La gobernabilidad para esta segunda etapa será
más compleja.
El éxito o fracaso de Santos dependerá de los
resultados del gabinete y de la Unidad Nacional.
El presidente Juan Manuel Santos con su vicepresidente, Germán Vargas Lleras. / AFP
En un clima político muy diferente al que tuvo cuando comenzó su primer cuatrienio, el presidente Juan Manuel Santos cuenta con una lista de aliados y otra de opositores a su proyecto. El éxito de su agenda de paz y reducción de las desigualdades dependerá, en buena medida, de sus escuderos en la Unidad Nacional y del fracaso de una nueva oposición de derecha con fuertes liderazgos.
Germán Vargas Lleras, desde ayer vicepresidente, fue clave en el primer cuatrienio santista y quiere, en buena parte por sus propias aspiraciones políticas, ser protagonista en el segundo. Durante la campaña que condujo a la reelección, cuando se la jugó a fondo en las correrías regionales, quedó claro que se convertirá en un “vicepresidente ejecutor”, como él mismo manifestó. Y aunque deberá comprometerse con cumplir la agenda de derechos humanos, en un momento crucial del conflicto, su papel principal será coordinar un salto en materia de infraestructura, vivienda y servicios públicos básicos.
Quien deberá responder por el manejo político será el liberal Juan Fernando Cristo. El expresidente del Congreso, recién designado ministro del Interior, tiene el reto de armonizar las relaciones con el Legislativo para que proyectos claves como el reequilibrio de poderes, la reglamentación del Marco Legal para la Paz, las reformas a la justicia, la educación y la política, tengan buen curso. También será clave para fortalecer la Unidad Nacional de cara a las elecciones locales de 2015 y para enfrentar los embates de las oposiciones de izquierda del Polo Democrático Alternativo y derecha del uribista Centro Democrático.
En la arena del conflicto, para mantener la ventaja militar sobre las guerrillas, seguirá uno de los hombres de confianza del jefe de Estado, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón. Al tiempo que él deberá conducir la guerra, en La Habana, dos personajes deberán mantener el ritmo de las negociaciones con las Farc: Sergio Jaramillo, comisionado de Paz, y Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno.
De la misma manera, los partidos de la Unidad Nacional —la U, Cambio Radical y Liberal— tienen el compromiso de imponer la ahora reducida mayoría para tramitar la agenda legislativa del Gobierno y de hacerle frente a la oposición y a la “independencia crítica” de la Alianza Verde y algunos conservadores. El diálogo y la conciliación con los líderes de esas bancadas serán la fórmula para garantizar el éxito de Santos en el Congreso, aunque está claro que será necesario andar los caminos de la confrontación.
En la orilla de la oposición, la figura más sobresaliente es el senador y expresidente Álvaro Uribe, quien lidera una bancada numerosa y capaz de desestabilizar la agenda de un oficialismo que, a diferencia de su naturaleza durante la legislatura anterior, no es aplastante. Sus posturas contra las negociaciones de paz, el manejo de la seguridad y de la política regional, marcarán polémicas constantes durante el cuatrienio. El exmandatario ya dejó ver el nivel de hostilidad que mantendrá, al no asistir a la posesión de ayer.
Otros liderazgos en la oposición, pero ideológicamente opuestos a Uribe, son los de los senadores Jorge Robledo, el mejor conductor de debates de control político en el actual Congreso, y Claudia López, capaz de concertar pero férrea en sus posturas políticas, o el mismo Iván Cepeda, quien será un aliado fundamental del Gobierno, exclusivamente, en la consecución de la paz y crítico en asuntos sociales. Ese será el escenario en el cual tendrá que gobernar el reelecto presidente Juan Manuel Santos, quien sabe que ha hecho una apuesta alta por la paz y que las críticas permanentes de la oposición pueden minar su gobernabilidad.
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