martes, 26 de junio de 2018

¿Por qué la Corte Constitucional apoyó al Gobierno en el aporte de salud a pensionados?

dinero.com, 6/22/2018

Por qué la Corte Constitucional negó rebajas de aportes en salud

Hace un año el Gobierno había objetado un proyecto de Ley que aprobó el Congreso y que buscaba reducir el aporte de los pensionados al sistema de salud. Esta semana la Corte Constitucional le dio la razón al Gobierno.

En un segundo intento por reducir el aporte que hacen los pensionados al sistema de salud desde el 12% actual hasta apenas 4%, el Congreso logró aprobar a mediados de 2017 un proyecto de Ley que ordenaba dicha modificación.
Sin embargo, el proyecto de Ley no contaba con la aprobación del Gobierno, uno de los requisitos que establece la Constitución cuando se trata de proyectos que pueden comprometer las finanzas del país, y de acuerdo con las objeciones del mismo, también habría tenido irregularidades en la votación de su informe de conciliación ya que los proyectos aprobados por la Cámara de Representantes y el Senado eran diferentes.
Dado que el Gobierno objetó el proyecto de Ley, la Corte Constitucional tenía la última palabra sobre el mismo y para tomar la decisión que publicó esta semana, apenas 6 días antes que se le vencieran los términos para hacerlo, tomó en cuenta los argumentos tanto del Congreso como del Ejecutivo y un concepto de la Procuraduría General al respecto.
La Procuraduría General le indicó a los magistrados de la Corte Constitucional que, contrario a lo alegado por el Congreso, el Gobierno sí cumplió con los tiempos establecidos para presentar su objeción al proyecto de ley que recibió tras la aprobación del informe de conciliación en la Cámara de Representantes y el Senado.
Además, ambas cámaras habían aprobado el informe de objeciones presidenciales.
Sin embargo, la Procuraduría calificó las objeciones del Gobierno como “infundadas” y agregó que los argumentos del mismo se habrían podido utilizar para que, en lugar de negar el proyecto, este fuera aplicado con una modulación o advertencia de “incidente fiscal”, para no afectar las finanzas del país.
Además, añadió que el argumento sobre el costo que tendría el proyecto de Ley, que el Gobierno calculó en $100 billones durante 20 años, debe ser solucionado en conjunto pues se trata de una falta de herramientas del legislativo para conocer con exactitud la sostenibilidad fiscal del país.
Pero hay otros argumentos que también evaluó la Corte Constitucional. Por ejemplo, que en la Cámara de Representantes se aprobó un proyecto que incluía dentro de la exención tributaria a todos los pensionados, sin importar si se trataba de jubilados de altos ingresos, y el Senado no tuvo la oportunidad de reducir el beneficio únicamente a aquellos de bajos ingresos.
Además, está el principio de solidaridad del sistema de salud. Es decir, que todos los cotizantes aportan el mismo porcentaje y el valor se incrementa conforme son mayores los ingresos y finalmente todos deben recibir la misma atención. De este modo, los pensionados también deben aportar al sistema y apoyar su sostenibilidad pues es conocido también que tiene un déficit que también será un reto para el próximo gobierno.

Reflexiones al tema pensiones

lunes, 25 de junio de 2018

Las cifras de la ‘bomba’ pensional que recibirá el nuevo Gobierno


23 de junio 2018 

Ahorro pensional
14,7 billones de pesos, son los recursos que se destinan para subsidiar pensiones jugosas.
Foto: 
Andrea Moreno / Archivo EL TIEMPO
Minhacienda advierte que aún se subsidian jugosas pensiones y que el sistema está por colapsar.

En el empalme entre el presidente electo Iván Duque y el saliente Juan Manuel Santos uno de los temas que se está abordando con pinzas es el de lasostenibilidad del sistema pensional, que requiere con urgencia medidas de choque, so pena de que colapse en un mediano plazo.
Así lo señala un reciente documento que preparó el Ministerio de Hacienda, en el que en líneas generales advierte que el país continúa subsidiando un paquete de jugosas mesadas. Y aunque no lo menciona, la mayoría las reciben excongresistas y exmagistrados de la República.


