SEMANA.COM, 08 junio 2013
La demanda
contra Barreras y Mota desnudan los intereses ocultos que tendrían los
legisladores que reformarán el sector.
A pesar de que durante muchos años se ha hablado de la existencia de una
bancada de la salud que se beneficia de la burocracia y los sectores de EPS y
hospitales, esta nunca se habría podido descubrir. Lo preocupante es que en las
manos de muchos de esos senadores está el futuro de la reforma a la Ley 100.
La denuncia que hizo el superintendente nacional de Salud, Gustavo
Morales contra el presidente del Senado, Roy Barreras, y su colega del Partido
de la U, Karime Mota, por haber ido a su despacho a pedirle que les nombrara a
una persona cercana como interventora de la EPS Solsalud, que llevó al Consejo
de Estado a abrirles esta semana una investigación, puso al descubierto lo que
durante muchos años se ha hablado pero que ha sido difícil de demostrar: la
existencia de una bancada de la salud en el Congreso de la República.
Desde la aprobación de la Ley 100 de 1993 muchos parlamentarios
encontraron en este sector no solo un poderoso fortín político y burocrático,
sino también una jugosa fuente de recursos capaz de financiar las campañas y
ambiciones de cualquier político.
La feria de plata que ha llegado y se ha despilfarrado en la salud ha
sido tan grande, que hasta los propios paramilitares llegaron a tomarse algunos
hospitales, secretarías de salud y EPS del Régimen Subsidiado, para financiar
sus tenebrosos ejércitos. En Sucre, Córdoba, La Guajira, Cesar, Santander,
Nariño, Meta y Putumayo están las evidencias de esta historia que la Justicia
apenas si ha empezado a investigar.
Lo mismo ha ocurrido con los intereses que sobre la salud tienen
congresistas y políticos. Esto sin contar el largo listado de intereses que
gobernadores y alcaldes han tenido en hospitales y EPS del régimen subsidiado.
Incluso en los corrillos del Capitolio se hablaba de la bancada que Saludcoop
llegó a tener a su servicio en el Senado o de lo que hizo el cartel de la
contratación con los hospitales de Bogotá, que pasaron de ser un modelo de
gestión regional a una cloaca de burocracia y corrupción.
Sin embargo, pocos de estos casos han llegado a etapas decisivas de la
Justicia o de los organismos de control. De ahí la importancia de la denuncia
del superintendente Gustavo Morales, quien con sus declaraciones abrió una
puerta por la que se pueden empezar a desentrañar los intereses indebidos de
los parlamentarios y los políticos en la salud.
Cuando Morales llegó, contra los intereses de varios políticos, a la
Superintendencia, la entidad tenía 53 EPS, hospitales y entidades intervenidos
o con alguna medida especial. Esto quiere decir que por el escritorio del
superintendente tienen que pasar decisiones importantes, como si el gobierno
continuará o no con la intervención de Saludcoop, que tiene 4 millones de
afiliados y maneja más de 2 billones de pesos al año; si liquidará a Solsalud o
Salud Cóndor, así como decisiones menores pero de gran impacto local, como
mantener o no al interventor del hospital de Arauca.
Cuando la Superintendencia Nacional de Salud decide intervenir una
entidad, se remueve al administrador y a la junta directiva. No obstante, los
amplios poderes del interventor le han permitido en el pasado a esta entidad
sacar gerentes que llegaron por concurso. Lo ha habilitado también para
suspender las reglas de carrera administrativa o de concursos de mérito para
contratar personal.
Las intervenciones además han tenido en ocasiones un efecto perverso,
poco conocido pero muy importante, que es que pueden levantar todos los
embargos con los acreedores y permitirle a la entidad seguir funcionando sin
que tenga que cumplir con sus obligaciones antiguas. Ha sido una forma eficaz
de prolongarles artificialmente la vida a entidades en crisis, por el expedito
camino de eximirlas del pago de sus deudas.
