‘Que se destruyan entre ellos mismos’

Periodicoelsatelite, marzo 3 de 2012

Desde que el gobierno anunció a principios de este año la intención de llevar al Congreso un nuevo proyecto de reforma pensional, la agitación sobre el tema no cesa en todo el país, impulsada por los pensionados bajo la premisa de que… “Si bien la pensión es el presente de algunos, también viene ser el futuro de todos”…

Nada tan cierto como esto último. Alrededor de los pensionados se ha mantenido un extraño silencio cómplice de todo el país, como si la pensión fuera un estigma de algunos viejos que se inventaron la fácil manera de vivir de los demás.

Esta falsa percepción, maliciosamente cebada por el gobierno y sus áulicos a manera de canibalismo generacional, hace que la lucha de los pensionados se libre en un terreno muy desigual, pues, los pocos que alcanzan una buena pensión no se sienten comprometidos en la defensa de su sostenibilidad como un derecho social, en tanto que los trabajadores activos no parecen ser conscientes de que también un día, como dice el poeta, levarán sus anclas para jamás volver.

Por tanto, el debate sobre las pensiones no debe centrarse –como parece ser- en torno a las fabulosas pensiones de algunos privilegiados, porque es allí donde el gobierno quiere llevar la discusión para distraer al enemigo, como en el arte de la guerra.

El sistema pensional no está herido de muerte por estas pensiones. El sistema mana sangre desde hace muchos años cuando al gobierno del presidente Lleras Restrepo le dio por echarle mano a los recursos del Instituto Colombiano de los Seguros Sociales (antiguo ICSS) y convertirlos en créditos industriales a través del antiguo IFI. Desde entonces, las pensiones que se alimentaban del aporte tripartito del gobierno, los empresarios y los trabajadores, quedaron chuecas. El Estado no volvió a aportar un peso, pero sí siguió dirigiendo el curso de la política pensional y disponiendo a su arbitrio del destino de sus recursos.

Hasta que un día el sector privado lo llamó a cuentas. Y como no tenía con qué pagar, lo que se dispuso fue repartirse la marrana: nacieron las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), y ahí nos ponemos a tono con el cuento.

No son ni los trabajadores de ayer como pensionados hoy; ni serán los trabajadores de hoy como pensionados del mañana, los que tengan porqué pagar los platos rotos de este saqueo pensional, primero del gobierno y ahora el sector privado, a través del sistema financiero.

¿Qué hay unos cuantos privilegiados con pensiones muy altas? Sí; ¿que la mayoría de pensionados no tiene más de dos salarios mínimo como asignación mensual? También. Pero la solución no pasa por recortarle a unos para aumentarle a otros, porque esto es lo que se llama nivelar por lo bajo, quedando unos descontentos y el resto insatisfechos.

La solución es que el Estado pague lo que debe; que las pensiones vuelvan a ser ese seguro de vejez en que se inspiraron y que, como tales, pasen a solucionar problemas de los trabajadores activos y pensionados, y no los déficit del Estado o, como hoy, la voracidad inagotable del sector financiero.

Si entendemos esto, entenderemos también el foco de la lucha que debemos dar, todos a una, “en estos momentos de efervescencia y calor”