Según cifras oficiales que se pusieron en conocimiento de Duque, para cubrir esas mesadas que representan tan solo el 20 por ciento del total de pensionados, se deben sacar del erario anualmente al menos 14,7 billones de pesos, el equivalente a unos 1.000 millones de pesos por persona. 

Uno de esos casos es el de Fernando Rueda Franco, quien como suplente del senador liberal Luis Guillermo Vélez, fue congresista por 49 días y echando mano de una demanda, hoy apelada, obtuvo mesada de legislador: 19,5 millones de pesos. Y con montos como el de él, pero cumpliendo con los tiempos legales laborados, se pagan más de 700 pensiones que también reciben subsidio. 

El único intento para controlar ese desangre es el fallo de la Corte Constitucional, del 2013, que puso un techo de 25 salarios mínimos para el reconocimiento de las pensiones más altas. Pero el Ministerio de Hacienda advierte que el Consejo de Estado ha venido emitiendo sentencias a favor de exmagistrados con una nueva jurisprudencia, que dispara esas mesadas al último sueldo percibido.

“El costo (de esos fallos) ascendería a $ 59,1 billones en valor presente neto adicionales al valor actual, es decir el 7,67 por ciento del PIB a precios del 2017”, dice el oficio de Hacienda.

Más prole
Pero esa no es la única vena abierta en el tema pensional por cuenta de fallos judiciales. La cartera de Hacienda señala en su informe que jueces y hasta las altas cortes no solo siguen modificando los parámetros de pensión, sino que además están extendiendo esa gabela a la familia de crianza de los beneficiados. 


En efecto, hay fallos en los que incluso se les extiende el beneficio de pensión de sobreviviente a los nietos de actuales y futuros pensionados. En caso de que estas decisiones queden en firme, le valdrían al Estado el 1,75 por ciento del PIB, es decir 14,3 billones de pesos. 

Y hay algunos casos en los que los beneficiados tienen apenas 14 años, lo que significa que el Estado –a costa de los contribuyentes– les tendría que pagar esa mesada casi de por vida.



La sostenibilidad del sistema también está en juego por cuenta de varias iniciativas que cursan en el Congreso, cuyo impacto sumado podría superar los 300 billones de pesos. Una de ellas, del congresista de ‘la U’ Mauricio Lizcano, es el de reducir el número de semanas que requieren las mujeres para pensionarse, pasando de 1.300 a 1.150. Esa consideración de género le valdría al erario 70 billones de pesos más. 


Y hay otra iniciativa, del senador del Polo Alexánder López, que también golpearía las finanzas del Estado. Esta busca que las mesadas se reajusten mensualmente con base en el salario mínimo y no con el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Si el gobierno Duque no ataja esa propuesta con sus aliados en el Congreso, podría valer 101 billones de pesos adicionales. 

A este panorama se une el hecho de que desde el 2004 el Estado no cuenta con reservas para el financiamiento de las mesadas. Esto ha obligado al Gobierno a sacar del Presupuesto General de la Nación una cifra anual de cerca de 40 billones para garantizar su pago. Y los giros que actualmente hacen los casi 8 millones de aportantes a la seguridad social también se usan para cubrir las mesadas activas.
Hay algunos casos en los que los beneficiados tienen apenas 14 años, lo que significa que el Estado –a costa de los contribuyentes– les tendría que pagar esa mesada casi de por vida.
La salidas

Aunque el documento del Ministerio de Hacienda no lo menciona, es obvio que el mensaje para Duque es el de la urgencia de una reforma pensional, a la que los últimos gobiernos le han sacado el cuerpo. De hecho, el tema es tan impopular que se esquivó durante la campaña presidencial, pero el mandatario electo lo tuvo que abordar. Incluso ya habló de la necesidad de una cirugía a fondo.

