LAREPUBLICA.CO, Lunes , Agosto 11, 2014
Cuando se mira la evolución de los flujos de inversión extranjera en Colombia en los últimos 15 años, alguien desprevenido podría decir a pie juntillas que las políticas de seguridad democrática, y de paz que practicó nuestra nación en este periodo de tiempo, fueron las responsables del interés de los empresarios extranjeros por comprar canales de comercialización, plantas ya instaladas, o tener agencias de representación en Colombia en lo que se conoce como el auge de la Inversión Extranjera Directa (IED); con ese mismo argumento se hacen proyecciones en torno a mostrar que la firma de un acuerdo eventual de paz disparará la IED en Colombia, de niveles de US$16.000 millones en 2013 a US$25.000 millones en los próximos 5 años.
Aunque la premisa de la seguridad y la paz sí pueden ser factores de confianza en el mercado de capitales colombianos, sigue siendo más importante para los inversionistas extranjeros, elementos como las gabelas que se dan al capital internacional para venir al país, y desde luego la rentabilidad de esas inversiones. En efecto, en la teoría económica siempre se ha argumentado de las bondades de la inversión extranjera, se arguye que la misma, cuando es directa, no solo genera puestos de trabajo, sino que fundamentalmente en la era global, estas son las responsables de generar la transferencia tecnológica, entre economías desarrolladas, y las que están en vías de desarrollo, estas últimas conocidas en el mercado de capitales internacionales como emergentes precisamente por tener que competir por capitales externos.
Desde el proceso de apertura económica, Colombia no solo liberó el mercado de capitales, sino que otorgó altas preferencias al inversionista del exterior. La Ley 9 de 1991 y la Ley 31 de 1992, y los decretos posteriores: 2080 de 2000, 4120 de 2004, y 4800 de 2010, establecieron que los capitales internacionales tienen: trato nacional, acceso a todos los sectores, y lo que es más importante, permiten sin mayores dificultades la repatriación de utilidades al extranjero; de otro lado, como si fuera poco en todos los acuerdos comerciales bilaterales realizados desde 1995, existe un capítulo referente a las inversiones donde Colombia, protege la inversión extranjera; nuestro país ha tenido que acatar los acuerdos internacionales de respeto a la Inversión Extranjera como son los de: la Agencia Multilateral de Garantía de Inversiones (“MIGA”), del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a las Inversiones, y la Corporación de Inversiones Privadas en el Extranjero (“OPIC”).
Pero si las condiciones legales están dadas, más importante es que el extranjero continúa realizando empresa en Colombia por la alta rentabilidad financiera que ofrece nuestro país, pues tiene los indicadores más bajos de riesgo, y su tasa de interés es más alta que la de cualquier economía desarrollada, e incluso a la de países con alto nivel de riesgo, como el caso Irak; si se compara la tasa de interés local con la de esos mismos países, se tiene que la tasa de captación de Colombia supera en más de 3 y 15 puntos porcentuales las de esas economías. Si se trata de mirar cómo se distribuye el PIB entre ganancias y salarios, hay que recordar que el primer rubro en Colombia terminó favoreciendo en 2013 a las ganancias, con una participación de 53%, más de 20 puntos porcentuales superior a la participación de ese ítem en los EE.UU. Sobre repatriación de utilidades hay que acotar que entre 2005 y 2013 el aumento de las mismas superó con creces el incremento de la IED; solo en el último año, los empresarios extranjeros repatriaron 70% del total ganado en, lo que quiere decir que apenas 30% es reinvertido en suelo nacional. Se puede acotar que Colombia también ha entrado en la filosofía de la inversión extranjera, pero los empresarios colombianos han sido más timoratos a la hora entrar a los mercados internacionales; el bajo índice de inversiones colombianas al exterior que apenas llegó a US$2.500 millones en 2013, si bien responden a criterios de rentabilidad, se han visto menguadas por las restricciones de entrada que imponen los países desarrollados; las solas normas de imponer visas empresariales, deja por el piso el principio del trato nacional que es importante para llevar capitales a esos mercados.
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