El alto número de entidades intervenidas deja en claro que la entidad
está en crisis y que el sistema de control, que debía ser algo excepcional, se
politizó. “Cuando un senador, un gobernador o un político tiene problemas con
el director de un hospital, o no le hacen caso o es del grupo político
contrario, presiona al gobierno o al superintendente para que lo intervenga y
que le nombre a una persona conocida. Con esto, retoma la gobernabilidad del
hospital o de la EPS”, dijo un exsuperintendente a SEMANA.
Por ejemplo la EPS Emdisalud, de Córdoba, se intervino desde 2010.
Su actual interventor es Eduardo Espinosa Facciolince, de una conocida familia
política cartagenera, pero su gestión no ha permitido sacarla adelante. Muchos
prestadores están a punto de quebrar en la zona, porque esta EPS no les ha
pagado los servicios prestados.
Además de las EPS, los hospitales, especialmente los públicos, también
han sido en ocasiones un fortín electoral para los políticos. En varios casos,
estos han tenido injerencia en la nómina de empleados y contratistas para meter
a sus fichas políticas, con el fin de tomarse el control y cumplir compromisos
de campaña.
Esto fue lo que pasó, por ejemplo, en el Hospital Luis Ablanque de la
Plata en Buenaventura, que ha sido cooptado políticamente por diversos alcaldes
y por varios concejales. Prueba de ellos es que cuando el concejal Stalin Ortiz
se atrevió a denunciar toda la podredumbre de contratos, nóminas paralelas e
irregularidades en el hospital del puerto, considerado la mayor fuente de
empleo público del municipio, fue asesinado.
A través de los hospitales y de las secretarías de Salud también se ha
aceitado en varios casos la maquinaria política con plata del gobierno nacional.
Según dice un exgobernador, se han utilizado los programas de prevención y
promoción, o de vacunación para contratar líderes comunales y un batallón de
gente que supuestamente debe ir, barrio a barrio o vereda a vereda para educar
a las personas en el cuidado y prevención de enfermedades, pero que en realidad
no lo hacen.
De igual manera, gran parte de la madeja de la corrupción política en la
salud está en el manejo de la compra de suministros y servicios de hospitales y
EPS. En la compra de medicamentos e insumos aparecen empresas o cooperativas
que terminan quedándose con gran parte de los ahorros por descuentos que los
laboratorios, farmacéuticas y proveedores les dan.
El caso más claro era la relación que tenía Saludcoop con Epsifarma.
Esta empresa, creada por la misma EPS, era la encargada de suministrarle los
medicamentos a Saludcoop, pero todos los descuentos y ahorros terminaban usados
para financiar todos los proyectos que se le ocurrieran a Carlos Palacino y a
la cúpula de la EPS.
En una carta enviada al gobierno por varias EPS e IPS de la costa Caribe
y de Valle se denuncia que algunos interventores de la Supersalud los están
obligando a contratar servicios que pueden valer hasta un 300 por ciento más de
lo normal. Un dato que llama la atención es que de las 600 personas que están
habilitadas para ser interventores de la Supersalud, siempre se designan a las
mismas 15 o 20.
Y otra forma de hacer negocios con la salud es contratar con terceros,
generalmente empresas privadas, los servicios más rentables de los hospitales,
como las unidades de cuidados intensivos, la imagenología o el servicio
cardiovascular. En cambio los hospitales se quedan con las urgencias o medicina
interna, que generan mucho gasto y dan poca utilidad.
Por todo esto en muchos casos las intervenciones no han permitido
superar la crisis que las justificaron en un primer momento, sino que han
perpetuado o agravado el mal servicio. Un ejemplo es el Hospital La Candelaria,
de El Banco (Magdalena), que lleva intervenido desde 2009 y cuyos indicadores
financieros y de atención en salud están en una situación crítica. Esta semana
el gobierno decidirá si continúa o no la intervención. Lo mismo ha pasado con
el Hospital San Francisco de Asís, de Quibdó, que está intervenido desde 2007 y
cada vez está peor.
Todo lo que ha ocurrido en la Supersalud y en los hospitales es tan
grave como lo sucedido con las EPS. Por los hospitales públicos y EPS del
régimen subsidiado, en su mayoría públicas, se han perdido billones de pesos
sin que nadie responda por ello.
