La pelea por la cabeza de lista al Senado puso en evidencia intereses políticos y posiciones encontradas frente a la forma de hacer política.
Hasta hace pocos días, el Partido Liberal se proyectaba como el más importante aliado del presidente Juan Manuel Santos. Con libreta en mano, su director único, Simón Gaviria, afirmaba que tenían más de 70 candidatos con cerca de 50.000 votos y anticipaba que se convertirían en la fuerza mayoritaria del Congreso en las próximas elecciones. Pero en medio de esa aparente armonía empezaron a surgir las fisuras. El motivo: la elección de la cabeza de lista al Senado entre el exgobernador Horacio Serpa, el senador Juan Manuel Galán y la exfiscal Viviane Morales.
Gaviria trató de manejar con prudencia las diferencias, pero éstas fueron inocultables. Mientras Horacio Serpa aseguraba —en voz baja— que si no era cabeza de lista renunciaría a su aspiración, en la otra orilla Juan Manuel Galán se resistía a que la decisión fuera tomada por las “maquinarias”, proponía una encuesta y apelaba a las ideas de su padre, Luis Carlos Galán, quien fundó el Nuevo Liberalismo como consecuencia de lo que consideró en su momento la “cooptación política” de la colectividad.
Pero la acusación más seria tiene que ver con el presunto chantaje del que estaría siendo víctima Simón Gaviria. No es un secreto que al decidir no reelegirse en el Congreso, la idea de Gaviria es mantenerse en la dirección del liberalismo y en marzo, luego de las elecciones, posar en la foto como la persona que devolvió al Partido su protagonismo histórico, distinción que, creen algunos, le daría un pasaporte directo al Ejecutivo, posiblemente en algún ministerio, eso sí, dando al presidente Santos como reelegido.
Según conoció El Espectador, si la palabra no es chantaje, la presión sí es evidente. Las decisiones de la convención nacional que hará el Partido Liberal este fin de semana en Cartagena deben ser ratificadas por los asistentes, quienes en su mayoría representan los intereses de los parlamentarios. En ese escenario, Serpa parece invencible y la reelección de Gaviria en la presidencia de la colectividad estaría supeditada a su respaldo al dirigente santandereano como cabeza de lista. Vale recordar que hace unos días los parlamentarios habían tomado la decisión unánime de apoyar a Serpa en su aspiración.
Pero falta un protagonista que ha pasado inadvertido. Se trata del presidente del Senado, Juan Fernando Cristo, quien tampoco quiere ser reelegido en el Congreso y se ha movido hábilmente en el escenario político. Cristo es muy cercano a Serpa y ha sido uno de los promotores de su postulación como cabeza de lista. Prueba de eso es que hace pocos días se atrevió a anunciarlo sin contar con la venia de Gaviria, quien estatutariamente es el único que tiene esa potestad.
También es una realidad la cercanía entre el presidente de la fundación Buen Gobierno,Germán Vargas Lleras, y Cristo, a tal punto que el presidente del Senado acaba de ser nombrado miembro de dicha organización no gubernamental, sin tener el previo aval del Partido Liberal, que en varias ocasiones ha manifestado que no reconocerá a Vargas Lleras como interlocutor en la entrante campaña electoral, tanto a Congreso como a Presidencia.
Lo que resulta realmente complejo con esa alianza es la conocida rivalidad entre Vargas Lleras y el gavirismo, a tal punto que la reelección de Simón Gaviria puede estar en entredicho. No es casual —y así lo reconocen en el partido— que el expresidente Ernesto Samper, quien ya dijo que no asistirá a la convención, haya propuesto a Cristo como copresidente. Tampoco son casuales sus críticas por el manejo que ha dado “la casa Gaviria al Partido”, ni que Serpa esté tratando de inclinar la balanza, y mucho menos que Simón Gaviria prefiera no decir una palabra al respecto.
Lo cierto es que Gaviria venía manejando con tranquilidad el partido y un buen resultado electoral está casi asegurado, pero su reelección tiene algunos condicionamientos. Está latente la posibilidad de que Cristo le apunte a compartir la dirección, y que eso, junto con el apoyo a Serpa, la campaña en contra encabezada por Samper y la influencia que pueda tener Vargas Lleras, inclinen la balanza.
Una situación difícil de manejar que al parecer estaría por encima del histórico agosto de 1989, luego del asesinato de Luis Carlos Galán, cuando su hijo, Juan Manuel Galán, le entregó las banderas del partido a César Gaviria y de su mano el compromiso de hacer una política diferente. Hoy, Galán le plantea a Simón Gaviria que lo que pasa en el Partido es una “traición” en términos de democracia interna, que tiene de fondo un chantaje. Razón por la cual no asistirá a la convención, donde precisamente se decidirá la dirección de la colectividad y la cabeza de lista al Senad
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