viernes, 28 de junio de 2013

'Hay crisis del derecho en Colombia': exmagistrado José G. Hernández

eltiempo.com,  ,  27 de Junio del 2013


Dice que hay que recuperar la ética del abogado desde su formación académica. Entrevista.

El ejercicio del derecho en el país está pasando por su peor momento. La pérdida de ética, el facilismo y la corrupción han permeado algunas áreas de la administración pública y de la administración de justicia, lo cual está deformando la labor del abogado. Lo afirma el reconocido académico y jurista José Gregorio Hernández, expresidente de la Corte Constitucional, a propósito de su nombramiento como rector de la Universidad del Sinú, en Bogotá, que llegó a la capital del país con su programa de derecho. Hernández habló con EL TIEMPO sobre su visión del abogado que requiere formar el país,
¿Qué lo llevó a aceptar este paso a la academia, como rector de la Universidad del Sinú en Bogotá?
Porque conozco la trayectoria académica de la Universidad del Sinú en Montería y Cartagena. Durante años he estado vinculado a la institución en los posgrados de derecho público, en los que he tenido a cargo la cátedra de derecho constitucional, y conozco los valores y principios que ha sostenido y proyectado a lo largo de estos años. Es un gran reto iniciar en la capital del país la tarea de construir una facultad de derecho con una forma y unos contenidos importantes.
¿No cree que hay ya bastantes programas de derecho?
Somos conscientes de eso, pero así como existen instituciones de gran trayectoria y merecido prestigio, también las hay mediocres. De todas maneras, el país sí necesita que se formen abogados preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI y la Universidad del Sinú tiene mucho que aportar en Bogotá. Nuestro compromiso es dar calidad en la formación de estos profesionales.
¿Qué los hará diferentes?
Brindaremos una formación integral, que les permita a los estudiantes prestar un verdadero servicio a la sociedad; tenemos que formarlos con criterio jurídico, con la capacidad de entender e interpretar la Constitución, la ley, la jurisprudencia y de aplicar ese conocimiento con el suficiente criterio para lograr los objetivos que persigue su cliente, si es abogado en ejercicio, o los que persigue el Estado, si está al servicio de este. Un abogado con buenos conocimientos pero también con estructura moral. En Colombia tenemos una crisis del derecho que se expresa en la falta de ética con que algunos abogados ejercen su profesión, no todos, porque no quiero generalizar; en la corrupción en algunas áreas de la administración pública, de la administración de justicia, de la empresa privada.
¿Qué alimenta esta falta de ética?
La corrupción afecta a Colombia desde hace un tiempo y cada vez crece y se multiplica… Buena parte de los fenómenos de corrupción surgen porque el abogado que le presta sus servicios a la administración, a la justicia o a un cliente lo hace con desconocimiento del derecho, manipulando el derecho, tergiversando los principios, desconociendo los valores y en virtud de esa forma de actuar, que es muy generalizada, se logran objetivos próximos pero se sacrifica el fondo del derecho sustancial.
¿A quién le cabe la responsabilidad de esa deformación?
La sociedad se ha relajado en sus costumbres e, infortunadamente, prevalece en muchos sectores una carencia de valores y principios. Hay tendencia al facilismo. Infortunadamente, se piensa que el mejor abogado es el que, como sea, logra los objetivos. Un cliente le encomienda a su abogado que defienda sus intereses en un proceso de naturaleza civil ante un juez; ese abogado quiere demostrarle a su cliente que es efectivo y entonces, en lugar de argumentar jurídicamente y poner sus conocimientos al servicio de la causa, busca mecanismos para comprar al juez o llegar a él de alguna manera. Lo digo por la experiencia que tengo no solo en la cátedra sino en el ejercicio profesional y mi paso por varias instituciones estatales. Ha hecho carrera que el mejor abogado es el que logra sus objetivos y el que tiene magníficos argumentos resulta derrotado.
Y entonces, ¿dónde queda la utilidad del derecho?
