El Gobierno tiene que prepararse para lograr un país en paz, equitativo y educado, con las Farc o contra ellas.
Santos expuso claramente los objetivos centrales de su segundo gobierno: un país en paz, con equidad y mejor educado. Y aseguró que, como debe ser, perseguirá esos objetivos con las Farc o contra ellas. Construir una sociedad equitativa y educada tomará más de una década de esfuerzos continuos y dependerá poco de que se firme o no el acuerdo en La Habana. Construir un país en paz no será fácil en ningún caso, pero será más difícil sin acuerdo.
Aun con un acuerdo razonable, subsistirán los problemas de seguridad ciudadana, las ‘bacrim’ y el narcotráfico. Más aún, es probable que los frentes más ligados al narcotráfico no se allanen a lo firmado y que una fracción de los guerrilleros desmovilizados se reincorpore a bandas criminales, como sucedió con los paramilitares. Resulta ingenuo pensar que la firma de un acuerdo disminuirá drásticamente los problemas de seguridad a corto plazo, o que permitirá bajar el gasto militar de inmediato para destinar esos recursos a programas sociales. Aunque sí facilitará lograr ambos objetivos a mediano plazo. Y será mucho más arduo conseguirlos si no hay acuerdo y las Farc siguen cometiendo atrocidades, pues habrá que redoblar los esfuerzos en seguirlas debilitando y reducirlas a una mínima expresión. Sería lamentable que, después de que el país votó por el primer camino, ‘Timochenko’ y sus muchachos obliguen al Gobierno a optar por el segundo (¡cómo se relamería de gusto Uribe!).
Santos II, como Santos I, tendrá que prepararse para ambos escenarios. Por eso es indispensable continuar la presión militar sin tregua, y por ello fue bien recibida la confirmación de Pinzón en Defensa. Por eso la política exterior tiene que seguir concretando el apoyo de la comunidad internacional al proceso de paz, pero al mismo tiempo aislando cada vez más a las Farc de sus viejos soportes. Un difícil balance que ha logrado bien la canciller Holguín.
Los programas de reparación de víctimas, restitución de tierras, construcción del posconflicto en las áreas recuperadas a la guerrilla y los paramilitares, y lucha contra el narcotráfico, deben continuar con decisión, fírmense o no los acuerdos en La Habana. Lo más deseable es que las Farc también reconozcan y reparen a sus víctimas, devuelvan voluntariamente las tierras de las que se han apropiado y desmantelen sus laboratorios y rutas de la droga. Pero si no lo hacen, habrá que proceder sin ellas y contra ellas.
Asimismo, habrá que acelerar mucho los esfuerzos por construir una sociedad más equitativa y mejor educada, pues los avances en ambos frentes han sido muy lentos. El logro de estos objetivos depende en muy poco de los acuerdos, pero las Farc podrían contribuir en algo para hacer del ámbito rural un espacio con mayor equidad. Y, por supuesto, habrá que seguir buscando solucionar los problemas de la salud y de la justicia, de la baja competitividad e innovación, de la relación entre minería y ambiente, así como continuar el esfuerzo iniciado en infraestructura. Y ojalá Santos II se comprometa con una política de cero tolerancia con la corrupción. Y todo eso, de nuevo, con o sin las Farc.
El Gobierno tiene grandes retos en cualquiera de los dos escenarios. Para comenzar, tiene que aterrizar con prontitud sus prioridades centrales en materia de equidad y educación, así como las de otras áreas, en planes concretos de acción. Los nuevos y viejos ministros deben hacer con rapidez esta tarea, ojalá con un apoyo efectivo de Planeación Nacional. Pero no basta con un buen plan de desarrollo: ¡también hay que cumplirlo! Santos II debería ser mucho mejor en materia de ejecución que Santos I y su nuevo gabinete debería actuar en forma mucho más coordinada que el anterior. Ojalá Vargas Lleras ayude a que así suceda.
P. S. Hay ministros buenos, pero otros no conocen los temas de sus carteras. Ojalá se rodeen bien. Y los superministros merecen columna aparte.
Guillermo Perry
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