Ahora que la guerra se aleja retirando su manto, aparecen en la
superficie otras urgencias, enfermedades que ya conocíamos y teníamos
diagnosticadas, pero cuyo flagelo no se había logrado medir cabalmente.
La peor es el gran estallido de la corrupción.
Tanto felicitarnos por el ahorro que supondrá la paz y
ahora resulta que el gasto más grande, el que nos ha desvalijado en las
últimas décadas no fue la guerra, sino el robo directo al Estado por
parte de algunos de sus hijos más ilustres, gente preparada y “decente”
de la sociedad. ¡Quién lo iba a pensar! Los mismos que gritaban
¡patria!, que se desgarraban las vestiduras por el país, resultaron ser
los peores delincuentes. ¿Luchaban en nombre de alguien? No, lo hacían
para sí mismos. Eran y son los Robin Hood de sí mismos, para satisfacer
su imperiosa necesidad de ser más ricos. La enfermedad del arribismo,
que según he visto arrasa en Colombia, es la única explicación a este
comportamiento, pues es una corrupción enteramente hecha por personas…
¡que en principio no lo necesitaban! Pero, un momento, ¿cómo que no? Lo
necesitan para aumentar su poder y eso justifica cualquier riesgo.
Curioso que lo que aprendieron en esos lugares tan exclusivos donde se
educaron haya sido a adorar la riqueza y a sacrificar por ella cualquier
principio ético.
El exviceministro Gabriel García, por ejemplo,
fue calificado por su jefe Álvaro Uribe de “personalidad joven más
importante del Caribe y de la patria”, así como de “cartagenero
ilustre”. ¡Ilustrísimo! Economista de la Universidad de los Andes y
especializado en Estados Unidos, ¿qué más credenciales necesita alguien
para ser considerado “decente” en un país clasista como el nuestro? Pero
lo que aprendió en esos salones tan sofisticados no fue la capacidad de
pensar el mundo desde parámetros elevados, sino la urgencia de
pertenecer y mantenerse en la élite. Sin importar que las consecuencias
de su latrocinio engendraran más desigualdad, más odio social y más
violencia.
Porque ser rico es muy caro, así que hay que ir a beber
de la fuente, que es el Estado. Y esto, me temo, lo llevan haciendo más
de un siglo. Sospecho que detrás de gran parte de las más elegantes
familias del país hay un bisabuelo que hizo este trabajo sucio, usando
la política como trampolín económico, pero luego, con el tiempo que todo
lo borra, la cosa se fue quedando en el pasado. Los problemas de
seguridad y el narcotráfico y la profusión de enemigos impidieron que la
ley se fijara en gente tan honorable e ilustre.
Pero esto podría
cambiar, pues Colombia ya no es la misma. El escándalo nacional por
Odebrecht o Reficar o los Nule y todo lo que va saliendo, unido al
clamor de senadores valerosos como Claudia López, hará que la clase
política tradicional, a menudo aliada y propiciadora de estas
jugarretas, empiece a ver que el nuevo país que se está fundando tras el
proceso de paz no se va a dejar manosear tan fácil como el de antes.
Habrá que poner al país en la lavadora y dejarlo varios ciclos, porque
si no se logra tendremos que aceptar que Colombia no es en realidad una
democracia (¿vieron la entrevista al rey de los contratos en Semana?) sino llana y simplemente un Estado corrupto, en manos de rufianes y pícaros.
HAMPONES SOMOS ? O QUE NOS PASO.?.Somos de verdad tan corruptos? http://jujogol.blogspot.com/2017/01/somos-de-verdad-tan-corruptos.html?spref=tw
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