viernes, 8 de agosto de 2014

Editorial:... Cuatro años más

ELESPECTADOR.COM,   EDITORIAL 6 AGO 2014 

Hoy el presidente Juan Manuel Santos se da un respiro y comienza de nuevo: esta es la oportunidad para consolidar un gobierno, para mirar atrás y ajustar lo que va a medias, desechar lo que no sirve, reforzar lo que viene desempeñándose bien bajo su mando.
Pero no está de más que el presidente tenga en cuenta varias variables a la hora de comenzar un segundo mandato, pues parece claro, y la apretada campaña electoral lo dejó ver, que debe haber cambios drásticos para llegar al país que prometió. Cuatro años más es un tiempo suficiente para generar insumos desde esos aprendizajes que tuvo en el periodo anterior. Que no son pocos. Ahí tenemos políticas sólidas, como el proceso de paz, con todo y los temores y ansiedades que despierta, y otras que aún están incompletas: la educación, la salud, la justicia.
Muchas lecciones deben quedar del primer cuatrienio. Lo primero, a nuestro parecer, es que sería bueno que se entendiera que no toda reforma, no todo ajuste al sistema, no todo emprendimiento para que el Estado cambie, debe ser “histórico”, quizás la palabra que más utiliza el presidente en sus discursos. Si bien mucho de lo que se hace en Colombia no es a largo plazo (y ahí, un aplauso para la ambición del presidente), sino, al contrario, movido por las pasiones de coyuntura políticas o de la opinión que aquí le hemos criticado, sí hay una serie de mecanismos expeditos (en casi todas los sectores desatendidos) que pueden servir para que el cambio se dé. Para que el mecanismo empiece a andar. No pedimos improvisación ni reacciones en caliente, claro que no, esas no sirven para nada. Pero sí más foco en los resultados que den soluciones a la gente que en tantos intentos frustrados de pasar a la historia.
No son gratis, tampoco, los consejos de algunos sectores técnicos que entran a terciar en los debates grandes: la justicia puede tener reformas sutiles que ayuden a la descongestión de los juzgados, a través de los códigos, que finalmente es lo que más afecta a la ciudadanía; es por medio de decretos sobre zonas frágiles, como la salud puede generar más insumos para satisfacer el derecho de los colombianos; es a través de un esfuerzo conjunto, con intereses puestos sobre la mesa, que puede llegarse a una reforma a la educación sin trabas. Y así.
Pero hay más, sobre todo a nivel de lo político. Juan Manuel Santos llega a un nuevo gobierno con un Congreso de pesos pesados, muchos de ellos en la oposición a su mandato. En esas circunstancias, el tema de la gobernabilidad debe ser visto desde la óptica de la tolerancia. Como, de hecho, lo hizo el presidente en su discurso del día en que se alzó ganador en las urnas. Sin embargo, el temor reverencial que ha mostrado el gobierno con esta nueva oposición de derecha en el Congreso, exagerada a nuestro modo de ver, podría devolverlo a esa lucha de odios que le plantean sus opositores, lo que sería lamentable. Un presidente, la majestad misma del cargo, exige que las cosas sean vistas y promovidas con altura. Y si bien no tiene el mismo músculo legislativo que hace cuatro años, sí tiene, de sobra, la capacidad de promover leyes en provecho de este país. Su discusión es lo mínimo. Es lo que estamos esperando.
Y, claro, si el presidente-candidato logró dar la vuelta a la elección que perdía con el voto por la paz, ese compromiso con el proceso tiene que seguirlo trasnochando. Si su diseño ha sido el adecuado y si se ha logrado avanzar, las dificultades apenas naturales de cuando se va acercando la cima de la montaña no pueden abatirlo por mucha presión que reciba.
Hoy, entonces, habrá un acto protocolario al que asistirán muchas personalidades políticas del mundo, en el que, de seguro, pronunciará un discurso inspirador en el que trate de unir a Colombia alrededor de buenos propósitos. Todos queremos que le vaya bien, lo necesitamos. Pero mañana empieza el gran reto.

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