El reto más grande que tenemos es ampliar la base de cotizantes, porque hoy hay 22 millones de personas ocupadas y menos de 8 millones son las que están cotizando a pensión y salud”, dijo Duque en una reciente entrevista con el diario ‘Portafolio’.

Y hay un dato que impresiona aún más: de los 2 millones de pensionados, 1’060.000 reciben una mesada de un salario mínimo. El resto oscila entre 1,5 millones y 19,5 millones de pesos mensuales. 

Sobre el tema de los subsidios, el presidente electo admitió que “la mayor concentración se está yendo hacia la población más rica y deberíamos buscar que se fueran a quienes más lo necesitan”.

No mencionó, sin embargo, cómo lo hará y tampoco habló de la ampliación de la edad de retiro que estamentos como la Ocde le han pedido a Colombia analizar, insinuando que incluso sea la misma para mujeres y hombres.

En todo caso, Iván Duque prometió que una vez evalúe todas las cifras que ha recibido en las reuniones de empalme, incluidas las pensionales, le presentará al país los lineamientos de los ajustes que va a ejecutar.


UNIDAD INVESTIGATIVA
u.investigativa@eltiempo.co
En Twitter: @uinvestigativa


‘Necesitamos una sociedad deliberativa, no que se limite a votar'


Ganadora del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos, doctora ‘honoris causa’ por ocho universidades y profesora visitante de Notre Dame (Estados Unidos) y Cambridge (Reino Unido), Adela Cortina ha sido definida por la prensa como una ‘activista de la ética’.
En el 2008 se convirtió en la primera mujer en ingresar a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España y el mundo ha comenzado a conocerla cada vez más desde que se inventó la palabra ‘aporofobia’: un término que acuñó para definir el odio o rechazo al pobre, es el título de su más reciente libro (editado por Paidós) y terminó siendo elegido como palabra del año 2017 por la Fundación del Español Urgente.


De discurso torrencial y sonrisa permanente, es de los optimistas que creen en la capacidad humana para la colaboración y la regulación institucional. Y reconoce que algo de su presente ya estaba en la infancia, cuando escuchaba el ‘Himno a la alegría’, de la ‘Novena Sinfonía’ de Beethoven: “Fue la primera gran obra que me marcó de pequeña. Es el himno a la fraternidad”. ‘La Nación’ la entrevistó en Buenos Aires, a donde viajó para participar en un encuentro de las Academias de Ciencias Morales y Políticas de América Latina.

¿Qué significa ser una ‘activista de la ética’?

Creo que es importante dejar el mundo mejor que como nos lo hemos encontrado. El otro día tuve una experiencia muy bonita dando una charla. Primero habló un científico y luego yo, que hablé desde la ética. Entonces, uno de los asistentes dijo: Las ciencias nos deslumbran y la ética nos alumbra’. Me pareció una idea estupenda. Efectivamente, hoy en día hay una cantidad de oportunidades que nos dan las ciencias y las técnicas, y ojalá que haya más, que avancen, pero siempre desde la ética, que es la que permite que todos esos avances nos lleven a transformar la realidad, a mejorarla. En 1948, en la famosa Declaración Universal de los Derechos Humanos, se dijo que todo hombre tiene dignidad, y que hay que poner a su servicio los avances económicos y tecnológicos. En ese sentido soy una activista de la ética: entiendo que hay que poner todo al servicio de la dignidad de los seres humanos y de la no destrucción de la naturaleza.

Usted es una gran divulgadora de temáticas filosóficas. ¿Cree que hoy vivimos una suerte de hambre por estas cuestiones?

Hay un hambre total. Cantidad de gente que pide conferencias, charlas, grupos de reflexión. Pero no solo quieren que venga una persona y les hable, sino que quieren después dialogar, debatir, discutir. Y eso es lo importante, porque ¿a quién le toca reflexionar sobre los problemas éticos? A los ciudadanos. Se trata de cómo los humanos nos entendemos con dos valores que creo fundamentales: la justicia y la felicidad.

¿Cómo encarnar, en este momento, esos dos valores?

Esquematizando mucho, diría que la ética trata de unirlos. Todos los seres humanos deseamos ser felices. Lo que pasa es que la felicidad es un proyecto de vida muy personal; no puedo decirles a los demás cómo tienen que intentar serlo. Pero hay otro lado de la ética que sí es exigible, que es la justicia. La justicia no es cuestión de invitación, sino de exigencia. El hecho de que en este momento haya millones de personas que mueren de hambre o que haya unos niveles de pobreza extraordinarios es, sencillamente, injusto. En el ámbito de las injusticias, ya no es cuestión de decir ‘deberías hacerlo de otro modo’ o ‘no me parece bien’, sino de ponerse a hablar en serio, porque eso tiene que cambiar.

¿También habría que preguntarse si es posible ser felices sabiendo que otros padecen?

Efectivamente, habría que desarrollar conceptos de felicidad en los que no pudiéramos ser felices si los otros no tienen las mismas opciones que nosotros mismos. A mí me parece que la gran solución para nuestros días es desarrollar una gran virtud, que es la compasión. Que no es solamente la capacidad de ponerme en el lugar del otro, sino de hacerlo y además comprometerme a sacarlo de ahí.

La felicidad es un proyecto de vida muy personal; no puedo decirles a los demás cómo tienen que intentar serlo.

Usted mencionó la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. ¿En qué quedó ese legado de la posguerra?


Las realizaciones deberían estar a la altura de las declaraciones: si realmente creemos que todos los seres humanos tienen dignidad y derecho a la vida, a expresarse libremente, a tener un trabajo, tenemos que estar a la altura. No digo que no se haya progresado; de hecho, la esclavitud no está permitida, varones y mujeres, se dice, debemos ser tratados igualmente (sonríe, cómplice)… Pero queda mucho por andar. La verdad es que, desde hace dos siglos por lo menos, la humanidad tiene una cantidad de medios y bienes suficiente para que nadie pase hambre. Tenemos una cultura, desde 1948, para saber que todos debemos ser tratados como iguales. 

Pero ¿qué ocurre a la hora de las realizaciones? En los seres humanos hay dos tendencias: la tendencia al egoísmo y la tendencia al altruismo. Desgraciadamente la tendencia al egoísmo tiende a triunfar. Lo cual es una tontería, porque ser egoísta es poco inteligente.

¿En qué sentido?

Se suele entender que la racionalidad humana consiste en maximizar el beneficio, caiga quien caiga. Incluso la racionalidad económica. Ese es el egoísta: el que en todas sus jugadas intenta obtener el máximo, le pase lo que le pase al otro. Creo que el neoliberalismo ha asumido la costumbre desafortunada de decir que somos individuos egoístas, y que la maximización del beneficio es lo nuestro... eso me parece una ideología. No es verdad. Somos seres que nos hacemos unos con otros, y el que es cooperativo está trabajando por el otro y por sí mismo. Es mucho más inteligente.

Sin embargo, todo en nuestra cultura parece conspirar contra este enfoque...

Bueno, sucede que el propio Darwin, cuando estaba escribiendo ‘El origen del hombre’, se retrasó en su publicación porque se encontró con el llamado “misterio del altruismo biológico”. Desde la perspectiva original de Darwin, los altruistas tendrían que desaparecer, porque solamente el que está muy preocupado por su propia preservación tendría que prevalecer en la lucha de la vida. Pero se llegó a la conclusión de que en los grupos pequeños lo que la gente valora enormemente es a los altruistas. En estudios muy interesantes de antropología evolutiva se descubrió la importancia que en los seres humanos tiene la tendencia a la cooperación. La de estar dispuesto a dar a los otros, siempre que puedas, de alguna manera, y también recibir. El mecanismo de la reciprocidad. Entonces, una cosa es el egoísmo asilvestrado, que es la clave del capitalismo, y otra cosa es un sistema contractual: te doy, tú me das, nos devolvemos, construimos... esa segunda tendencia en los seres humanos me parece mucho más interesante.

¿Y qué hacer con la corrupción?

