portafolio.co, septiembre 8 de
2013
Colombia podría estar desaprovechando a su fuerza laboral más joven.
Foto: Archivo Portafolio.co
Si no hacemos nada
para corregir la informalidad laboral, Colombia no solamente habrá
desaprovechado su bono demográfico, sino que estará preparando una bomba social
que estallará en algún momento con consecuencias impredecibles.
En su presentación
en la pasada Asamblea de la Andi, en Pereira, el presidente del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, habló de la necesidad
que tiene Colombia de aprovechar el llamado ‘bono demográfico’, o sea, el hecho
de contar con una pirámide de edades en la cual la población en edad de
trabajar, particularmente la más joven, es alta en relación con la población
dependiente, que son los menores de edad y los que ya no trabajan.
¿Por qué se dice
que es un bono? Porque en un país que tiene esa estructura demográfica se
supone que hay muchas personas que trabajan, producen, ahorran, invierten y
pagan impuestos, recursos que permiten ampliar la capacidad productiva, agregar
valor y modernizar al país, y también construir los activos y fondos necesarios
para educar a los muy jóvenes y financiar el retiro y la salud de los futuros
jubilados.
De acuerdo a
diversos estudios, se encuentra una relación positiva entre el crecimiento de
la edad promedio de un país y su nivel de ahorro, ingreso per cápita y nivel de
educación. En particular, se ha observado que esta relación es especialmente
positiva cuando el grueso de la pirámide poblacional se concentra entre los 25
y los 34 años.
Según estas
consideraciones, Colombia parecería estar gozando de su bono demográfico. El
país tiene en la actualidad una población muy joven, comparada con la de Japón,
Alemania o Canadá. En tanto nuestro país cuenta con más de 10 trabajadores por
cada mayor de 65 años, Canadá solo cuenta con 5, Alemania con 3, y Japón con un
poco más de 2.
Estos últimos son
considerados países donde hoy tiende a hacer presencia un número muy grande de
personas mayores y de ancianos, que son muy costosos para el sistema de
seguridad social y que tienen que ser soportados con una población trabajadora
cada vez más pequeña.
Pero también son
naciones que tienen un nivel de vida muy alto, con ingreso per cápita muy
elevado, precisamente porque hace décadas tuvieron una población
primordialmente joven y productiva.
Hoy en día, ese ya
no es el caso. En algunos países, como Alemania, se ha llegado a estimular con
subsidios un mayor número de hijos y también se ha estimulado la inmigración de
población trabajadora altamente calificada.
Infortunadamente,
estas cifras, que aparentemente auguran un futuro muy promisorio para Colombia,
esconden una gravísima situación del mercado laboral. Porque, para que ese bono
demográfico sea de verdad un bono provechoso para un país se requiere que la
población trabajadora efectivamente tenga la capacidad de ahorrar, invertir y
pagar impuestos.
En particular, para
un buen funcionamiento de la seguridad social en pensiones y salud, es
imprescindible que la población trabajadora sea formal y, por lo tanto, cuente
con la capacidad de cotizar a pensiones y a la llamada salud contributiva.
Desafortunadamente,
en nuestro país la gran mayoría de los trabajadores no tiene dicha capacidad.
De los 21 millones de colombianos y colombianas que están en este momento
realizando algún tipo de trabajo, solo cotizan a la seguridad social unos 6,5
millones. Es decir, los niveles de informalidad, así definidos, alcanzan una
cifra de un 70 por ciento.
El ejercicio que,
entonces, es necesario realizar es calcular la tasa de dependencia de los
mayores de 65 años, no en relación con toda la población trabajadora, sino solo
con respecto a la que es formal. Es decir, con la que tiene alguna capacidad de
ahorro, cotiza a la seguridad social y, eventualmente, paga algún tipo de
impuestos.
El resultado es
realmente aterrador. Porque la tasa de dependencia de Colombia no es de un 9
por ciento, sino de 50 por ciento, superior a la que actualmente tiene Japón e
igual a la que este país obtendría en el 2025, y también igual a la que
nosotros obtendríamos en condiciones normales hacia el año 2070.
Es como si la
informalidad nos hubiese envejecido, pero con niveles de ingreso de país pobre.
Si no hacemos nada para corregir la informalidad laboral, Colombia no solo
habrá desaprovechado su bono demográfico, sino estará preparando una bomba
social que estallará en algún momento con consecuencias impredecibles.
Estas cifras
muestran que, en lugar de tener más de 10 trabajadores por cada persona mayor,
solo tenemos dos. Los otros 8 trabajadores no están ahorrando, invirtiendo y
menos cotizando a la seguridad social, lo que hace que aproximarnos a un Estado
del Bienestar no sea viable en Colombia.
Por las mismas
razones, un sistema de pensiones de reparto es insostenible en nuestro país. Y,
como para agregar insulto a la herida, la situación es aún peor de lo que
muestran estas cifras. Porque de los adultos en edad de pensión, solo 30 por
ciento la ha obtenido, lo que ya nos cuesta unos 41 billones de pesos por año,
27 por ciento del presupuesto del Gobierno, excluyendo el servicio de la deuda
pública.
Estas cifras
deberían sacudir a los políticos, funcionarios públicos, académicos y gremios
del sector privado. La erradicación de la informalidad laboral debería
convertirse en una prioridad nacional. Si no lo hacemos, Colombia no podrá ser
un país moderno y, quizá, no podrá ser viable como nación civilizada.
Santiago Montenegro,
Presidente de Asofondos
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