LAREPUBLICA.CO, Mié, 08/27/2014, Germán Bolivar Blanco
Un instrumento útil para mejorar procesos de planificación y por ende resultados en los desempeños, tiene que ver con las lecciones dadas para desarrollar el pensamiento estratégico, en especial lo que conocemos como análisis de fortalezas y debilidades en el contexto interno, así como de amenazas y oportunidades del entorno externo, aplicable tanto a organizaciones como a países.
Éste análisis comúnmente conocido como Dofa, nació en la década iniciada en 1960 como resultado investigativo en la Universidad de Stanford, por la necesidad de encontrar el fracaso en la planeación corporativa, lo cual fue financiado por empresas del Fortune 500 pues la planeación a mediano plazo no funcionaba y las inversiones no se recuperaban, convirtiéndose en gastos costosos y fútiles.
Uno de los elementos que más sirve como resultado de ése trabajo, fue lograr que tanto equipos directivos como gerenciales establecieran, aprobaran y se comprometieran con una serie de objetivos, prioridades y planes de acción coordinados a corto, mediano y largo plazo; unificados y consistentes para manejar el cambio y hacer perdurable el crecimiento de las ganancias.
Al aplicar estos conceptos de planeación estratégica en la definición de los planes de desarrollo económico y social que debieran realizar tanto el Gobierno Nacional, como los regionales y locales, pareciera que estas lecciones se quedaron en los anaqueles de las facultades de administración, sin capitalizar los enormes beneficios que puede acarrear el uso adecuado de los mismos.
Por ese motivo a continuación describo brevemente lo que estimo son las muestras más representativas de las fortalezas y debilidades de nuestra economía, así como de las amenazas y oportunidades que se ciernen en el ámbito externo, con el ánimo de suscitar cierta suerte de sacudón, que espero sirva para sacarnos de los libretos agotados que aún utilizamos para manejar los designios de nuestra nación.
Comienzo con las fortalezas que nos caracterizan, algunas de las cuales son tan obvias que carecemos de la conciencia para aprovecharlas y porque no decirlo, son tristemente ignoradas para edificar el anhelado país desarrollado y equitativo que podemos construir, entre las cuales está el talento de nuestra gente, tan coartado por debilidades como la mala educación, pero además por roscas obtusas que las subordinan o peor aún, las condenan a la ignorancia y pobreza. También hay que mencionar el incomparable legado que tenemos de recursos naturales, así como la privilegiada posición geopolítica, que infortunadamente no aprendemos a usar.
Acerca de las debilidades, sin lugar a dudas la mayor de ellas y tal vez la madre de todas las restantes, es la politiquería y clientelismo del que han hecho gala gran parte de nuestros padres de la patria, que apertrechados en cómodas posiciones no piensan sino como atender las demandas y exigencias de sus aliados y cómplices, en casi todos los casos, grupos privilegiados pro estatus quo.
Sobre las amenazas, ciertamente gran parte de ellas recaen en las vulnerabilidades derivadas de nuestro débil aparato productivo, visibles en el balance de la cuenta corriente, deficitario y en aumento, con el agravante que las variables que servían para aliviar ésta neurálgica situación, cada vez se reducen dadas las condiciones imperantes, en particular las referidas a los precios a la baja de los recursos extractivos, sobre los cuales por facilismo político se cimentó nuestra economía, que de seguir como va pondrá pronto en graves aprietos la situación fiscal.
Afortunadamente, las oportunidades ofrecidas por el entorno externo son muchas, en especial las relacionadas con movilizar y atraer la correcta inversión, clave para crear empleo y emprendimiento de calidad que sirva para redistribuir el ingreso y la riqueza sin deteriorar el medio ambiente, además de fortalecer la alicaída estructura productiva e insertarnos en la economía y sociedad del conocimiento.
Para éste último propósito será necesario dejar de hacer más de lo mismo como lo he pregonado en éste espacio, para lo cual habrá que optar por políticas que verdaderamente transformen las condiciones imperantes, lo cual dada la perversa tendencia que parece perpetuarse, será como nadar contra la corriente que con mayor ímpetu y caudal arrasa cualquier buena intención y deseo de progreso.
Al apropiarnos bien de la planeación estratégica daremos el salto al desarrollo equitativo, pero ¿cuándo será ese cuándo?.
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