La corrupción es una lacra, un atentado contra el Estado y el bien común. Creo que es una buena noticia –pienso en España– que los casos de corrupción se descubran y que los jueces actúen, impongan penas y la ciudadanía se dé cuenta de que el Poder Judicial actúa. Y que las personas que se corrompen se den cuenta de que no hay impunidad. Porque en los regímenes autoritarios y totalitarios por supuesto que hay corrupción, muchísima, pero ni sale a la luz. Es una desgracia que la corrupción exista, pero en los países democráticos sale a la luz, los jueces toman medidas y la castigan.

Esto convive con ciudadanías que desconfían de las dirigencias políticas...

Lo vamos viendo cada vez más: el poder político acumula tal cantidad de poder que muchos quieren optar a él sencillamente por enriquecerse, acumular puestos y poder económico. Por eso creo que la ciudadanía acierta cuando piensa que muchos de los políticos piensan solo en su propio bien y no les interesa demasiado el bien común. Se está viendo demasiado esa escisión entre los políticos y lo que es el bien de la gente. En una ocasión, una socióloga argentina dijo algo que me gustó mucho. Estaban en elecciones y dijo: “El problema es que no buscamos un presidente, buscamos un salvador”. Me pareció muy lúcido. Los políticos no tienen que ser salvadores ni hacer promesas de utopías maravillosas. Tienen que poner las bases de justicia para que los ciudadanos lleven adelante sus proyectos de felicidad. Hay una sociedad civil riquísima, médicos, abogados, medios de comunicación, una parte importantísima de la sociedad que queda oscurecida; los ciudadanos tendrían que estar muy atentos, seguir de cerca a los políticos, ver si efectivamente cumplen con los compromisos que han asumido, e impulsar leyes de transparencia. Necesitamos una sociedad civil que delibere, debata, no se limite a votar cada cuatro años, sino que cree una riqueza de discusión y reclame responsabilidad a la política.

En Argentina, la reciente discusión por la legalización del aborto generó una enorme movilización de la sociedad civil. ¿Qué opina de que nuestras demandas al poder político suelan dirimirse en las calles?

Salir a la calle está bien, y hay que hacerlo para expresar claramente que no estamos de acuerdo con algo, pero lo que debemos cultivar es la deliberación, la discusión, el intercambio de argumentos. Lo que no puede ser es que porque no estamos de acuerdo con algo salgamos a la calle sin más. Es muy sencillo decir ‘no estoy de acuerdo’, pero lo que hay que hacer es tener argumentos, propuestas. No sé si es muy utópico, pero es el camino. Hacia allí hay que ir.

Somos seres que nos hacemos unos con otros, y el que es cooperativo está trabajando por el otro y por sí mismo. Es mucho más inteligente.
Autora de obras sobre ética y sociedad
Adela Cortina Orts nació en Valencia, España, en 1948. Es catedrática de ética y filosofía política en la Universidad de Valencia. Entre otros, escribió ‘Ética de la razón cordial’, ‘Por una ética del consumo’ y ‘Aporofobia: el rechazo al pobre’. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo con ‘¿Para qué sirve realmente la ética?’

DIANA FERNÁNDEZ IRUSTA
LA NACIÓN (Argentina) - GDA
En Twitter: @LANACION

Los mitos y las realidades del sistema pensional colombiano

PORTAFOLIO,  JUNIO 12 DE 2018 
Pensión
Durante el presente año, el Gobierno nacional va a gastar 41,2 billones de pesos
 en fondear 2,1 millones de pensiones.
DAVID SÁNCHEZ/ EL TIEMPO

Bajo el modelo actual, en algunos casos el gobierno subsidia la pensión de una persona que se retiró con un salario alto, hasta por $1.000 millones.

Un buen amigo me decía el otro día que me había convertido en el médico al que no le importa darle las malas noticias a la familia del paciente. Mi amigo me lo dijo con connotación negativa, pero creo tiene toda la razón, los años me han convertido en una persona mucho más directa y a la que no le importa dar malas noticias.


