Razón tuvo el presidente Santos cuando dijo: “El tal paro nacional agrario no existe”. La huelga no se hizo con ideas de campesinos.
Ellos solo miran cuánto cuesta el cultivo y lo que les queda de la venta. No evalúan su productividad, pues solo están viendo cuánto les quedó al vender, pero, además, no miden su esperanza de vida, dadas las extensas jornadas bajo sol y lluvia.
El Ministro de Hacienda, ante el escándalo, y con el fin de apaciguarlo, lanzó la idea de eliminar aranceles al insumo.
Posteriormente, se ha hablado de un sistema de información de precios, destinar el cuatro por mil para el agro, paridad con precios internacionales e incluso se quiere que el mercado bursátil sea generador de precios para el sector.
No podemos equiparar conductas y gustos del mercado interno con uno externo, en el cual hay hábitos alimenticios diferentes. Asimismo, es muy perverso pensar que los campesinos estarán al tanto de los mercados financieros y la rentabilidad de una u otra acción.
El precio formado durante una jornada bursátil no afectará al que determine el campesino cuando salga a vender, ya que en ese momento hay riesgos diferentes.
Ellos son el subyacente y, por el contrario, el peligro que exista en un cultivo, en este caso, debe ser el que determine el precio en la Bolsa.
Lo ideal es que el subyacente se cubra por otro lado, y no esperar que el mercado bursátil, con unos precios de referencia, especule sobre el trabajo y la vida del campesino.
Muchos pronunciamientos conducen a un mismo problema.
Afirman que el inconveniente es productividad y no culpa de los tratados de libre comercio, como tampoco de otros temas.
He tenido la oportunidad de modelar econométricamente la productividad del ramo agropecuario con otras variables como la productividad que se genera desde sectores económicos que aportan insumos tanto químicos como financieros, pero, además, incluyo la variable mano de obra con diferentes niveles de educación; el modelo arroja coeficientes que me permiten inferir que el problema del agro es desorganización, fuentes de financiación inadecuadas y uso de mano de obra inconveniente.
Por ejemplo, se evidencia que el agro en su productividad recibe un pequeño impacto de los plaguicidas, pero un beneficio un poco mayor de los subsidios del Gobierno en educación y salud. También se evidencia que la mano de obra que más aporta es la de profesionales con título de pregrado.
Sin embargo, hay una señal fuerte desde el aporte de los que alcanzan el nivel de especialización y los jóvenes que logran secundaria; según el modelo, ello nos dice que en estas dos variables hay grandes problemas que están afectando al sector.
Quitar aranceles, dar subsidios al por mayor, negociaciones bursátiles y buscar paridad internacional sin pensar en optimización, conducirá a errores, y no obtendremos la productividad requerida.
Francisco Montes V.
Magíster en Economía
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