ELTIEMPO.COM, Gabriel Silva Luján, 4 de agosto de 2014
Como los cantos de las sirenas, la propuesta del Centro Democrático tiene un atractivo inmediato y seductor, pero en el fondo es una trampa.
Son proverbiales las historias de sirenas que seducen a pobres marineros con su voz y su belleza. La historia demuestra, una y otra vez, que esos encantos terminan conduciendo a la perdición. Solo Ulises, el más grande de los guerreros, fue capaz de resistir. Las víctimas terminan rindiéndose y, luego, descubren que tanta hermosura era solo una forma de tortura para hacerlos entregar su vida y sus principios.
En esas anda el Centro Democrático. La seducción empezó durante la campaña. Con un esfuerzo bien deliberado y organizado, el uribismo buscó cooptar a las familias de los militares y policías de Colombia. Esa manipulación tuvo consecuencias. Hoy hay investigaciones en curso contra miembros de la Fuerza Pública por haber violado sus votos de castidad electoral. Con el sainete de que el castrochavismo se iba a tomar el país, lograron que muchos miembros se rindieran a sus cantos de sirena.
Esos aparentes amigos de las Fuerzas Armadas siguen, hoy, por la misma senda. Acaban de proponer un tribunal pro témpore para que se revisen, en un escenario excepcional, las condenas de todos los militares que han sido sentenciados desde los años ochenta. Esa, sin duda, es la sirena más provocativa. Sus atractivos convocarán a muchos posibles beneficiados y, también, a muchos otros que sienten, con razón, que nuestros hombres en armas no han sido tratados con justicia y equidad.
Como los cantos de las sirenas, la propuesta del Centro Democrático tiene un atractivo inmediato y seductor, pero en el fondo es una trampa. Si se compara esa idea retórica con el juicioso trabajo que ha hecho el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, para proteger el derecho constitucional a un fuero militar eficaz y operante, la conclusión es evidente. La propuesta de Uribe es populista y peligrosa para los militares; de hecho, es inaceptable bajo las normas internacionales. En comparación, el esfuerzo del gobierno Santos, de implementar reformas dentro de la Constitución y la Ley, es serio, duradero y viable. Es el verdadero camino para recuperar el derecho a que nuestros militares sean tratados, como corresponde, de acuerdo con su condición y su sacrificio.
El aspecto valioso de la propuesta de Uribe no es el instrumento que sugirió –un tribunal que sería claramente inconstitucional–, sino el concepto que supuestamente lo inspira. A los militares les ha tocado la peor parte de los acuerdos de reconciliación. Barco, cuando hizo la paz con el M-19, ofreció darles un tratamiento simétrico a los militares. Por diferentes razones no se pudo. El uribismo evadió el tema durante el proceso de Justicia y Paz con los paramilitares, dejando a la Fuerza Pública en el limbo.
Si el proceso de paz de La Habana concluye favorablemente, como todos esperamos, no se puede repetir el manejo discriminatorio contra la Fuerza Pública que se observó en los procesos anteriores. Todos en el suelo o todos en la cama. Que no vuelva a pasar el caso de Everth Bustamante –senador del Centro Democrático y guerrillero amnistiado–. Mientras él hecha peroratas en el Congreso, los militares que lo combatieron se pudren en las cárceles.
La propuesta del tribunal de Uribe es un canto de sirena. No sabemos si lo que busca con esa idea es ganarse más adeptos entre las Fuerzas o realmente contribuir a que se dé una discusión sensata, objetiva y juiciosa sobre el futuro de los militares en el posconflicto. Mucho me temo que le interesa más el populismo armado que, realmente, resolver el asunto. El riesgo es que pasemos de la seducción a la sedición.
Díctum. El gabinete va bien. Entre ratificaciones y nombramientos se está haciendo un equipo de lujo.
Gabriel Silva Luján
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