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LAREPUBLICA.CO, EDITORIAL
Martes , Julio 9, 2013
El agro perdió la hoja de ruta, pero la solución no es pedir subsidios, ni el Gobierno debe entregar dinero público
Nadie puede desconocer la importancia del sector agropecuario. Su relevancia va más allá del mismo aporte en términos del PIB, pues es evidente su desplazamiento por otros sectores, pero no en términos de suministro de seguridad alimentaria, equilibrio social y como factor determinante de la ocupación del espacio para evitar conflictos internos o agresiones foráneas. En el caso, por ejemplo, de Estados Unidos, la producción de alimentos es asunto de seguridad nacional, lo que implica protección especial y en consecuencia, entrega de recursos a través de subsidios salidos del presupuesto público.
Pese a lo anterior, las protestas de los agricultores es un pan de cada día en el mundo. En la Unión Europea hay reclamos para que la política agrícola sea más justa y ecológica y en Argentina, principal exportador mundial de soya y aceite y tercero de maíz, hay paros periódicos cuestionando al gobierno para que adopte políticas que eviten la supuesta “destrucción del agro”. En el caso colombiano, es evidente que el campo ha venido perdiendo importancia relativa en las cifras económicas y se nota un agotamiento del modelo productivo que no ha evolucionado de acuerdo con las tendencias globales.
Es el caso del café, que mantiene el mismo esquema de producción y comercialización que podría tener validez en un mercado cerrado propio del acuerdo de cuotas, que tuvo vigencia 20 años atrás. Pese a haber cambiado las condiciones, los productores siguen creyendo que es una responsabilidad social la atención de sus problemas. Ahora, caficultores y otros productores han anunciado un paro para presionar al Gobierno a la solución de unas dificultades, que aunque reales, nacen en buena parte de la misma caracterización empresarial que se ha defendido con la complacencia de sus actores.
El país no modernizó el modelo de desarrollo agrícola, como ha ocurrido en otros países, y resulta contundente la pérdida de competitividad frente al mundo. No solo es el tema del café, sino de la mayoría de cultivos y la misma ganadería. La investigación y la tecnología se han rezagado por culpa del Estado y de quienes defienden los intereses del agro. El agro representa 6% del PIB, en tanto que actividades como la minería y el petróleo ya pasan de 8%. No se está recomendando que se abandone el agro y el campo a su suerte. Lo que se debe plantear es que debe haber una correspondencia entre ese apoyo y el esfuerzo por mejorar.
No hay que engañarse. Puede que un paro agrario se conjure con mayores subsidios o transferencias injustas de la sociedad en favor de los necesitados agricultores, pero esta es una visión mediática que no soluciona el problema y que seguramente se repetirá en el futuro.
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