POR: http://neopanfletario, Armenia, 30-10-13
Cuatrocientos multimillonarios gringos poseen la misma riqueza que los 160 millones de sus paisanos más pobres, en otras palabras, “el 1% más rico tiene más riqueza que la mitad de la población” (James Petras, Oct.24/13). Y en Colombia, el mismo Estado engorda a los más corruptos y ricos del país, el Presidente Santos le acaba de aumentar en 8 millones de pesos las primas a parlamentarios, ministros y magistrados, como quien dice, comprando las conciencias de la élite de los tres poderes. Y con el acostumbrado cinismo se ufana de estar reduciendo la desigualdad social. También dizque ha crecido el número de ricos en Colombia, pero los pobres siguen siendo el 90 ó 95%.
Este es el epicentro de la discordia. Para unos, es cuestión natural o voluntad divina, es justo que los más astutos, vivaces e inteligentes posean más riqueza que los sonsos, dormidos y brutos; para otros, nadie se hace millonario sin obtener plusvalía de sus trabajadores, sin engañar y robar a los demás. Unos más argumentan que cada individuo tiene una responsabilidad social y en consecuencia está obligado a trabajar y recibir de acuerdo con su producción, pero el Estado está en la obligación de fijar unos topes mínimos y máximos. Por ejemplo, el ingreso mínimo familiar tiene que ser suficiente para cubrir todos los gastos de una familia promedio de 4 ó 5 personas, pero el ingreso máximo familiar no debería superar al mínimo en más de 10 ó 15 veces.
Jamás una diferencia abismal de 50 veces, como sucede Colombia, donde un salario mínimo para una familia numerosa es de menos de $600.000,oo que no le alcanzan para alimentarse bien, para pagar arriendo, servicios, salud, educación, entretenimiento, para vivir dignamente. Mientras esto le sucede al 60% de los colombianos hay tragones, tipo Senador Corzo, a quienes no le alcanzaban 16 millones ni para tanquear su camioneta. Obviamente no puede medirse con el mismo rasero a todas las personas. Y debe entenderse que la menor o mayor productividad se ha generado en las oportunidades de los antepasados, en las riquezas heredadas, muchas veces sin justificación, en la magnitud y calidad y de la educación, en el azar, en fin, en la multitud de variables que determinaron nuestras vidas.
El nuevo contrato social que reclaman los pobres del planeta es uno que le garantice a cada persona el pleno desarrollo de sus capacidades individuales y el disfrute de todos sus derechos como ser humano. Por ahora, esto suena a utopía irrealizable que vienen agitando los humanistas de todos los tiempos, entre otros los socialistas utópicos del siglo XIX, que los soviéticos abandonaron y los chinos también; los cubanos la sostienen contra vientos, mareas, huracanes y bloqueos. Nos han impuesto las ideas hobbesianas y darwinistas, según las cuales la ley predominante en la sociedad humana es la de la selva. La burguesía enterró las ideas iluministas y racionalistas, apoyándose en la pseudociencia y en el desarrollismo, con el fin de imposibilitar la construcción de una sociedad igualitaria. Pero seguiremos buscando la felicidad humana.
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