domingo, 6 de octubre de 2013

Los privilegios de los reclusos de ‘cuello blanco’

LA CRONICA DEL QUINDIO,  Octubre 06 de 2013


El “pincher” Arias ha recibido tratamientos preferenciales a pesar de la gravedad de los delitos que cometió.
Estas son unas reflexiones a propósito de la celebración, el pasado 24 de septiembre, del día de Las Mercedes, la virgen patrona de los reclusos del Estado, porque los rehenes de las fuerzas ilegales tienen otros patrones, ya sean paracos, guerrilleros o delincuentes comunes... Reflexiones motivadas por los últimos y muy sonados sucesos de la vida nacional que tienen tras las rejas a numerosos delincuentes de cuello blanco y cuyo protagonismo es evidente no solo por su condición sino por el tratamiento preferencial que han recibido por parte del poder judicial.
La finalidad de la pena privativa de la libertad apunta simultáneamente a la protección social, a la prevención de futuros delitos, a la retribución por los daños causados y a la resocialización del delincuente. Tres de esas metas no han sido alcanzadas en ningún país del mundo, pero la que sí se practica es la de la retribución, que se ejecuta como un castigo y para lo cual solo se necesitan recintos seguros para aislar a los acusados y condenados. No es una inversión políticamente rentable alcanzar las otras metas y por ello nunca existen los recursos suficientes para su implementación.

Además de ineficaz y lenta, la justicia penal colombiana cimenta su práctica en la protección del sindicado o condenado elitista y en la desprotección del sindicado masa. El primero es objeto de una acuciosa defensa, tratamiento preferencial en inspecciones de policía, juzgados y cárceles, aunque la mayoría no van a ellas o si lo hacen es por pocos días y disfruta de un estricto cumplimiento de los términos legales. En fin, gozan en general de simpatía judicial y social porque sus casos son considerados como una desgracia. El sindicado-masa, por su parte, debe resignarse a una defensa de oficio, que es una burla a la justicia y, además, no es ni defensa ni oficiosa, es sometido a tratamientos despectivos y a veces violentos, al incumplimiento sistemático de términos y, en general, se gana una aversión judicial y social.



Reclusos de suites
El “pincher” Arias, como se conoce al consentido exministro de agricultura de Uribe; Bernardo Moreno, exsecretario general de la misma y corrupta administración; loshermanos Nule, Samuel Moreno y su hermano, el senador Iván, y los más recientes casos, el de los directivos del hospital de Meissen, y el del joven borracho que mató a dos damas con su carro de alta gama, son personajes que, tristemente, han recibido tratamientos preferenciales a pesar de la gravedad de los deliltos que cometieron.

Alcobas —léase verdaderas suites— les fueron asignadas en los sitios de reclusión a los que llegaron después de muchos meses de libertad. A ellos se les anunciaron los cargos por todos los medios y tuvieron tiempo de conspirar contra el mismo sistema penal, apoyados en sus reconocidos poderes políticos y económicos, antes de acudir a las audiencias respectivas.

A los defraudadores del hospital, es decir, a quienes se roban la plata para la salud del pueblo y por culpa de quienes mueren muchas personas, recibieron el beneficio de casa por cárcel. Delincuentes de talla menor son encarcelados en celdas frías y oscuras desde el momento de la presunción de su culpa y ni decir de los ladrones de relojes, celulares y cadenas en las calles, quienes son maltratados físicamente antes de ser encerrados en calabozos hacinados.



Poderoso aparato de dominación
Un exjefe de la Sijin en el Caquetá, capturado con casi 100 kilos de cocaína, pagará solo unos pocos años, mientras cientos de campesinos se pudren en las cárceles porque les encontraron unas pocas matas de coca en sus predios. El aparato jurídico- penal es un poderoso instrumento de dominación que golpea principalmente a los sectores populares. Los más altos porcentajes de la población carcelaria pertenecen a los iletrados, gente con poca educación, campesinos, colonos e indígenas, que soportan hacinamiento y condiciones antihigiénicas en todas las cárceles del país.

“La crisis carcelaria es un reflejo de la crisis del sistema penal y solo encontrará soluciones mediante reformas profundas de las estructuras políticas, sociales y económicas del Estado”, pronosticó el inmolado maestro de las leyes Alfonso Reyes Echandía, en un trabajo divulgado pocos meses antes del holocausto del palacio de justicia y agregó que “tenemos que preferir la evolución a la revolución, pero si la evolución es muy lenta, estallará la revolución”. Una sentencia premonitoria de la crisis que vivimos, 28 años después de su muerte. También hizo claros señalamientos en los que debatió los objetivos de venganza y expiación que tiene la pena en nuestro país. El nivel de efectividad real de las normas jurídicas es bajísimo, mientras los efectos nocivos de las prisiones aumenta en proporciones geométricas.



¿Cuáles son las políticas de repersonalización y reinserción social y productiva de los prisioneros?
En el día de Las Mercedes, cuando el Estado les celebra su día a los internos de las cárceles con un pedazo de carne mal asada y los familiares y amigos acuden a esos centros de reclusión para celebrar el único día de integración, se siente la angustiosa necesidad que viven esas personas para que alguien que no pertenezca al sistema y al poder, los escuche.

Para que recoja su voz de soledad, de abandono, de marginación y de tristeza que los destroza y desintegra a su familia. Porque nuestro sistema carcelario, en lugar de rehabilitación, ofrece amargura, hostilidad, violencia y desmoralización entre la población que por distintas razones cae en sus obsoletas pero peligrosas garras de resentimiento.

Otro tema que amerita la intervención urgente de los organismos encargados de la defensa de los derechos humanos es el relacionado con el alto número de inocentes que se encuentran en las prisiones, mientras miles de culpables de los estratos altos, disfrutan de la libertad y continúan en la delincuencia.


Por Jesús María Cataño Espinosa

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