sábado, 15 de junio de 2013

Y si termina la guerra......

eltiempo.com,  14 de Junio del 2013

Gonzalo Castellanos

Debe definirse ya cómo administrar una bonanza financiera para el desarrollo social cuando acabe la guerra, cómo fortalecer sanciones sin prebendas para los corruptos que se relamen con el nuevo botín.
Algunos pobladores de África se santiguan y dicen: ¡Por Dios, que ahora no encuentren petróleo! Saben que, paradójicamente, la abundancia de diamantes y la fecundidad de la tierra han dejado una huella de hambruna, guerras y de bolsillos llenos para la alianza putrefacta entre antiguos colonos y gobernantes títeres.
Dura reflexión no distante de historias en Colombia, en donde por otra parte con el anuncio de acuerdos en la mesa de negociación en La Habana desde ya viene bien prever qué pasará con la abundancia del presupuesto destinado a la guerra, cuando empiecen a desmovilizarse las Farc y quizá el Eln y cuando, por fin, un día termine este conflicto interno, el más largo del planeta.
En varias décadas ha sido característica la anorexia para algunos campos sociales respecto de fuertes finanzas para defensa y policía. Este año, con un presupuesto de 25,5 billones de pesos, la relación de dicho sector es algo así como 64 a 1 respecto de cultura, 54 a 1 con ambiente y 10 a 1 con esferas agropecuarias, lo que coincide con que de tiempo atrás el gasto militar no baja del 3 por ciento del PIB.
Pero también precisamente en la necesidad de alinear estrategias contra la violencia han germinado herramientas disciplinadas en el gasto público, un andamiaje académico destacado (Colombia es de los países latinoamericanos que más exportan profesionales), e inversiones importantes en ciencia y educación; incluso, sin parafrasear al presidente que habló de “justas proporciones” en la corrupción, es evidente que esas estrategias han impedido que tantos rateros investidos de funcionarios arrasen definitivamente con el continuado crecimiento económico y con algunos buenos indicadores sociales.
Ahí, caricaturizando, asusta pensar qué sería del apetito de Samuel y sus contratistas de obras, de las pensiones, viajes y sobresueldos de magistrados y congresistas cuando, sin guerrillas, tengan en bandeja el doble de presupuesto. ¿Financiará esa plata más carreteras, mínimo vital en servicios públicos, agua potable en 800 municipios en donde no es apta para el consumo, más bibliotecas o un poco de cemento para que en cada invierno no se inunde medio país?
Debe definirse ya cómo administrar una bonanza financiera para el desarrollo social cuando acabe la guerra, cómo fortalecer sanciones sin prebendas para los corruptos que se relamen con el nuevo botín.

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