sábado, 5 de octubre de 2013

VENTA DE ISAGEN, ORDEN NEOLIBERAL


Darío Botero Pérez

El cinismo de los economistas neoliberales es monumental.  Están convencidos de que el mercado es su dios universal, infinito e irrebatible, auténticamente infalible y despiadado con quienes violan su leyes; en contraste con las religiones, siempre arbitrarias, locales y limitadas en su ámbito funcional.  Saben que las “leyes del mercado” (a diferencia de las jurídicas y las religiosas) influyen en cada acto del ser humano sometido a sociedades mercantiles, independientemente de cualquier dogma ideológico, incluyendo los religiosos, que  absorban sus capacidades intelectivas tanto como su fe.

Con sus horrorosos principios, anti económicos para las mayorías pero rentables para los vendepatrias y sus amos, logran despojar a las naciones de sus bienes y activos públicos para cedérselos a los potentados.  Éstos les abrirán cuentas cifradas en paraísos fiscales a los funcionarios que faciliten el saqueo; lo cual denota gran racionalidad capitalista en nuestros ineptos politiqueros, pues han entendido que el individualismo primitivo (o egoísmo sicótico caracterizado por el sálvese quién pueda), les exige aprovechar cualquier oportunidad de enriquecimiento personal que se les presente.  Es cuestión de sentido común y aprovechamiento de las oportunidades, que son tan escasas.

Para justificar su acertada elucubración, acuden a argumentos tan contundentes como que “…sería deseable poder construir la infraestructura vial del país sin enajenar otros activos”.  Pero ocultan que la infraestructura productiva garantiza flujos de riqueza cuando y mientras la empresa esté en marcha.  En cambio, la infraestructura vial, que tiene un notable carácter de servicio público, no sólo es costosísima sino que exige egresos voluminosos durante varios períodos presupuestales para mantenerla operando. 

Si se cobra por su uso, lo cual se ha vuelto costumbre en el agónico capitalismo, podría atraer la inversión privada.  Pero eso exige demoras y riesgos de los que Isagen está libre.  Además, esta empresa constituye un monopolio estratégico de indudable naturaleza pública, que anhelan los inversionistas privados, así como se desviven por despojarnos del notable monopolio público conformado por las Empresas Públicas de Medellín (EPM).

Y así, en todos las neoliberocolonias se han ido apoderando de todo, buscando deteriorar las condiciones de vida de los ciudadanos para impedir que se crezcan y se crean gente con derechos, como los pobres que Lula llevó a las clases medias, y que cada vez piden más,  negándose a que los potentados extranjeros sigan expoliándolos y saqueando sus riquezas.

¿Para qué necesitamos mercados extranjeros cautivos si ni siquiera producimos lo suficiente para satisfacer la demanda interna?  Pues para que los extranjeros aprovechen la rentable oportunidad, disponiendo de nuestros mercados como si fuesen suyos, procediendo como más les convenga al saber que las autoridades nacionales harán hasta lo imposible por garantizarles privilegios; y que los tribunales internacionales los respaldan.

De ninguna manera se puede calificar como inversión productiva, el despojo de una empresa en marcha, boyante, de carácter estratégico y con un futuro brillante y garantizado.

Si las grandes corporaciones necesitan carreteras de buenas especificaciones para extraer los recursos naturales de difícil acceso, haciéndonos creer que es una política de desarrollo sensata aunque su propósito ofensivo y agresivo a las comunidades y al medio ambiente es inocultable y cada vez más repudiado; pues que las hagan los potentados y no los ciudadanos a punta de impuestos y sacrificando rentas como las de los monopolios públicos de carácter estratégico, que cuentan con una clientela o un enjambre de usuarios asegurado, y cuyos excedentes se usan para el bienestar social (como lo vemos en Medellín con la notable y destacada inversión social de parte de los excedentes de EPM) y no para el lucro individual de extranjeros despiadados, depredadores, arrogantes y ambiciosos.

Los politiqueros que gobiernan nuestros países tienen que honrar los Tratados de Libre Comercio con que el capitalismo agonizante ha resuelto despojar a los pueblos legalmente.  Con tan genial recurso, los potentados se ahorran guerras de invasión que no garantizan el despojo incondicional, perdurable y pacífico de los bienes de las neoliberocolonias.  Con los TLC adquieren más derechos que los nacionales… Por eso, hay trece vigentes y varios más esperando ser ratificados o firmados, como el impuesto por Israel para autorizar a sus potentados a que saqueen legalmente nuestras tierras, despojadas a los habitantes nacionales.

Dado que adquieren tantos privilegios, no sería un abuso esperar, al menos, que hagan inversiones nuevas y no que, simplemente, nos despojen de nuestros activos públicos rentables mientras nos encartan con los onerosos, que sólo producen gastos y pérdidas.  Pero esto es lo que se proponen los inversionistas o inversores extranjeros, y los vendepatrias les aplauden, como lo afirma sin lugar a dudas el señor cuyo artículo comento: “En primer lugar, me atrevo a decir que lo que no se puede hacer es vender una que no le esté produciendo rendimientos a su dueño. ¿Quién compraría un negocio que da pérdidas

La reflexión es cruda y patética.  Permite valorar el crimen económico que están justificando los vendepatrias que nos agobian con insistencia desde el gobierno de César Gaviria Trujillo, el aperturista incondicional que acabó definitivamente con las políticas proteccionistas de la CEPAL, consolidando el Neoliberalismo que desde el ilegítimo cuatrienio de Misael Pastrana Borrero, coetáneo al de Augusto Pinochet, venía introduciéndose en nuestra economía.

El tono del escrito también es llamativo.  No admite crítica.  La descalifica como estupidez que nadie sensato habrá de atreverse a sostener, pues los especialistas se encargarán de aplastarlo esgrimiendo sus títulos académicos, aunque no puedan ofrecer argumentos para justificar el empobrecimiento deliberado de los pueblos ni la destrucción acelerada de la biosfera, que ya no soportamos.

Como el converso Juan Manuel Santos insiste en despojarnos del rentable monopolio estratégico para confirmar su condición de lacayo, así le cueste su reelección y haya quedado claro que el pueblo repudia la venta de Isagen, es útil contar con la visión de un personaje que está en la jugada.  Por eso, con el fin de aportar elementos de juicio que confronten posiciones para sustentar las decisiones o tomas de postura frente al asunto, agrego el texto que le publicó el 28 de agosto portafolio.com a Paul Weiss Salas, con el título “La venta de Isagen”.  De él he sacado las citas hechas.

Su posición de respetable tecnócrata defiende el típico cambio de lámparas viejas (con genio incluido)  por lámparas nuevas, con que el demonio engañó a la bella y descocada esposa de Aladino.  Pero cada uno puede interpretarlo a su gusto si conoce los argumentos pertinentes. ¡Si quieres, tú también puedes!  Por mi parte, insisto en que tal venta es un crimen económico sin justificación, propio de meros lacayos ineptos y ambiciosos, dedicados a consolidar el Neoliberalismo en todos los países aprovechando las proverbiales ignorancia y subordinación en que mantienen a los pueblos. 

Los enemigos comunes dedicados a despojarnos,  incluyen a los gobiernos que presumen de antiimperialistas, como varios en Latinoamérica, aficionados a la retórica pero incondicionales en la aplicación de las recetas letales que les permiten identificarse con los verdugos de alta catadura.  Tal es el caso de Chevron-Texaco, que envenenó regiones amazónicas de similares condiciones a las que se propone envenenar Rafael Correa porque los saqueadores no quisieron aportar unos dólares basura para evitar el ecocidio en el Yasuní.

¡Qué cuentos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario