El expresidente Álvaro Uribe ha
expresado su inconformidad por los términos de una columna que publiqué aquí
hace algunas semanas, con el mismo título de la de hoy, en la que
expresaba mis opiniones sobre la responsabilidad por la publicación de una
información que debía ser secreta. Y que él realizó Uribe a través de su
Twitter, dando detalles sobre una operación militar para facilitar la salida de
miembros de la guerrilla de las Farc que se incorporarían a la mesa de
negociaciones en La Habana.
El expresidente dio –en Blu Radio,
medio que, como La Silla, generosamente me permite expresar mis opiniones- una
versión sobre la forma cómo obtuvo la información que no coincide con lo que
los voceros e investigadores de la Fuerza Pública en este caso han dicho.
Dijo que la información la obtuvo “por las redes sociales” y que la
confirmó con una persona cercana a las Farc.
Le versión oficial ha dicho desde el
primer día que la información no podía haber salido sino de alguno de los
oficiales que la conoció para coordinar su ejecución. Uribe ha insistido que la
investigación no es importante y ha pedido que dejen tranquilos a los militares
a los que se les investiga. El expresidente reclamó –con razón- que el hecho de
que se dijera que la información había salido de un militar no significaba que
se la hubiesen entregado a él, porque se la habrían podido entregar a otra
personas y esa a su vez a otra y finalmente llegado a sus manos.
Sin embargo, hace un par de días la
versión digital de El Tiempo publicó una noticia, que no ha sido
reproducida por otros medios, no ha sido desmentida pero tampoco confirmada por
ninguna fuente oficial y que aparentemente llevó a que ayer el expresidente
pidiera a la Fiscalía oír su versión en la investigación que resolvió abrir
sobre el caso.
La noticia tiene la siguiente
información: “La investigación interna demostró que uno de los oficiales
compartió la cadena de mensajes con líderes de opinión, entre quienes estaba el
expresidente”. Es decir que si la información resulta cierta, los
investigadores oficiales habrían dicho lo que Uribe dijo que no habían dicho
hasta el momento de su reclamo: que las coordenadas las recibió de un oficial
del ejercito.
La misma noticia revela varias cosas
que los ciudadanos hasta ahora desconocíamos e incluso algunos suponíamos cosas
distintas. Por ejemplo dice que esa información fue transmitida al menos a 230
personas para coordinar su ejecución. Muchos creíamos que ese dato lo conocían
muy pocas personas. Claro que el riesgo de filtrarse es mucho más alto de lo
que creíamos.
Como digo, aparentemente movido por esa
noticia, Uribe, a través de su abogado, pidió a la Fiscalía oírlo y en un comunicado reiteró su
versión a la que agregó que la información la recibió, además de por las redes
“a través de un periodista”, esa versión de que la recibió por fuentes
distintas no recuerdo que la hubiera dicho en su entrevista en Blu, ni en las
respuestas que le dio a Néstor Morales el día que reclamó por mi columna, pero
a mi edad ya la memoria me traiciona.
El expresidente Uribe insistió en que
no había recibido esa información por parte de ningún miembro del ejercito a lo
que le recordé que yo me limitaba a repetir la versión oficial que desde el
primer día ha dicho que no podía haber sido otra la fuente. Según la versión de
El Tiempo la hipótesis oficial se habría comprobado en la investigación.
“No le acepto que me diga mentiroso” me
reclamó algo airado y su barra de seguidores en las redes sociales multiplicó
esa frase por centenares, como quien notifica que se ganó una batalla. Me
calificó por esta controversia –injustamente por supuesto y sin ningún
fundamento- de ser “insolidario” con la muerte de soldados. Quienes desmienten
al expresidente son los voceros oficiales y ahora –según la última noticia- la
investigación interna adelantada por el ejercito, no yo.
A los uribistas, no a él porque creo
que lo sabe, debo notificarles que no tengo ningún pleito personal con el
expresidente, que nunca lo he calificado de “paraco”, “narco” o “corrupto”
porque no creo que lo sea y porque no tengo elementos de juicio para afirmarlo.
Con Uribe tengo profundas diferencias
ideológicas que me enorgullecen. Tenemos dos visiones de la vida completamente
diferentes, no de ahora sino de siempre. Cuando tres amigos comunes a quienes
aprecio y les tengo afecto –todos los cuales formaron parte del círculo más
cercano de su gobierno- me insistieron en 2001 que formara parte de la campaña
les dije para cerrar la conversación: “es muy godo para mi gusto”.
Ya me habían “expulsado” de un
movimiento disidente del liberalismo porque no haber estado a favor de apoyar
la candidatura de Uribe. No me parecía conceptualmente coherente.
Durante su gobierno fui un crítico
respetuoso, tanto que –ya al final de su primer período- a través de Francisco
Santos se me ofreció dirigir una importante entidad del estado y a “Pacho” le
dije que no y le recordé que yo no era “uribista”, a lo que él me replicó
que precisamente por eso querían que aceptara porque querían darle tranquilidad
a sectores opositores. Le agradecí el ofrecimiento y le dije que no lo aceptaba
por las diferencias conceptuales y por mi decisión personal tomada hace varios
años de no volver a ocupar ningún cargo público.
Últimamente mantengo una controversia
permanente con sus seguidores porque creo que es mezquina su oposición al
proceso de paz y porque a pesar de múltiples logros de su gobierno creo que el
país pago un alto costo en cultura democrática. Además, ahora sé que Uribe
es mucho más godo de lo que yo imaginaba.
Al expresidente le digo que la pelea no
es conmigo ni es a mi a quien tiene que aclararle de donde sacó las coordenadas
que publicó irresponsablemente. Es a los investigadores oficiales a quienes
tiene que contarles porque son ellos quienes lo desmienten.
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