martes, 28 de mayo de 2019

Europa, cátedra de nacionalismos




Por: Rafael Orduz

Durante décadas, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, los europeos occidentales comprendieron que lo mejor era la colaboración. Unidos por el peligro que representaba la Unión Soviética y devastados por la destrucción y los dolores de la guerra, con nuevo hegemón, los Estados Unidos, se vieron obligados a superar rencores y nacionalismos para asociarse.
Primero, alrededor del carbón y el acero (París, 1951) y, luego, a partir de los acuerdos de Roma (1957), origen de la Unión Europea, se dieron pasos gigantescos, sobre todo por la decisión de cooperación entre dos archienemigos históricos: Francia y Alemania. De los seis firmantes iniciales, hoy la Unión cuenta con 28 miembros, 11 de los cuales, antes del 89, estaban al oriente de la cortina de hierro.
El Reino Unido, el otro grande, sólo adhirió hasta 1973. El liderazgo británico consideraba que con sus antiguas colonias le bastaba. Sin embargo, el milagro económico, no sólo alemán occidental, sino el que se daba en los demás miembros fundadores, sumado a su mediocre desempeño lo persuadieron.
Lo anterior, para contrastar, hoy, con el despliegue de poderosas fuerzas centrífugas en buena parte de los países de la Unión. El impacto de la crisis financiera del 2008, lanzando al desempleo a decenas de millones, ha jugado un papel. De ahí a la xenofobia, a la convicción de que la inmigración atenta contra la identidad nacional en países como Hungría, Croacia, Holanda o Alemania, hay un paso.
Únanse a lo anterior otros ingredientes y se obtienen las plataformas de nuevos movimientos de extrema derecha como la eurofobia, el rechazo a la población LGBT, las campañas contra el aborto y la fobia antimusulmana y se obtienen los éxitos de nuevos movimientos, como el de Alternativa para Alemania (AfD).
Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo ratifican la tendencia a la desunión. Aunque los resultados están lejos de ser homogéneos, hay que resaltar que en países como Francia, Italia, Hungría, Polonia y el Reino Unido (en trance de resolver cómo tramita el brexit, proceso que ya cobró la cabeza de la señora May) ganó la extrema derecha.
Nigel Farage, que creó el Partido del Brexit, le dio una tunda tanto a conservadores como a partidarios de la permanencia, así como la causa de la señora Le Pen ha castigado a Macron.
Es cierto: el PSOE español y los socialistas portugueses triunfaron, así como los verdes alemanes tuvieron un buen desempeño, aunque también la derechista AfD; a pesar que el partido de Ángela Merkel triunfó, su socio en la coalición, el SPD, va como los cangrejos. Coincide la tendencia con hechos prácticos: a los judíos alemanes se les recomienda no llevar la kipa.
Sabor agridulce: centroderecha y centroizquierda perdieron su mayoría absoluta en el europarlamento y se fortalecen partidos a la derecha, la izquierda y de la franja verde. El liberalismo, en conjunto, a la baja.
Hoy resulta políticamente correcto revisar conceptos como el Holocausto y oponerse a la construcción de mezquitas.


Reflexiones al tema pensiones
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