miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿Somos una lococracia....?

elespectador.com, CECILIA OROZCO TASCÓN 17 DIC 2013 


Cecilia Orozco Tascón
No se sabe quién es peor como funcionario público y como ejemplo para los que respetamos las leyes: el vanidoso procurador que creyó que nada podía romper el cántaro de su poder o el engreído alcalde de Bogotá que se promociona como un segundo Jorge Eliécer Gaitán y que supone que la estabilidad política del continente depende de él (“quieren acabar con la Bogotá Humana porque quieren acabar con la democracia en América Latina”, dijo).
Ojalá Petro tuviera la profundidad de Gaitán o contara, siquiera, con la mitad de la estatura de Allende a cuya memoria también acudió para compararse con él! Las consecuencias políticas por los actos del primero de los locos que ocupan hoy puestos de importancia en el Estado, apenas están empezando a conocerse. Y no solo por la desmesurada y, tal vez, ilegal sanción que le impuso al mandatario bogotano. No podemos olvidarnos, porque han hecho menos bulla que el febril gobernante local, de Piedad Córdoba y de Alonso Salazar, entre otros, a los que el procurador les aplicó una aberración disciplinaria similar a la de Petro, para sacarlos de la vida pública. Hoy no enfrentaríamos el lío institucional en que estamos ni nadie se atrevería a dudar de la neutralidad de sus decisiones, si no fuera por los exabruptos conceptuales que Ordóñez se ha gozado en difundir; por su desprecio por el pensamiento diferente; por sus desafíos a los derechos; por su soberbia ante las decisiones judiciales que no coinciden con sus planes. 
En cuanto al segundo loco, Petro, pasados unos días del salvavidas que como tiro por la culata le regaló Ordóñez cuando lo sacó de la mediocridad en que naufragaba su alcaldía para llevarlo a la condición de víctima que mueve a la solidaridad, uno no sabe si morirse de la risa o del miedo ante sus grandilocuentes discursos, su descalificación de unas instituciones que le han permitido, más bien que mal, llegar adonde está, y sus veladas amenazas a la insubordinación civil. Pero la situación no está para hacer chistes. El peligroso resentimiento social que sacó a flote el alcalde, sumado a unos recursos económicos desconocidos que le permiten movilizar, en beneficio personal, gente de varias partes del territorio nacional, es un preaviso a la crisis que podría sobrevenir y no precisamente pacífica, como, de manera hipócrita, pide Petro en voz alta. Nada lo haría más feliz que el país se desmadrara por él.
En todo caso, los recursos jurídicos leales no constituyen el eje del loco 1 y menos aún, del loco 2. A partir de las salidas extralegales y de la predilección por los gritos, las armas y la fuerza, usados por Álvaro Uribe y adoptados con fruición por la mayoría, Colombia se trastornó. ¿Qué tal la obsesa contralora Morelli y los “enemigos” que descubre hasta detrás de las puertas? Menciono unos cuantos y me excluyo, por pudor: el fiscal, el vicefiscal, los investigadores del CTI, la Fiscalía entera; la auditora, el director de la Unidad de Análisis Financiero que debe ser autor de un complot porque no le entrega información reservada; su antecesor, el excontralor Turbay; su mentor Hernando Yepes Arcila, ahora odiado por ella; los abogados externadistas, etc. La contralora ha usado y abusado de su poder y de qué manera. Tarde o temprano se descubrirán los extraños métodos que empleó y, entonces, quienes la defienden, la criticarán como lo hacen con el procurador. Y termino, por ahora, con un cuarto loco: el vicepresidente. Angelino Garzón va y viene; tiene fórmulas, como en botica, para cuanta enfermedad se presente y cuando ‘dispara’, es mejor agacharse porque sus dardos matan a propios y contrarios ¿A qué hora Colombia se llenó de orates y, por qué nos dio por ponerlos en lugares de responsabilidad estatal?

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