Lo preocupante de la forma como los proyectos de salud se tramitan en el
Congreso está en que su discusión y aprobación están muchas veces en manos de
senadores y representantes con intereses en hospitales, clínicas, EPS o farmacéuticas.
La discusión sobre la participación de los políticos en la salud está
abierta. De la forma como actúen la Justicia y los organismos de control para
desentrañar y desbaratar el peligroso maridaje entre políticos y salud
dependerá que en un futuro los colombianos puedan tener por fin un sistema de
salud eficiente y digno, y no uno entregado a los intereses de unos pocos
grupos.
Avanza la reforma
Pocos colombianos entienden a ciencia cierta lo que está pasando en el
Congreso con la reforma al actual sistema de salud. Lo que sí escucharon es que
el miércoles pasado, tras casi nueve horas de intensa discusión, senadores y
representantes aprobaron un proyecto de ley estatutaria que eleva la salud a
derecho fundamental.
Sin embargo, ese proyecto no es aún la respuesta que esperan los
colombianos, pero sí constituye el esqueleto para que los ciudadanos puedan
acceder de forma efectiva al derecho fundamental a la salud. Uno de los
principales avances de este proyecto es la fórmula para acabar con los paseos
de la muerte, pues contempla sanciones penales y disciplinarias para quienes
nieguen la prestación del servicio de urgencias.
La principal controversia que se presentó fue si la salud debería ser un
servicio público prestado directamente por el Estado o si se mantenía el modelo
privado. Se acordó una fórmula mixta. Y las cuestionadas EPS, que muchos
pretendían acabar, se transformarán en entidades que no afiliarán, no
recaudarán y no van a manejar los recursos. También se acaba la llamada integración
vertical, lo que significa que las EPS no serán dueñas de clínicas u hospitales
y tampoco podrán negar servicios de manera impune, como lo asegura el ministro
de Salud, Alejandro Gaviria.
No obstante este proyecto es apenas el esqueleto de la reforma, pues el
cambio definitivo de la Ley 100 y del actual modelo está en otro proyecto de
ley en las comisiones séptimas, pero que muy seguramente solo se discutirá a
partir de julio.
El debate se espera dilatado sobre todo porque como se ha denunciado,
detrás de las EPS hay varios congresistas que buscarán proteger sus intereses
políticos. Solo un congresista, Jorge Ballesteros, el coordinador ponente del
proyecto de ley ordinario, se atrevió a decir públicamente que su campaña había
sido financiada con dineros de la salud.
Roy versus Súper
La pelea de Roy Barreras con el superintendente Morales comenzó en
noviembre pasado, cuando el funcionario decidió cambiar al liquidador de la EPS
Selvasalud del Putumayo. La superintendente encargada Mery Bolívar había ordenado
en septiembre liquidar esta EPS del régimen subsidiado, sobre la que el
presidente del Senado, según varios parlamentarios y funcionarios del gobierno,
tiene una alta injerencia.
De hecho, es curioso que una EPS del Putumayo haya pasado de un momento
a otro a contratar el 60 por ciento de los servicios médicos con varias IPS de
Tuluá, Cerrito, Guacarí y Cali, y no con los hospitales públicos de Putumayo,
tal y como lo ordena la ley. Incluso, puso a estos hospitales en una posición
difícil, pues también les dejó de pagar lo que les debía.
El de Selvasalud fue el segundo golpe que recibió Barreras. A mediados
de 2012 la entonces ministra de Salud Beatriz Londoño, se había enfrentado al
senador por el manejo de la EPS pública Caprecom, que es la columna vertebral
del régimen subsidiado. Para salvarla de la liquidación y evitar la quiebra de
decenas de hospitales y clínicas en todo el país a las que les adeudaba más de
500.000 millones de pesos, Londoño decidió sacar a su presidente y otros altos
funcionarios por una persona de su confianza.
Según el sindicato de la EPS, Barreras tenía más de diez altos
funcionarios que manejaban la empresa. Esas dos movidas lo pusieron en una
posición incómoda y lo llevaron a decir, incluso, que el gobierno estaba privilegiando
al Partido Liberal sobre al Partido de la U.
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