miércoles, 4 de octubre de 2017

Se venden ilusiones...

cronicadelquindio.com, Octubre 03 de 2017
Mayra Alejandra Ocampo Vega



"Al obtenerse el título universitario se da inicio a un proceso de desencanto social en la búsqueda de ofertas laborales".


Cuando se es adolescente se perciben todos los escenarios con gran ingenuidad, a tal punto que no percibimos límites o barreras para alcanzar cualquier meta que nos fijemos, somos aventureros, intrépidos, indagadores, nada nos detiene, tan convencidos de tener el mundo en nuestras manos. Aun así ingresar a la universidad es un gran reto, asumir responsabilidades, tomar las riendas de nuestras vidas, sufrir por el desempeño reflejado en cada parcial y en cada fin de semestre, nos compromete reflexivamente en el arte de crearnos a nosotros mismos, sobre esta base nos inquietamos por convertirnos en quienes queremos ser, nos idealizamos como grandes profesionales, se sueña con el título universitario que dará un mejor status social.

Es allí donde se cree que en posesión de este título se cumple con los requisitos necesarios para aprovechar las oportunidades del mercado actual. Desearía que esta creencia de universitarios y padres de familia tuviera un desenlace feliz, que compensara el esfuerzo de unos y otros al apostarle a la educación como camino de mejoramiento personal y social. Sin embargo, esta creencia pierde fuerza unos días después que la felicidad y el orgullo llena los corazones del recién graduado y su familia.


En el Quindío, por ejemplo, al obtenerse el título universitario se da inicio a un proceso de desencanto social en la búsqueda de ofertas laborales: primero porque dichas ofertas no existen, o no en la medida de las necesidades, porque empresas no tenemos; segundo, porque en las poquísimas ofertas laborales que hay piden amplia experiencia y los pagos son mínimos; tercero porque las fuentes de empleo fijas son la gobernación departamental y/o las alcaldías, y allí solo se accede si se cuenta con un padrino político, un amigo que esté en la mermelada, sino simplemente no existes y tus competencias y conocimientos no tienen mérito. En este caso, la falta de empresas, de innovación económica y el clientelismo estancan el futuro de los egresados quindianos.

Hay que sostener que las universidades venden ilusiones, títulos que nos ganamos con esfuerzo, dedicación, trasnochos, y méritos. Títulos donde la entrega de maestros y alumnos hacen posible soñar con una realidad que nace del conocimiento.

Frente a este horizonte desencantado, es preferible pensar que esto no es en vano, pues finalmente la educación, cuando es asumida con compromiso, permite a las personas tener una postura y un pensamiento diferente del mundo. 

Desafortunadamente, aquí, no ganan los universitarios, ni los profesores, tampoco las instituciones con deseos de ofrecer profesionales competentes. Nuestro contexto socioeconómico y político no da la medida para recibir la oferta de graduados, esta situación nos obliga a muchos a emigrar, arriesgar, lo que llaman comúnmente ¨salir de la zona de confort¨ me pregunto, ¿cuál confort?, si aquí no hay forma, no hay oportunidades.

Tener un trabajo en el departamento y en el dominio de lo que estudiamos es ya una proeza, un milagro, lo más triste es que existe respuesta a esta problemática de egresados y es la siguiente: En el Quindío no hay personas capacitadas para los cargos que se ofrecen, es por esto que nos toca traer los ávidos profesionales de otros lugares del país y del ¨mundo¨. Esta realidad duele.

Por último, un mensaje a dirigentes y líderes quindianos, señores y señoras a crear estrategias empresariales sostenibles, a ser leales con nuestra gente, en cualquier momento, casos se han visto, esta generación educada no regalará masivamente el voto por un apretón de manos y el golpecito amigable en la espalda. Exigimos un Quindío diferente.


Reflexiones al tema pensiones

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