Exactamente eso es lo que pretendo lograr en esta columna. Estimado compatriota, yo le voy a contar la verdad sobre el sistema pensional colombiano: nuestro sistema es perverso, es una verdadera vergüenza. Pero, ojo, no por el lado que lo vende el progresismo criollo, al que le encanta echarles la culpa a los fondos de pensiones privados, sino por la vagabundería que es el sistema de reparto, mejor dicho, el sistema gubernamental (público) de pensiones. 



Fíjese en este número, apreciado lector: durante el 2018, el estado colombiano va a gastar 919 mil pesos en atender un paciente, gastará 3,9 millones de pesos en educar a un niño y gastará 19,6 millones de pesos en subsidiar una pensión. Mejor dicho, el estado va a gastar 21 veces más pagando pensiones que atendiendo el costo de lidiar con los enfermos. 
Otros números patéticos: durante el 2018 el Gobierno nacional va a gastar 41,2 billones de pesos en fondear 2,1 millones de pensiones en un país donde hay más de 6 millones de adultos mayores, y va a gastar solo 1,9 billones de pesos en agua y saneamiento, que beneficia a casi 10 millones de personas. 

Pero es aún más grosero este número: el estado colombiano va a gastar 1,4 billones de pesos en darle algo de sustento mensual a 1,5 millones de adultos mayores en Colombia para evitar que caigan por debajo de la línea de la indigencia,mientras gasta 41,2 billones, 30 veces más, en subsidiar 2,1 millones de pensiones. 

Yo no sé a usted, pero a mí me hierve la sangre cada vez que releo estos números. Muchos colombianos a veces no entienden que los recursos son limitados. Mejor dicho, si gastamos tanto en pensiones hay menos para educación y salud. La verdad no es tan difícil, o no debería serlo al menos, entender esta cuestión. ¿Ahora, por qué razón es que tenemos semejante sistema tan absurdo? Por una sencillísima razón: el sistema de pensiones de reparto (el público) es totalmente obsoleto. 

Me explico: los altos niveles de informalidad que existen en Colombia, el incremento de la longevidad de las personas gracias a los avances de la ciencia, y la impresionante caída en el crecimiento de la población que se ha evidenciado en las últimas décadas, algo que implica que no hay suficientes jóvenes subsidiando las pensiones de los mayores actuales, implican que el sistema de reparto no da más.

Además, como el sistema de reparto está tan mal diseñado en Colombia, gran parte de las pensiones altas que reciben algunos privilegiados en el país están casi completamente subsidiadas por el estado, mejor dicho, por usted, por sus impuestos. Quizás crean que es un mal chiste (no lo es), pero bajo el sistema actual en algunos casos el gobierno subsidia la pensión de un individuo que se retiró con un salario alto hasta por más de mil millones de pesos. Sí, 1.000 millones de pesos. ¿A ustedes no les parece eso una aberración cuando hay tanto niño en Colombia pasando hambre? ¿Qué hay que hacer para acabar con esta barbaridad? 

Algunas prioridades: primero, hay que trabajar diligentemente en incrementar la gente que cotiza para pensión y de esa forma reducir el tamaño de los subsidios del Gobierno central a las pensiones; segundo, toca entender de una vez por todas que el régimen de pensiones de reparto es inviable porque la población se está envejeciendo y los millenials no quieren tener hijos; y por último, cambiar la fórmula que se usa en Colombia para calcular las pensiones que recibirán los futuros pensionados (cambiar la fórmula pasando a calcular la pensión basada en el promedio de salarios de toda la vida laboral y no solo de los últimos 10 años). 

¿Por qué razón es necesario eso? Porque ‘No puede ser’ que la pensión máxima en Alemania sea de 2,100 Euros al mes cuando en Colombia es de 5,900 Euros. 
Seamos serios, ¿a quién diablos le cabe en la cabeza que es lógico que la pensión de vejez en Colombia sea tres veces más alta que en Alemania?


Alberto J. Bernal-León
Columnista invitado
Jefe De Estrategia, XP Investments
Twitter: @albertobernalle



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