La lucha contra la corrupción aparece como la nueva cruzada que urge en Colombia.
Algunos de verdad quieren acabarla, otros quieren cosechar
dividendos con la bandera que puede mover a las masas y algunos más se
muestran escépticos porque pareciera que estamos condenados al reinado
de los corruptos. En este escenario se piden más sanciones, más
condenas, más justicia, pero creo que es tiempo también de cambiar el
chip de una sociedad que aplaude el ingenio para evadir las leyes y
considera tonto a quien cumple las reglas.
“El vivo vive del bobo”
dice un adagio popular y es uno de los refranes que mueven parte del
alma de un país que se enorgullece de su ingenio para conseguir metas
por el camino corto, sin que preocupe cruzar las líneas de lo legal, lo
ético o lo decente. Un país en el que se menosprecia a quien decide ser
buen ciudadano porque lo tildan de tonto o despistado por no sacar
provecho personal de cualquier “papayazo”, porque si el décimo primer
mandamiento es “no dar papaya”, el décimo segundo es “papaya dada,
papaya partida”.
Los mismos que se burlan de los “bobos”, condenan
a los corruptos y piden castigo, pero pocos aceptan que con sus
conductas contribuyen a enterrar en el fango el interés colectivo. Caso
grave y emblemático el de los US$6,5 millones que recibió un funcionario
en el gigantesco escándalo de Odebrecht que nos ocupa ahora, pero no es
todo: la cultura de la corrupción nos ha permeado de arriba abajo y
muchos ni quieren darse cuenta de que también están untados del mismo
fango.
No se siente corrupto el político que recibe plata de los
delincuentes ni los jefes de los partidos que dan avales a asesinos,
narcotraficantes y a todo tipo de criminales. No se siente corrupto el
abogado que tuerce las leyes para buscar libertades por vencimientos de
términos que benefician a culpables. Hay quienes dirán que la obligación
de un abogado es defender a su cliente, pero qué bueno fuera que no se
les olvidara algo que se llama ética.
No se siente corrupto el
periodista que recibe sobres o favores por el pago de lo que publica o
lo que calla, ni el policía que mira para otro lado mientras el
delincuente hace de las suyas en sus narices. No se siente corrupto el
empresario que paga sobornos, ni el funcionario que los recibe porque
“si yo no lo hago, otro lo va a recibir”. No se siente corrupto el
contador que ayuda a eludir impuestos, ni el contribuyente que oculta su
plata. No se siente corrupto el que compra un inmueble y acuerda con el
vendedor registrarlo por menos para no pagar lo que corresponde.
No
se siente corrupto el que vende contrabando ni el que lo compra y menos
el votante que recibe $20.000 por votar por el corrupto que se va a
robar la plata de su región. ¡Ese votante luego se queja de esos
corruptos que ayudó a elegir!
Por supuesto que mucho va del caso
Nule al funcionario de menor rango que recibe $50.000 por agilizar un
trámite, pero llamo la atención sobre el espíritu que hay en el fondo.
No
se sienten corruptos; se sienten ingeniosos y vivos porque se colaron
sin pagar, porque cambiaron una multa por una “propinita” (soborno) a un
funcionario o se saltaron una norma traficando influencias. No se
siente corrupto el Estado que le viola los derechos a miles de empleados
a quienes llama “contratistas” para no pagarles lo que la ley ordena
por derecho a los trabajadores.
No es extraño que quienes deciden
hacer las cosas correctas tengan todo tipo de problemas: “No sea bobo
pague el billetico y eso le sale”; “No sea bobo llame a su amigo”; “No
sea bobo todo el mundo lo hace”. Me entenderán quienes hayan intentado
hacer las cosas bien y sin buscar el atajo: a veces en Colombia es más
fácil el camino torcido que el camino recto. Creo que es tiempo de mirar
distinto a esos “bobos” que pueden salvarnos; tiempo de que se hagan
más visibles ellos que los pillos.
QUE TE GUSTA ?..SER BOBO Y PENDEJO Y NO... http://jujogol.blogspot.com/2017/01/el-vivo-y-el-bobo.html?spref=tw
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