ELESPECTADOR, 13 Jul 2013
Análisis de lo que vendría en el posconflicto
Los trabajos intensos en mano de obra serán determinantes para quienes dejen las armas.
Los sectores que más pueden ofrecerla, porque son los más intensivos en mano de obra, fueron los que menos crecieron en la última década. La producción agropecuaria colombiana, por ejemplo, creció 1,3% promedio anual.
Las negociaciones de paz en Colombia enfrentan la oposición de quienes aduciendo una serie de inconvenientes legales y políticos preferirían acabar con los adversarios antes de negociar con ellos. Esas cuestiones serán resueltas si existe capacidad y voluntad políticas.
La cuestión de la desmovilización
Pero no habrá posconflicto armado si no se resuelve permanentemente la desmovilización de varios miles de personas de las Fuerzas Armadas y de la insurgencia. La de las primeras será, sin duda, progresiva, pero tarde o temprano los involucrados deberán asumir alguna nueva actividad.
Gran parte de ellos son de origen campesino, de tal modo que, seguramente, volverían al campo. Otros se ubicarían en las áreas urbanas constituyendo pequeñas empresas y microempresas. No es sólo cuestión de capacitarlos y proporcionarles un capital inicial. Si sus actividades económicas no les produce un ingreso decoroso no los retendrá y podrían, fácilmente, volver a las armas y constituir bandas criminales, bacrim en Colombia o maras en Centroamérica, con las indeseables consecuencias de crimen y violencia.
Crecimiento y competitividad
Garantizarles ingresos adecuados depende de un crecimiento económico elevado y sostenido que genere ocupación directa o indirecta para superar el actual desempleo y subempleo que afecta alrededor del 45% de la fuerza laboral. Resulta que los sectores que más pueden ofrecerla, porque son los más intensivos en mano de obra, fueron los que menos subieron en la última década: la producción agropecuaria colombiana creció 1,3% promedio anual, las manufacturas 3,3%, mientras que la producción total 4,7%.
Pero producir más bienes hay que vender más. Para ello se requiere ser más competitivo, lo que exige superar tres desventajas que restan competitividad y reducen la posibilidad de exportar o sustituir importaciones: 1) Tasas de interés activas superiores a las internacionales, que elevan costos y reducen oportunidades de inversión. 2) Tasa de cambio revaluada con respecto a la que enfrentan los productores de otros países, que agrava la falta de competitividad. 3) Impuestos elevados respecto a los internacionales, que disminuyen la rentabilidad de las actividades económicas y la inversión.
Inequidad
Debe resolverse también la inequidad en la distribución del ingreso, generada en parte por el problema de la ocupación: Colombia tiene la octava peor en el mundo y la segunda en Latinoamérica después de Haití, según la CIA. Dicha inequidad conspira contra la armonía social que es, además, condición para el crecimiento elevado y sostenido.
Más grave aún. Según un estudio de 2011 de la Universidad de Leiden (Holanda), la aplicación de impuestos en Colombia empeora el coeficiente Gini (que mide la desigualdad en el ingreso entre cero y uno, donde cero representa plena igualdad) de 0.514 a 0.515, y si se consideran impuestos y transferencias fiscales lo mejora muy ligeramente a 0.508. No es el caso del mundo desarrollado, en donde la política fiscal genera mayor equidad. En Alemania, por ejemplo, la aplicación de impuestos reduce el Gini de 0.489 a 0.437, y de impuestos y transferencias a 0.287.
La cuestión fiscal
Lo cual quiere decir que la construcción de la paz pasa por una notoria reforma fiscal. No basta una regla fiscal que asegure un mínimo de equilibrio, sino que se requiere una política tributaria que redistribuya ingreso; es decir, progresividad en las tasas impositivas e impuestos directos como base del recaudo, con tasas menores, pero sin excepciones.
La reciente reforma tributaria postulaba mayor equidad tributaria y neutralidad en la recaudación, lo que implicaba transferencias tributarias de unos a otros grupos sociales. Sin embargo, se alejó de su objetivo al aumentar el impuesto a la renta a las remuneraciones de las clases medias profesionales y continuar otorgando la excepción del mismo impuesto a los dividendos, que constituyen los principales ingresos de los dueños del capital. Se argumenta que así se elimina una doble tributación sobre las rentas de capital; sin embargo, no se la reconoce para las rentas del trabajo, que pagan el impuesto a la renta y el IVA al formar parte del valor agregado.
Se alejó más aún cuando redujo de 30 a 10% la tasa del impuesto a las ganancias ocasionales y mantuvo la reducción del IVA de 16 a 14% en las transacciones realizadas con tarjetas de crédito o débito, que no poseen las personas de menores ingresos!
Se requiere también elevar la recaudación impositiva para financiar un mayor gasto público que permita proporcionar adecuadamente los bienes públicos que la población necesita y demanda, y para superar, en particular, la insuficiente infraestructura que limita la movilización agropecuaria y manufacturera a los mercados. Según el Banco Mundial, mientras los ingresos tributarios promedio anual entre 2001 y 2011 representaron en Colombia el 11,8% del PIB, en Chile representaron 17,3%, en Brasil 15,7% y en Perú 14,1%, para no mencionar los casos europeos con una recaudación entre 30 y 40% del PIB.
Políticas monetaria y de regulación
Se requiere, asimismo, una política monetaria menos restrictiva, que dé liquidez y crédito adecuados a producción y transacciones crecientes, y mantenga la tasa de interés baja y la tasa de cambio devaluada. Y una política de regulación que induzca a los mercados, particularmente de crédito y comunicaciones, a operar en competencia plena; es decir, que elimine opacidad de precios y “fidelidad” forzosa de los consumidores y reduzca asimetrías de información. Se trata en últimas de desarrollar la economía de mercado: crear instituciones económicas modernas y eliminar el rentismo de los dominantes en los mercados.
*Ph.D. Profesor universidad Javeriana.
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