Portafolio.com, Mayo 28 de 2013 - 7:07 pm
El
reciente congreso del Pacto Global dejó claro que los países emergentes
necesitan medir la riqueza cualitativa para lograr avances estructurales.
El
fenómeno de la corrupción no da espera, cada colombiano que se salta su lugar
en la fila o mueve una influencia para lograr un objetivo, de alguna manera
contribuye, con la problemática. Por supuesto, la gran justificación sigue
siendo la falla del sistema, que no funciona como se quisiera y, entonces, cada
ciudadano se ve obligado a hacer uso de los atajos; y esa es apenas la semilla,
los grandes escándalos de corrupción en el panorama nacional y distrital dan
cuenta de ello.
La
realidad es que no son todos, como se afirma, ni son tantos, como se piensa,
pero el fenómeno de la corrupción sí es claramente un eje vertebral que
requiere una intervención urgente para que en Colombia se pueda apuntar hacia
el desarrollo y, desde luego, hacia un proceso de paz exitoso. ¿Cuál debe ser,
entonces, el primer paso real para el cambio?
La
gran conclusión de este encuentro sobre sostenibilidad empresarial entre varios
de los actores que participaron fue precisamente la de construir indicadores
que midan el fenómeno en detalle. Más allá de la economía subterránea que
encierra la problemática, se requiere integrar a las instituciones públicas y
privadas en lo relacionado con mejores prácticas corporativas, los presupuestos
ejecutados con garantías de transparencia, los montos de inversión en ética y
cultura, además de la mejora sustancial de los salarios para los funcionarios
públicos.
Que
no se diga que en el sector privado no hay corrupción, pues hay tanto en un
lado como en el otro, y es tan grave la situación en las dos partes que la
agenda noticiosa reciente, asociada con los temas de la reforma a la salud, ha
sido prueba de ello. El momento histórico por el que atraviesa el país en lo
que tiene que ver con el proceso de paz es la perfecta oportunidad para
impulsar el cambio estructural que se requiere y la perfecta excusa para que
los colombianos nos sacudamos la enfermedad.
En
ese sentido, medir aquella riqueza cualitativa que representa la capacidad de
los colombianos de bien de rechazar la corrupción y las malas prácticas, y de
reconocer el papel del Estado frente a los requerimientos sociales de la
ciudadanía, además de la construcción de un ambiente que incentive la
transparencia, es fundamental para generar una fórmula anticorrupción.
Ningún
modelo económico funciona con una enfermedad tan arraigada a los procesos de
contratación pública, a las prácticas de algunos funcionarios, a unos sectores
de la empresa privada y a aquellos ciudadanos que por ‘dárselas de vivos’ se
pasan un semáforo en rojo, no pagan la cuenta u ofrecen dinero a cambio de un
lugar privilegiado. La paz pasa por el fin de la guerra y esta, a su vez, por
la lucha en contra de la corrupción. Todos tenemos responsabilidad, ustedes
deciden.
Juan Manuel Ramírez Montero
Consultor
privado
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