El economista mexicano Alejandro Werner, del FMI,
pronosticó la semana pasada en Bogotá que el crecimiento económico en América
Latina va a depender en el futuro de aumentos en la productividad más que de
otros factores. Es necesario entender cómo se inducen mayores aumentos en la
productividad porque en Colombia ha crecido muy lentamente desde hace años,
entre otras razones porque el sector servicios, de baja productividad, ha
crecido más que los sectores de alta productividad.
De las cuatro estrategias que se propusieron en los años 70 la que tuvo mayor éxito fue sacar gente del campo y traerla a las ciudades. Pero no lo hicieron para que trabajara en la industria como ha sucedido en China sino para prestar servicios de baja productividad. La urbanización de la fuerza laboral requería como complemento promover un crecimiento más acelerado de la industria manufacturera, de los servicios de alta tecnología, de la educación y del transporte para mejorar la calidad del empleo urbano. Y fomentar un mayor desarrollo del campo y la minería para retener en actividades mejor remuneradas a los trabajadores rurales.
El auge reciente del sector minero estaba contribuyendo al crecimiento de la productividad, pero ahora que la bonanza minera ha sido contenida por cazadores de brujas es probable que este efecto se desvanezca. Adicionalmente, se esperaba un rápido desarrollo de la agricultura comercial en la altillanura, mayor acceso de campesinos a la tierra productiva, y cambios en el uso de la tierra de ganadería a cultivos más productivos. Esta perspectiva es ahora menos probable porque se ha detenido el desarrollo rural mientras los ideólogos y los terratenientes le meten palos a la rueda del progreso.
En el sector industrial se podrían inducir importantes cambios si la producción no dependiera tanto de la protección y si se orientara a aumentar la participación de las exportaciones. El gobierno, sin embargo, injustificadamente promueve lo contrario. Elevar por ejemplo la protección a los productos de las siderúrgicas nacionales para permitirles un aumento del 15 por ciento de los precios de los insumos para la construcción de vivienda es una medida que va en contra de la productividad, empleo, acceso a la vivienda, y de la expansión de la infraestructura.
La oportunidad de generar mayor productividad en servicios del Estado es enorme porque el gobierno es un generador neto de ineficiencia, no solamente por su lentitud e incapacidad para ejecutar y llevar a buen término lo que se propone sino porque actúa en contra de la eficiencia de otros sectores. No tiene sentido haber prohibido importar buldóceres y otra maquinaria usada, por ejemplo.
No es menos importante el gran potencial productivo que emana de la expansión de tecnología de información y comunicaciones. El ministro del ramo está plenamente comprometido con este objetivo y es el primero en ese cargo que habita en el siglo XXI. Pero alcaldes como Petro que persiguen consolidar su autoridad personal no colaboran, posiblemente porque poner la información y la tecnología de comunicaciones al alcance de la gente y de los niños es contrario a su concepción de poder que involucra monopolizar la información
De las cuatro estrategias que se propusieron en los años 70 la que tuvo mayor éxito fue sacar gente del campo y traerla a las ciudades. Pero no lo hicieron para que trabajara en la industria como ha sucedido en China sino para prestar servicios de baja productividad. La urbanización de la fuerza laboral requería como complemento promover un crecimiento más acelerado de la industria manufacturera, de los servicios de alta tecnología, de la educación y del transporte para mejorar la calidad del empleo urbano. Y fomentar un mayor desarrollo del campo y la minería para retener en actividades mejor remuneradas a los trabajadores rurales.
El auge reciente del sector minero estaba contribuyendo al crecimiento de la productividad, pero ahora que la bonanza minera ha sido contenida por cazadores de brujas es probable que este efecto se desvanezca. Adicionalmente, se esperaba un rápido desarrollo de la agricultura comercial en la altillanura, mayor acceso de campesinos a la tierra productiva, y cambios en el uso de la tierra de ganadería a cultivos más productivos. Esta perspectiva es ahora menos probable porque se ha detenido el desarrollo rural mientras los ideólogos y los terratenientes le meten palos a la rueda del progreso.
En el sector industrial se podrían inducir importantes cambios si la producción no dependiera tanto de la protección y si se orientara a aumentar la participación de las exportaciones. El gobierno, sin embargo, injustificadamente promueve lo contrario. Elevar por ejemplo la protección a los productos de las siderúrgicas nacionales para permitirles un aumento del 15 por ciento de los precios de los insumos para la construcción de vivienda es una medida que va en contra de la productividad, empleo, acceso a la vivienda, y de la expansión de la infraestructura.
La oportunidad de generar mayor productividad en servicios del Estado es enorme porque el gobierno es un generador neto de ineficiencia, no solamente por su lentitud e incapacidad para ejecutar y llevar a buen término lo que se propone sino porque actúa en contra de la eficiencia de otros sectores. No tiene sentido haber prohibido importar buldóceres y otra maquinaria usada, por ejemplo.
No es menos importante el gran potencial productivo que emana de la expansión de tecnología de información y comunicaciones. El ministro del ramo está plenamente comprometido con este objetivo y es el primero en ese cargo que habita en el siglo XXI. Pero alcaldes como Petro que persiguen consolidar su autoridad personal no colaboran, posiblemente porque poner la información y la tecnología de comunicaciones al alcance de la gente y de los niños es contrario a su concepción de poder que involucra monopolizar la información
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