lunes, 8 de julio de 2013

Editorial: ¿Por qué los jóvenes se vuelven criminales?

eltiempo.com,  07 de Julio del 2013

A la delincuencia juvenil, por supuesto, hay que seguir haciéndole frente desde las instituciones. Pero esta no puede ser la única arma.
Siempre que se trata de responder la pregunta de por qué ciertos jóvenes se dejan tentar por la vida criminal suele decirse, con cierto aire de resignación y de condescendencia, que es por la pobreza y la falta de oportunidades. Por eso sorprendió el estudio que reveló el centro de pensamiento Corpovisionarios a principios de esta semana. Según este, la construcción de masculinidades y la búsqueda de estatus y de reconocimiento estarían llevando a una buena cantidad de bogotanos entre los 16 y los 25 años a la delincuencia.
Dicen los investigadores que es un fenómeno latinoamericano. Sucede lo mismo en ciudades como Belo Horizonte, Caracas y México D. F. La tasa de homicidios entre jóvenes es muy superior a la registrada entre no jóvenes porque no solo ha persistido, sino que se ha acrecentado la idea del “macho latino”, que pasa por encima de quien sea con tal de experimentar adrenalina, de conseguir cierto reconocimiento o simplemente probar su hombría. Y no es algo que no solo se da entre los grupos sociales que hacen lo mejor que pueden para sobrevivir a los problemas económicos: pandillas también se encuentran en los colegios más caros de Bogotá.
Quizás lo más contundente del estudio sea el recordatorio de que en el 2012 más de 16.000 mujeres, solamente en Bogotá, fueron a las comisarías de familia a denunciar que habían sido víctimas de golpizas de sus parejas: esa violencia desbordada, perpetrada, en la mayoría de los casos, por jóvenes celosos, conduce de inmediato a la idea de lo lejos que estamos como sociedad de educar a nuestros niños en el respeto del otro y en la realidad de la igualdad de géneros.
A la delincuencia juvenil, por supuesto, hay que seguir haciéndole frente desde las instituciones. Pero esta no puede ser la única arma. Una vez más, a la hora de buscar soluciones duraderas, todo apunta a la educación. Y aquí el reto es encontrar la manera de que cada familia, pero también cada escuela y cada colegio, se cuestione y entienda que en sus manos está superar de una buena vez esa cultura machista, que no cesa. Se trata de fomentar el aprendizaje de una nueva hombría, abierta al afecto, que prescinda de la agresión como forma de realización.

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