SEMANA.COM, Por María Jimena
Duzán
EN PLATA BLANCA
Jaime Arrubla, expresidente de la Corte Suprema de Justicia, habla de la
controversia causada por los viajes de la actual titular y sobre los problemas
que aquejan a las altas cortes.
María Jimena Duzán: Usted, que fue presidente de la Corte Suprema de
Justicia (CSJ), ¿qué opina de que la presidente de ese alto tribunal pida
vacaciones remuneradas y se vaya de crucero con uno de los aspirantes a la
vacante que usted dejó?
Jaime Arrubla: Lo del permiso es una norma perversa que está plasmada en el
artículo 144 de la Ley Estatutaria de la Justicia que dice que los permisos
remunerados deben ser justificados. Es tan amplia que ha sido interpretada por
algunos con mucha laxitud y por otros de manera más estricta y lo que le pasó a
la presidenta de la Corte es que le explotó el lío en sus manos, pero le pudo
haber explotado a cualquier otro presidente de otra corporación. Personalmente
creo que ese tipo de permisos debe ser estrictamente para cuestiones
calamitosas, las que realmente son “causas justificadas”, pues para descansar
están las vacaciones.
M. J. D.: Sin embargo, me dicen mis fuentes que usted siendo presidente
de la Corte utilizó esta misma figura varias veces.
J. A.: Mire María Jimena, yo salí estrictamente a las comisiones de
servicios que requería el cargo que desempeñaba. Y las dos veces que utilicé el
permiso remunerado fue cuando me dio el infarto, que es una causa justificada.
Pero los días que estuve con ese permiso los pasé en el hospital. No en un
crucero.
M. J. D.: Más que el permiso, lo que me parece realmente grave de este
episodio es que la presidente de la Corte se haya ido de vacaciones con un
aspirante a una de las vacantes. Eso en plata blanca se llama tráfico de
influencias y es un delito. ¿Esa es acaso una práctica usual dentro de la
Corte?
J. A.: No lo era. Entiendo que todos los que estuvieron en el viaje eran
amigos de vieja data. Pero también sé que uno de ellos estaba aspirando a ese
cargo. Y si ese era el caso, no debió haber ido y creo que va a tener que
quedar por fuera del proceso. Las condiciones deben ser iguales para todos los
aspirantes. Ese es el aspecto más deleznable de este episodio tan
lamentable.
M. J. D.: Si hubo o no delito tampoco lo vamos a saber. Su juez es la
‘Comisión de Absoluciones de la Cámara’, además de que el procurador ya le dio
la bendición.
J. A.: En términos generales –porque le aclaro: no me quiero volver juez
de personas que aprecio y estimo– los magistrados de la CSJ tenemos fuero y por
lo tanto nuestras faltas disciplinarias o penales le corresponden a la Comisión
de Acusaciones de la Cámara. Y a los magistrados de los tribunales superiores,
la investigación le corresponde al Consejo Superior de la Judicatura.
M. J. D.: ¿Usted cree que la presidente de la Corte cometió un error o
un delito?
J. A.: De pronto pudo haber un error y una ligereza. Pero conociendo a las
personas que fueron, no creo que haya mala fe. Pero entiendo que este episodio
puede dar lugar a muchas interpretaciones.
M. J. D.: ¿Por qué renunció el magistrado Solarte?
J. A.: En todas las cortes hay excelentes magistrados y en la CSJ uno de
esos es el doctor Arturo Solarte. Leyendo su carta de renuncia entiendo que es
porque no quiere convertirse en un obstáculo en la composición de la Corte. Hay
quienes pensamos que los criterios y perfiles que deben tener los aspirantes a
magistrados tienen que ser la independencia, el profesionalismo, la solvencia
moral y que por ningún motivo se pueden comprometer esos criterios por el
amiguismo. Sin yo saber qué pasa dentro de esa corporación –y sin manipular,
como equivocadamente han dicho varios medios–, me preocupa que en esa carta de
renuncia el doctor Solarte se esté doliendo de que esos no sean los criterios
que en este momento dado estén primando. Y eso es muy preocupante.
M. J. D.: ¿Y por qué no dio la pelea?
J. A.: Uno la da cuando tiene forma de darla. Mire usted que últimamente casi
todas las decisiones de la Corte en materia de las elecciones para estas
vacantes son la mayoría contra tres. En la Corte ya no hay dos grupos como han
dicho los medios. Hay solo uno.
M. J. D.: ¿Y ese grupo es esa camarilla de la que habla el exmagistrado
Hernando Yepes comandada por el doctor Francisco Ricaurte y Pedro Munar,
magistrados que salieron de la CSJ para ser elegidos en el Consejo Superior de
la Judicatura?
J. A.: Yo no lo llamaría camarilla, pero sí una tendencia. El último
factor para elegir a un magistrado de una alta corte debería ser el amiguismo.
Y uno nota que eso se está inclinando hacia allá. A la Corte debe entrar el
mejor juez, el mejor académico, el mejor abogado y ojalá, que todas las salas
tengan esos componentes.
