ELTIEMPO.COM, Por: GABRIEL SILVA LUJÁN , 01 de Septiembre del 2013
Gabriel Silva Luján
El propósito de todos esos 'tumores malignos' del paro es disminuir al Gobierno y al Estado. Todos ganan con un Santos debilitado.
El país está revolcado. Muchos buenos editoriales y de opinión se han escrito en estos días tratando de explicar esa masiva explosión de descontento. La diversidad de detonantes a los que aluden los analistas es tal, que hay de todo como en botica. La deuda social con el campo, que es real y tangible; la confirmada fuerza insurreccional de las redes sociales y la manipulación violenta de la protesta por parte del terrorismo, sin duda, son todos factores relevantes.
Pero como dicen los expertos en complejidad, entre más variables se necesitan para explicar un fenómeno, más lejos se está de llegar a entenderlo. Sin demeritar el peso que puedan tener todos esos aspectos, el conector que une todas las piezas del rompecabezas es la política. Aquí hay una confluencia catalítica de aspiraciones de poder, a todos los niveles, que se sirven del descontento y lo nutren incendiariamente.
¿Cómo se explica que intereses tan aparentemente contradictorios como los de Álvaro Uribe, Jorge Enrique Robledo y las Farc estén aliados en bendecir y justificar las protestas y los desmadres? ¿Por qué respetables dirigentes ganaderos se unen con quienes nunca les han importado –los campesinos– para darles aliento financiero y político a los paros? ¿Por qué algunos industriales reclaman proteger a los artesanos? ¿Por qué las bandas criminales, los mineros ilegales y los narcotraficantes estuvieron metiéndole plata al asunto?
La respuesta es bastante sencilla. No hay ninguna duda de que el propósito de todos esos “tumores malignos” del paro es disminuir al Gobierno y al Estado. Todos ganan con un Santos debilitado. Eso es lo que realmente les importa. Las legítimas aspiraciones del pueblo –que tantos millones de colombianos también respaldamos por considerarlas justas– les importan un pepino.
El propósito de estos actores, de manera abierta o encubierta, es lograr que el Gobierno se debilite hasta el punto en que no tenga más alternativa que ceder ante sus intereses. Uribe y Robledo quieren que Santos decida no reelegirse o llevarlo a un punto en que electoralmente eso no sea posible. La única forma de darle viabilidad al uribismo, en particular después de los cuestionamientos sobre lo ocurrido con Luis Alfredo Ramos, es moliendo a Santos.
Las Farc quieren que el Gobierno esté tan débil en lo interno que tenga que depender totalmente del avance de la paz para sobrevivir y, por lo tanto, se entregue en los diálogos de La Habana. Además, la Marcha Patriótica se beneficia de las protestas, que nada tienen que ver con su mínima capacidad de convocatoria, para hacerle creer al país que hay un verdadero movimiento de masas que los respalda.
Varios sectores, que viven del proteccionismo, se unen felices a la falacia de que los TLC han empobrecido al campo. Su propósito es apalancarse en ese cuento y que se les permita cobrar lo que quieran por sus productos, les den subsidios o les eliminen la competencia.
Un Estado arrinconado con la Fuerza Pública comprometida en minimizar las consecuencias públicas de las manifestaciones reduce su capacidad de actuar contra los intereses abiertamente criminales. Las retroexcavadoras se quieren esconder detrás de las bateas de la minería artesanal. Los narcotraficantes se quieren mimetizar detrás de los cultivadores de coca. Distinguir quién es quién, y qué quiere con las marchas, es la mejor manera de defender el componente legítimo de la protesta social. De lo contrario, todos van a seguir queriendo pescar en río revuelto.
Díctum. Y a todas estas, ¿dónde están las explicaciones del expresidente Álvaro Uribe sobre tantos y tantos de sus amigos cuestionados por la justicia?
Gabriel Silva Luján
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