Hoy, Día Internacional Contra el Trabajo Infantil
“Analizar el hecho social de ser pobre o, más
particularmente, la situación de la infancia pobre, sin relacionarlo con
procesos de ingresos, riqueza, y poder, es como trabajar por y para su
reproducción”. Eduardo
Bustelo.
Por Ana Teresa Vélez
Coordinadora del tema
Trabajo Infantil de la ENS
Colombia continúa presentando cifras preocupantes e
inaceptables frente al fenómeno del trabajo infantil. Según reportes oficiales,
en 2012 en el país trabajaban 1´111.000
de niños y niñas. O sea más de un millón de historias, de vidas concretas, de familias
completas inmersas en esta problemática, que claramente limita el desarrollo y la
equidad social.
No obstante es una cifra que resulta paradójica, pues
supone una reducción de más de tres puntos en la tasa de trabajo infantil de un
año a otro. En efecto, en 2011 la tasa fue de 13%, y en el 2012 de 9.8%. Es decir, en cuestión de un año 354
mil niños y niñas dejaron de trabajar. ¿Será posible esto en un país que no tiene una política
pública en materia de trabajo infantil y no hace el esfuerzo necesario para
disminuirlo? Además en un contexto de cambio de gobiernos municipales y
regionales, en los que la tendencia es a reducir y descontinuar programas
mientras se reacomoda la planta de personal y la asignación presupuestal.
La respuesta a esta paradoja hay que encontrarla en el
cambio metodológico de una encuesta a otra: en el año 2011 las respuestas
publicadas fueron de adultos, y en el año 2012 correspondieron a las de niños y
niñas. Además, si se revisan los datos de trabajo infantil ampliado, es decir, los
niños y niñas que trabajan más los que realizan oficios en el hogar por más de
15 horas a la semana, vemos que la disminución de la tasa no es real. En el 2012 ascendió al 15.2%, similar al del
año 2011, que fue del 15.4%.
Pero independientemente de la relativa disminución de
la problemática de trabajo infantil, lo que hay que revisar es la gravedad del
hecho en sí, lo que en términos tangibles y humanos significa para una sociedad
que tantos niños y niñas vivan en dicha condición.
Otro fenómeno preocupante es el desplazamiento de
niños y niñas a otras formas de trabajo menos visibles a los ojos de la
sociedad, que a la larga pueden ser hasta más riesgosas para su integridad. Son
los casos del trabajo infantil doméstico, y del reclutamiento de niños y niñas
por parte de grupos delincuenciales, ambos considerados como las peores formas
de trabajo infantil.
Según el último estudio de la OIT y el Ministerio de Trabajo[1], en
Colombia existen 20 mil niñas y niños entre 10 y 17 años vinculadas al trabajo
en el hogar, actividad que supone riesgos para su salud física y emocional,
alta vulnerabilidad a los accidentes y exposición al abuso sexual por parte de
los miembros de la familia empleadora. Y según el último informe de Naciones Unidas
sobre niñez en Colombia[2], entre
2009 y 2011 se reportaron 343 casos de reclutamiento de menores, que los
delincuentes usan en labores de inteligencia, fabricación y colocación de
minas, compra de medicinas, entre otros.
La
caracterización del Trabajo Infantil
La precarización laboral de los adultos (trabajadores cuenta
propia, informales y desempleados) es la causa directa de que sus hijos se
inserten en la lógica de generación de ingresos familiares. Por eso encontramos
que la principal razón para trabajar (35%) es la necesidad de ayudar en la
actividad económica del hogar. Con el agravante de que el 48% de los menores trabajadores
no reciben remuneración, es decir, su trabajo se considera complementario a la
actividad laboral de la familia.
El 36.6% del trabajo infantil se concentra en la rama
económica Agricultura, Pesca y Ganadería, actividades de propias del sector
rural, que sigue siendo el más afectado por este fenómeno; un sector donde las
políticas públicas llegan rezagadas y padece sin miramientos los rigores del conflicto
armado. En el área rural las precarias condiciones laborales, los problemas de
acceso a la tierra, y el conflicto armado se conjugan y repercuten con
agresividad sobre la población infantil. En esta área trabajan el 17% de la
población entre 5 y 17 años, frente al 7.1% de las cabeceras, esto es 522 mil
niños y niñas.
En cuanto al trabajo infantil por ciudades, las tasas más
altas se presentan en aquellas que tienen mayor desempleo adulto e
informalidad: Ibagué 9.3%, Bucaramanga 8.9%, Sincelejo 8.7%, Bogotá 7.5%.
El 89.7 % de las niñas y niños trabajadores está adscrito
al régimen subsidiado de salud, lo que indica que en su gran mayoría pertenecen
a los sectores más pobres de la sociedad, y también a la población objetivo del
programa Red Juntos y Familias en Acción, que propenden por la superación de la
pobreza y la erradicación del trabajo infantil.
El tema educativo también está en el centro de la
problemática. El trabajo infantil se convierte en causa de deserción escolar.
Pero a la vez la escuela es limitada para impedir su deserción, lo que se puede
explicar en los costos asociados a la educación, las metodologías inadecuadas y
las dificultades de identificación de niños trabajadores o en riesgo de serlo. El
34% de los menores trabajadores (384 mil en total) no asisten a la escuela, con
lo que su futuro se ve seriamente comprometido. Al no tener formación en habilidades
sociales ni capacitación para el trabajo en la vida adulta, inevitablemente
pasarán a engrosar las cifras de desempleo y la economía informal.
El rango de edad menos afectado por la condición de
trabajadores es el 5 a 14 años (tasa del 5.4%), en tanto el más afectado es el
rango de 15 a 17 años, que presentó una tasa de 24.3%. Esta es la edad de mayor
presión familiar y social para la generación de ingresos, formación a través
del trabajo, posibilidad de consumo como herramienta de estatus y de
integración social.
Con todo, es contradictorio que en los años en que el país
más inversión y agenda le ha asignado a la problemática del trabajo infantil, nos
se vean progresos significativos. Por el contrario, este fenómeno se vuelve más
complejo con nuevas formas de trabajo infantil, y con situaciones de mayor
vulneración de sus derechos.
El Plan Nacional de Desarrollo y la Estrategia
Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil y Protección al Joven Trabajador traza
lineamientos a las políticas públicas frente a la problemática, pero la
materialización en los entes territoriales es limitada y no cuenta con los
recursos necesarios.
Los esfuerzos de la política de infancia no pueden
estar desligados, como hasta ahora, de la mejora de las condiciones laborales
de los adultos, y de la reducción de la pobreza y la inequidad. Pero ante esto
resulta tibio y acomodado el llamado a la responsabilidad del sector empresarial
y privado en la generación trabajo decente para los adultos. Nos resignamos a
sus aportes paliativos a través de programas de responsabilidad social
empresarial que ayudan a mejorar su imagen corporativa, pero que no aportan a
la solución estructural del problema.
Igualmente, la negligencia y poca capacidad operativa
en el restablecimiento de derechos de los niños y niñas a través del sistema
colombiano de bienestar familiar, es un cuello de botella que limita las
acciones de denuncia o identificación de niños trabajadores.
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