M. J. D.: ¿Está de acuerdo con el carrusel que han armado los
magistrados Ricaurte y Munar entre la CSJ y el Consejo Superior de la
Judicatura que es el que arma las listas de los aspirantes a las vacantes que
dejan los magistrados para que sea la CSJ la que los elija?
J. A.: Respetando la posición de ellos al aspirar y de la Corte al elegirlos,
desde el punto de vista institucional y sin personalizar, yo debo decir que no
soy partidario de la puerta giratoria. ¿Por qué? Porque es mal visto que uno
pase de una Corte a otra. Y más si los que uno eligió en una Corte son los que
a su vez lo van a elegir en la otra. Esas son las cosas que hay que empezar a
corregir para que la sociedad recupere la imagen de las cortes. Lo que hay que
buscar es que estas elecciones sean más transparentes para que entren los
mejores y no primen los amiguismos.
M. J. D.: Usted se retiró hace un año, en marzo de 2012, y la
corporación no ha podido elegir su reemplazo. Con la renuncia del magistrado
Solarte serían cuatro vacantes. ¿Puede así funcionar la Corte?
J. A.: Se está repitiendo algo que sucedió cuando yo estaba en la Corte.
Entre 2009 y 2010, yo fui vicepresidente y presidente de la CSJ
respectivamente, y se presentó también una dificultad en elegir cuatro vacantes
y algunas de ellas también pasaban de un año. Anteriormente, cuando alguien
obtenía la mayoría, toda la Corte se plegaba alrededor del nombre, o la sala
que estaba postulando postulaba otras personas, siempre tratando de que las
elecciones fueran lo más rápido posible. De pronto nos encontramos con que ni
venían nuevos nombres ni se cedía ante el que tenía mayoría y eso fue frenando
los procesos electorales. Lo que está pasando ahora es lo mismo que pasó en
2009 y debe ser entendido como una voz de alarma para impulsar de nuevo la
fracasada reforma a la Justicia. Hay que revivirla en lo que tenía de bueno. La
reforma fracasó por unos oportunistas que se valieron de ella para regular sus
intereses personales como el de ampliación de sus periodos vigentes, pero tenía
cosas buenas.
M. J. D.: ¿Y si la Corte no es capaz de llenar esas cuatro vacantes?
J. A.: Pues le va a tocar a la Nación buscar un mecanismo que haga
efectiva esas vacantes. En ese caso tendríamos que reformar la Constitución y
cambiar las mayorías.
M. J. D.: La Constitución de 1991 les dio unas funciones electorales a
las cortes que han politizado a la rama. ¿Usted es partidario de que estas
sigan existiendo?
J. A.: Eso quedó mal. Las funciones electorales de las altas cortes deben
ser las estrictamente necesarias. Yo dejaría la elección del fiscal y la
elecciones de los mismos magistrados de la CSJ, pero las que tienen que ver con
Contraloría, Auditoría, Procuraduría yo las eliminaría a nivel nacional y
seccional. Eso no solamente distrae sino que permite manoseos y todo un trámite
electoral que debe ser ajeno al juez.
M. J. D.: Usted ha dicho que está entrando gente a las cortes sin la
idoneidad requerida. ¿Eso no afecta la jurisprudencia y la seguridad jurídica?
J. A.: Fíjese: yo no era enemigo de que se elevara el periodo a 12 años.
Yo era enemigo de que se aplicara a los vigentes, porque nos iban a ver como si
estuviéramos negociando la reforma para quedarnos allá. Uno nunca debe hacer
una reforma para quedarse. Hay países donde los magistrados son vitalicios, lo
que tampoco es bueno. Pero es muy corto el periodo de ocho años porque eso no
es bueno para la estabilidad de la jurisprudencia.
M. J. D.: ¿Usted volvería al sistema de cooptación anterior al de la
Constitución de 1991?
J. A.: Ese sistema de cooptación fue muy cuestionado porque la misma
Corte elaboraba la lista de la cual iba a sacar el reemplazo del magistrado.
Pero mire usted. La sala respectiva era la responsable de eso. En esas ternas
siempre se incluían los mejores juristas del país y nunca hubo demoras. Los
enemigos de la Corte en la constituyente –que fueron muchos– acuérdese que le
quitaron funciones y la atomizaron, se decidieron por un sistema de cooptación
mixto y decidieron que el Consejo Superior de la Judicatura hacía las listas y
la Corte elegía.
M. J. D.: ¿Se acabó la parapolítica?
J. A.: No creo. Por el contrario, esta tiene que tocar otros niveles. No
eran congresistas, sino diputados, alcaldes, gobernadores, empresarios.
M. J. D.: ¿Y con ese amiguismo que se ha tomado la Corte sí se puede
avanzar en temas como ese?
J. A.: Hipotéticamente usted tiene razón. Para lograr estos objetivos se
necesita un sistema judicial independiente y con carácter para que pueda tomar
decisiones y no responder a ningún tipo de influencias.
M. J. D.: ¿Dicen que es más fácil hacer la paz en La Habana que una
reforma a la Justicia?
J. A.: Yo creo que hay que ser optimistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario