La discusión pública entre el gerente del Banco de la República y el ministro de Hacienda, a raíz de diferentes lecturas sobre las cifras de crecimiento en el primer trimestre, más que inédita es perjudicial para las expectativas y el desempeño de la economía.
Una observación inicial sobre el asunto se refiere a que la natural controversia y solución de diferencias, o interpretaciones como en este caso, debería tener como escenario natural la junta de la que ambos hacen parte. Su traslado a la opinión, aun atemperado por la llamada del gerente al Presidente de la República, refleja la ausencia del necesario entendimiento entre opiniones interesadas en que a nuestra economía le vaya bien, para lo que resulta indispensable un mínimo de afinidad.
La independencia de la junta, en el espíritu de la Constitución, encuentra límites en los intereses de Estado y no debe dar lugar a disquisiciones como un “Choque”, originado en la inocultable polarización política, afectando confianza e inversión, como ha trascendido. Es independiente, lo cual no significa que pueda expresar intereses particulares o partidistas o erigirse como un poder, como para controvertir con otras ramas del Estado.
Que los actuales miembros de la junta accedieran a su cargo en los dos gobiernos anteriores, una consecuencia del desequilibrio generado por la reelección, abre camino a esas interpretaciones, completando un panorama de incertidumbre perjudicial para los colombianos. Un hecho similar se observa en las Cortes y en el congreso, donde un gobierno renuente a la mermelada tóxica tampoco tiene gobernabilidad, como se comprobó en las proyectadas reformas a la justicia y la política.
Justamente la inexistencia de una coalición mayoritaria en el congreso, que respalde y avale las propuestas del gobierno, pudo dar lugar al problema: el fracaso de la reforma tributaria que recortó aspiraciones y necesidades fiscales y por lo tanto capacidad de gasto e inversión pública con efecto directo en el crecimiento y la confianza. De inmediato amigos políticos del presidente reclamaron un corte de cuentas con las administraciones anteriores; un examen de lo ocurrido con las principales variables de la economía que el gobierno Duque no quiso realizar en su momento.
Una mirada al pasado reciente revela que en el periodo 2010-2017 la deuda externa se duplicó, pasando de 64.000 a 124.000 millones de dólares; otro tanto ocurrió con el servicio de la deuda, el cual pasó de representar un 20.6% de las exportaciones a un 41.6%, con sus efectos en las finanzas públicas. En el mismo periodo el gasto público aumentó considerablemente aunque, con relación al PIB, mantuvo sus niveles.
La cifra de crecimiento de los primeros trimestres en los últimos años ha tenido una conducta cíclica influenciada, básicamente, por los precios del petróleo: de un 5.9% en 2012 cayó hasta 2.5% en 2013 para volver a subir al 5.7% en 2014.A partir de allí su mejor desempeño es el 2.8% anunciado por el DANE en 2019 que ha dado origen a la discusión. ¿Estancamiento? y entonces, ¿cómo calificamos el desempeño entre 2016 y 2018?
En cuanto a las perspectivas para 2019, además de los precios del petróleo, lo que ocurra va a depender, en buena parte, de la recuperación de la construcción y de la misma capacidad de ejecución del gobierno. Calificadoras de riesgo, inversionistas y el FMI coinciden con el Banco Mundial que acaba de pronosticar para Colombia un aceptable 3.5%, en un escenario en que vaticina 2.6% al mundo y 1.7% para América Latina.
El país necesita avanzar hacia un consenso básico que ponga freno a tanta peleadera. Nuestras discusiones en economía, mucho más a ese nivel, deberían tratar menos sobre la manera de presentar las cifras y más sobre el agotamiento de un modelo exportador fundamentado, esencialmente, en hidrocarburos y en los vaivenes de sus precios con impacto inmediato en la balanza de pagos , la tasa de cambio y el bienestar de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario