martes, 12 de agosto de 2014

Ladrón de bicicletas.....

cronicadelquindio.com,


Óscar Iván Sabogal V.
Su narración es clásica: un trabajador, desempleado por más de dos años, en una Italia devastada tras la Segunda Guerra Mundial, consigue, por fin, un sencillo empleo pegando carteles en las paredes de Roma, a condición de que se presente necesariamente con bicicleta para realizar el trabajo. 

Desesperado, acude a su mujer y después de empeñar las sábanas de su lecho matrimonial reúnen el dinero suficiente para comprarla; pero en el primer día de trabajo se la roban. Comienzan así las aventuras del desesperado Antonio Ricci y su hijo Bruno para recuperar su bicicleta, mientras la esposa y su otro hijo los esperan en casa.

Por la época en que el desempleo se ha convertido para muchos en pesadilla con rasgos de novela, “Ladrón de bicicletas”, una obra de arte del neorrealismo italiano, cuenta una historia sencilla, una tragedia con acento familiar, cuyo contenido humano, por desgracia, no pertenece solo a los tiempos pretéritos de la Roma post-fascista de 1948; también tiene vigencia en el Quindío provinciano de hoy.

Efectivamente, la muerte paulatina del campesinado como grupo social en el planeta por migración hacia las ciudades, además de la dinámica demográfica, tienen también sus expresiones criollas en nuestra región: la consecuente ampliación de la base estudiantil, ejércitos de desertores del sistema educativo, tecnólogos y profesionales, orgullo de su familia, todos con aspiraciones laborales que, frente a la realidad de un mercado de demanda muy limitado en el sector público, y modestísimo en el sector privado, terminan estrellándose contra el filo rocoso de la realidad: no hay fuentes de trabajo y el único eventual empleador es el Estado.

Si no se pertenece a la “coalición perversa”; una suerte de logia restringida a unos veinte o treinta mercenarios de la política, mandos medios, expertos en acrobacias políticas y burocráticas que tienen asignadas de manera alternativa secretarías, direcciones de entidades descentralizadas o contratos en todas las administraciones, independiente de la filiación ideológica de cada gobernante, aunque ninguno parece tenerla, se debe entonces, como Antonio Ricci, esperar con paciencia un milagro: que los hados burocráticos lo miren con misericordia y le concedan algún contratico; dejando la dignidad en casa, eso sí, porque dentro de las funciones puede estar, desde pegar, como Antonio, carteles por toda la ciudad, repartirlos, exhibirlos en un semáforo, o cualquier otro capricho de quienes disponen de los dineros públicos y el poder.

Debe ser por ello, que nuestra dirigencia no se molesta en hallar una respuesta seria y coherente al problema del desempleo: de pronto la encuentran y entonces se privarían del control de los multitudinarios ejércitos de desempleados, con los que aseguran la gloria efímera de ser elegidos sin convencer.

Quién lo creyera; el neorrealismo quindiano también se expresa, y poco tiene que envidiarle al de sociedades de otras épocas críticas de la historia. Aquí también, conseguir empleo, por tratarse de una tarea heroica en la que deben intervenir lo sobrenatural y lo maravilloso, constituye toda una epopeya en la que un ciudadano debe estar dispuesto a, como en la película, robarse una bicicleta, si eso le permite acceder al mercado laboral.

¡Lástima; Vittorio De Sica, el genial director de la cinta, murió sin conocer el Quindío!

oscarisabogal@yahoo.com.co

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