciento, como lo propone el representante a la Cámara David Burguil? ¿Por qué no se reduce el gasto público? ¿Por qué no se idea una medida sensata, en lugar de acudir a la cuerda de menor resistencia? Dice el senador Juan Mario Laserna que “el 4 por 1.000 no es la fuente de financiación ideal, porque es un impuesto distorsionante”. Impuesto que, por otra parte, atenta contra el ahorro del país, ya que mucha gente prefiere guardar la plata “bajo el colchón”, en lugar de pagar contribuciones absurdas.

Así de fácil se maneja la paciencia de los colombianos. Se administra en función de la conveniencia personal, del afán del momento, del menor esfuerzo, no del bien público. Lo que ha sucedido con el 4 x 1.000 (que se decretó para un año y hoy llega a quince) pertenece al estilo irresponsable con que se dictan muchas normas. Esto no corresponde a un ejercicio serio, planeado y eficiente, sino, por el contrario, a falta de estudio, de reflexión y de tino para saber encontrar las fórmulas maestras.  

escritor@gustavopaezescobar.com



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