El derecho sirve para realizar el valor de la justicia, ante todo; el valor de la seguridad jurídica. Un abogado que solamente busca objetivos pequeños frente a esos grandes valores, y que lo hace en el entendido de que él puede darse el lujo de no respetar los principios básicos del derecho y de que todo vale, desfigura el derecho. No estamos, entonces, logrando la administración de justicia como queremos que se produzca y la justicia consiste en dar a cada cual lo que le corresponde. Lo que tenemos que hacer las universidades es formar abogados en el conocimiento, en la capacidad de argumentación, en el criterio jurídico, en una ética insobornable y en una profunda convicción en el sentido de que cualquiera que sea el campo en el que actúe, no se puede apartar de los principios jurídicos y morales.
¿Cuál es el abogado ideal?
Un abogado integralmente formado en lo jurídico y suficientemente fuerte en lo moral, como lo queremos formar, capaz de lograr los objetivos que le correspondan con base en el derecho. No es fácil formar ese tipo de abogado con la tendencia al facilismo que hoy existe, porque se piensa que los resultados deseados se obtienen más rápido mediante el soborno, el amiguismo y otros procedimientos que son dignos de rechazo. Tenemos la firme convicción de que en Colombia hace falta que el abogado se prepare con una formación humanística y no solamente sabiendo de memoria los artículos de los códigos.
Y argumentar es un reto mayor.
Un abogado que no sepa razonar con base en una argumentación, que ignore lo que es un silogismo y cómo se obtiene la conclusión mediante la aplicación de la razón es un abogado que no nos va a servir. Este profesional debe ser capaz de estructurar honestamente un alegato con base en un material probatorio suficiente o que sepa, si está del otro lado, poner en discusión y en tela de juicio las pruebas. Eso se logra conociendo bien la teoría del conocimiento, teniendo criterio jurídico y sabiendo llegar a conclusiones lógicamente formadas; es decir, aplicar los elementos de la filosofía al ámbito del derecho. Se ha notado un fenómeno característico en este sistema procesal-penal, primordialmente en el campo penal: deficiencias en la crítica de la prueba y especialmente, la crítica del testimonio. Hoy por hoy, en muchos casos, a una persona se la priva de la libertad con base en un testigo cuya credibilidad puede llegar a ser dudosa y esto hay que evaluarlo. A esto se suma que tenemos además un cartel de testigos como el denunciado por el Fiscal General.
¿Cuáles son las debilidades de los actuales egresados?
Pereza para el estudio y eso se refleja en ciertos juzgados y tribunales donde el demandante o demandado pueden presentar documentos excelentes y completos, con material probatorio, y se encuentran con la pereza de un profesional del derecho que lo lleva a no leer ni estudiar el expediente y tomar una decisión acudiendo a cualquier camino que le permita resolver en contra o abstenerse de resolver. La falta de ética y tendencia al facilismo.
Además, se está legislando y reformando la Constitución sin suficiente responsabilidad. Hay una norma para sustentar cualquier posición y nuestros abogados se han venido acostumbrando a buscar una norma precisa para sus fines y la van encontrando. No hay razonabilidad en la producción del derecho y en este aspecto queremos aportar con la crítica desde la academia. Quisiéramos que los estudiantes que puedan llegar a ser legisladores o gobernantes tomen conciencia sobre la inmensa responsabilidad que tienen unos y otros y que cuando ejerzan esas funciones en el futuro lo hagan con suficiente seriedad, que hoy parece escasa. Aquí se crean proyectos de ley cuando los medios visibilizan problemáticas.
Otra de sus apuestas es incrementar la investigación en el campo jurídico.
Queremos desarrollar líneas de investigación que sirvan no solamente a la teoría jurídica sino a las necesidades del país; la investigación jurídica no es solo para conseguir efectos teóricos o doctrinales, debe ser aplicable.
ANDREA LINARES GÓMEZ
Redactora de EL TIEMPO

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