ELESPECTADOR.COM, 11 Mayo 2013
Por: Felipe Zuleta Lleras
Difícil resulta no escribir sobre el trascendental fallo de la Corte Constitucional que se metió de manera valerosa con las pensiones de los congresistas y de los magistrados de las altas cortes.
Esta sentencia, por años esperada, parecía imposible, pues siempre se pensó que los magistrados de la Constitucional fallarían en contra de poner a los beneficiarios de las pensiones millonarias en igualdad de condiciones a los demás colombianos.
Debemos subrayar que la ponencia del magistrado Jorge Pretelt, tantas veces vilipendiado por diferentes razones, lo hace merecedor de un reconocimiento público. Y, por supuesto, la presencia de los conjueces Manuel José Cepeda, Juan Carlos Henao y Alejandro Venegas fue fundamental para la decisión final.
Ya el hecho de que no pueda haber pensiones superiores a $14,7 millones (contadas unas pocas excepciones), hace que al menos, en teoría, Colombia sea un país más equitativo. Eso, por supuesto, teniendo en cuenta que más de 1,5 millones de compatriotas no tienen pensión y otro tanto la tienen con menos de dos salarios mínimos.
Pero la decisión fue más allá al ordenar la reliquidación de casi 1.000 pensiones, no todas ellas adquiridas de manera fraudulenta. Muchas sí, como aquellas a las que se hicieron beneficiarios muchos magistrados que entraron por tres meses y se pensionaron con el último salario más alto, por lo demás. Éstas, ha dicho el alto tribunal, serán investigadas por los órganos de control y el Ministerio de Trabajo en un plazo no mayor al 31 de diciembre de este año.
No pretendo hacer un resumen de lo sentenciado, entre otras cosas, porque todavía no se conoce el texto integral de la providencia, pero llamo la atención sobre la esperanza que despertó la Corte con este fallo. En un país de componendas, en donde casi todo se negocia, resulta una sorpresa que un grupo de ciudadanos de bien se haya dado semejante pela para hacer de Colombia una sociedad más justa, al menos en lo que toca con el tema de pensiones.
Desde 1994 congresistas y magistrados, torciéndoles el pescuezo a la Constitución y a la ley, se hicieron a pensiones grotescamente millonarias sin que nadie se hubiera atrevido, hasta ahora, a ponerles un tatequieto.
Con cuánta impotencia y rabia nos enteramos durante todos estos años de las vagabunderías de algunos para tumbar al Estado y a nosotros los ciudadanos quienes, finalmente, somos los que pagamos esas pensiones con nuestros impuestos y contribuciones al otrora Seguro Social (hoy, fracasado Colpensiones). Este tipo de decisiones son las que nos hacen pensar que en Colombia todavía hay gente berraca y decente en las cortes. Eso parece un milagro de Santa Laurita en un país en donde se roban hasta los huecos. La verdad, cuando empezamos a conocer los lineamientos de la sentencia, les confieso, pensé que estaba viviendo en otro país. Pero no y, tal vez, lo digo con alguna tranquilidad. ¡En buena hora Colombia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario