lunes, 6 de mayo de 2013

Vergüenza: un magistrado en la picota


Por: María Elvira Samper

"A la tercera va la vencida", debió pensar el abogado Alberto Rojas cuando 60 senadores de la variopinta Unidad Nacional, haciendo oídos sordos a la denuncia por posible evasión de impuestos (lasillavacia.com), lo eligieron para reemplazar a Humberto Sierra Porto en la Corte Constitucional.


Coronaba, por fin, en el alto tribunal, luego de ver frustrado su primer intento de llegar a la magistratura en 2000 y de perder la elección a la Contraloría en 2010.



Pero no fue precisamente por sus credenciales profesionales que ganó la elección (eran mejores las de sus compañeros de terna, Alejandro Linares y Martha Lucía Zamora). En ella primaron la capacidad de intriga, de cabildeo, las palancas, el intercambio de favores, el cálculo político… Si los que intervinieron en su nominación —el Consejo de Estado— y sus electores en el Senado hubieran aplicado los más exigentes filtros para escoger a un jurista de los quilates morales y profesionales que, en teoría, exige una magistratura en la Corte Constitucional, Rojas no hubiera pasado el examen. Habrían quedado al descubierto varios lunares negros en la que debería ser una inmaculada hoja de vida, algunos fantasmas que guardaba en el clóset, esos que, con diligencia, encontraron algunos medios antes y después de su elección: evasión de impuestos, intercambio de favores con congresistas que lo eligieron, investigaciones por fraude y estafa a una viuda… Asuntos muy delicados y razón suficiente para haberse abstenido de considerar su nombre.
Pero no, todo estaba arreglado de antemano. Incluso el Gobierno ayudó al triunfo de Rojas, pues movió un dedo por quien supuestamente era su candidato (Linares). Se había comprometido —según fuentes creíbles—, con la excongresista Zulema Jattin (investigada por parapolítica y celebración indebida de contratos), a mantenerse neutral, a cambio de que ella —que aún tiene mucho poder— ayudara en la Costa a la reelección de Santos. La llave Jattin-Rojas es de vieja data: Rojas fue asesor jurídico de Jattin cuando ella presidió la Cámara de Representantes —época en que firmó el contrato por el que tiene medida de aseguramiento— y Jattin fue jefa de campaña de Rojas para la Contraloría y quien pedaleó para que la Casa de Nariño no se le atravesara a su aspiración para llegar a la Corte. Rojas mintió cuando dijo que ella estaba desaparecida de su vida, pues al día siguiente de la elección celebró con ella y otros amigos.
El clientelismo y la politiquería, que todo lo contaminan y corrompen, y que desde hace unos años vienen desempeñando un papel fundamental en la nominación y elección de los más altos funcionarios de la Rama Judicial y de los órganos de control, fueron decisivos en la elección de Rojas. Qué vergüenza para la justicia que los altos tribunales se hayan convertido en botín político, y qué deshonra para la Corte Constitucional tener entre los suyos a un magistrado en la picota, dando explicaciones poco convincentes sobre graves cuestionamientos y, además, entrampado en mentiras. Simple y llanamente, Rojas no cumple con exigencias fundamentales para el ejercicio de la magistratura: buen crédito en el ejercicio de la profesión e idoneidad moral. No es un ciudadano libre de toda sospecha y eso atenta contra la credibilidad de la justicia.
Nota: Mi solidaridad con el periodista Ricardo Calderón de la revista Semana. Ojalá su caso, como tantos otros, no quede en la impunidad.

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