miércoles, 12 de junio de 2013

Es hora de pasar de la preocupación a la acción



Hoy, Día Internacional Contra el Trabajo Infantil

Es hora de pasar de la preocupación a la acción

“Analizar el hecho social de ser pobre o, más particularmente, la situación de la infancia pobre, sin relacionarlo con procesos de ingresos, riqueza, y poder, es como trabajar por y para su reproducción”. Eduardo Bustelo.


Por Ana Teresa Vélez
Coordinadora del tema Trabajo Infantil de la ENS


Colombia continúa presentando cifras preocupantes e inaceptables frente al fenómeno del trabajo infantil. Según reportes oficiales, en 2012 en el país trabajaban 1´111.000 de niños y niñas. O sea más de un millón de historias, de vidas concretas, de familias completas inmersas en esta problemática, que claramente limita el desarrollo y la equidad social.

No obstante es una cifra que resulta paradójica, pues supone una reducción de más de tres puntos en la tasa de trabajo infantil de un año a otro. En efecto, en 2011 la tasa fue de 13%, y en el 2012 de 9.8%. Es decir, en cuestión de un año 354 mil niños y niñas dejaron de trabajar. ¿Será posible esto en un país que no tiene una política pública en materia de trabajo infantil y no hace el esfuerzo necesario para disminuirlo? Además en un contexto de cambio de gobiernos municipales y regionales, en los que la tendencia es a reducir y descontinuar programas mientras se reacomoda la planta de personal y la asignación presupuestal.

La respuesta a esta paradoja hay que encontrarla en el cambio metodológico de una encuesta a otra: en el año 2011 las respuestas publicadas fueron de adultos, y en el año 2012 correspondieron a las de niños y niñas. Además, si se revisan los datos de trabajo infantil ampliado, es decir, los niños y niñas que trabajan más los que realizan oficios en el hogar por más de 15 horas a la semana, vemos que la disminución de la tasa no es real.  En el 2012 ascendió al 15.2%, similar al del año 2011, que fue del 15.4%.

Pero independientemente de la relativa disminución de la problemática de trabajo infantil, lo que hay que revisar es la gravedad del hecho en sí, lo que en términos tangibles y humanos significa para una sociedad que tantos niños y niñas vivan en dicha condición.

Otro fenómeno preocupante es el desplazamiento de niños y niñas a otras formas de trabajo menos visibles a los ojos de la sociedad, que a la larga pueden ser hasta más riesgosas para su integridad. Son los casos del trabajo infantil doméstico, y del reclutamiento de niños y niñas por parte de grupos delincuenciales, ambos considerados como las peores formas de trabajo infantil.

Según el último estudio de la OIT y el Ministerio de Trabajo[1], en Colombia existen 20 mil niñas y niños entre 10 y 17 años vinculadas al trabajo en el hogar, actividad que supone riesgos para su salud física y emocional, alta vulnerabilidad a los accidentes y exposición al abuso sexual por parte de los miembros de la familia empleadora. Y según el último informe de Naciones Unidas sobre niñez en Colombia[2], entre 2009 y 2011 se reportaron 343 casos de reclutamiento de menores, que los delincuentes usan en labores de inteligencia, fabricación y colocación de minas, compra de medicinas, entre otros.

La caracterización del Trabajo Infantil

La precarización laboral de los adultos (trabajadores cuenta propia, informales y desempleados) es la causa directa de que sus hijos se inserten en la lógica de generación de ingresos familiares. Por eso encontramos que la principal razón para trabajar (35%) es la necesidad de ayudar en la actividad económica del hogar. Con el agravante de que el 48% de los menores trabajadores no reciben remuneración, es decir, su trabajo se considera complementario a la actividad laboral de la familia.

El 36.6% del trabajo infantil se concentra en la rama económica Agricultura, Pesca y Ganadería, actividades de propias del sector rural, que sigue siendo el más afectado por este fenómeno; un sector donde las políticas públicas llegan rezagadas y padece sin miramientos los rigores del conflicto armado. En el área rural las precarias condiciones laborales, los problemas de acceso a la tierra, y el conflicto armado se conjugan y repercuten con agresividad sobre la población infantil. En esta área trabajan el 17% de la población entre 5 y 17 años, frente al 7.1% de las cabeceras, esto es 522 mil niños y niñas.

En cuanto al trabajo infantil por ciudades, las tasas más altas se presentan en aquellas que tienen mayor desempleo adulto e informalidad: Ibagué 9.3%, Bucaramanga 8.9%, Sincelejo 8.7%, Bogotá 7.5%.

El 89.7 % de las niñas y niños trabajadores está adscrito al régimen subsidiado de salud, lo que indica que en su gran mayoría pertenecen a los sectores más pobres de la sociedad, y también a la población objetivo del programa Red Juntos y Familias en Acción, que propenden por la superación de la pobreza y la erradicación del trabajo infantil.

El tema educativo también está en el centro de la problemática. El trabajo infantil se convierte en causa de deserción escolar. Pero a la vez la escuela es limitada para impedir su deserción, lo que se puede explicar en los costos asociados a la educación, las metodologías inadecuadas y las dificultades de identificación de niños trabajadores o en riesgo de serlo. El 34% de los menores trabajadores (384 mil en total) no asisten a la escuela, con lo que su futuro se ve seriamente comprometido. Al no tener formación en habilidades sociales ni capacitación para el trabajo en la vida adulta, inevitablemente pasarán a engrosar las cifras de desempleo y la economía informal.

El rango de edad menos afectado por la condición de trabajadores es el 5 a 14 años (tasa del 5.4%), en tanto el más afectado es el rango de 15 a 17 años, que presentó una tasa de 24.3%. Esta es la edad de mayor presión familiar y social para la generación de ingresos, formación a través del trabajo, posibilidad de consumo como herramienta de estatus y de integración social.

Con todo, es contradictorio que en los años en que el país más inversión y agenda le ha asignado a la problemática del trabajo infantil, nos se vean progresos significativos. Por el contrario, este fenómeno se vuelve más complejo con nuevas formas de trabajo infantil, y con situaciones de mayor vulneración de sus derechos. 

El Plan Nacional de Desarrollo y la Estrategia Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil y Protección al Joven Trabajador traza lineamientos a las políticas públicas frente a la problemática, pero la materialización en los entes territoriales es limitada y no cuenta con los recursos necesarios.

Los esfuerzos de la política de infancia no pueden estar desligados, como hasta ahora, de la mejora de las condiciones laborales de los adultos, y de la reducción de la pobreza y la inequidad. Pero ante esto resulta tibio y acomodado el llamado a la responsabilidad del sector empresarial y privado en la generación trabajo decente para los adultos. Nos resignamos a sus aportes paliativos a través de programas de responsabilidad social empresarial que ayudan a mejorar su imagen corporativa, pero que no aportan a la solución estructural del problema.

Igualmente, la negligencia y poca capacidad operativa en el restablecimiento de derechos de los niños y niñas a través del sistema colombiano de bienestar familiar, es un cuello de botella que limita las acciones de denuncia o identificación de niños trabajadores.

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