Por: ALEJO VALLEJO B.
PASADO, NACIONALIDAD Y FUTURO
Los colombianos habitamos el país más rico del mundo y esa exuberancia nos tiene obnubilados, confundidos y subvalorados. No hemos aprendido a convivir con nuestro territorio y lo despreciamos.
Si el bambuco es la expresión de un país que cabalga al filo de las montañas andinas, también lo es guaracha al ritmo tropical del cha cha cha que donde quiere prende la fiesta y el pueblo animado entre trago y trago grita con toda pasión y bríos: “patria te quiero en mi silencio mudo”.
Pero la verdad nadie sabe a ciencia cierta cuáles son los iconos de esa patria desdibujada a lo largo de fronteras desconocidas e indómitas. Y ante esa ausencia y vacío los cantos y versos mezclados con arabescos de flores se encabritan por entre parajes y veredas en procura de identidades fugaces y arrinconadas.
De norte a sur, de oriente a occidente el país se desborda en ríos, páramos, desiertos, en caminos que todos conducen a una misma madriguera, el recóndito corazón de la nación extraviada que ha perdido la rosa de los vientos y navega a la deriva de fugaces pensamientos. La pobreza crónica nos toca a todos en medio de la riqueza desabrida. Nadie se salva.
Cinco millones de desplazados deambulan por el país buscando una covacha para vivir, generando el mayor drama humanitario de todos los tiempos en el país, acicate del caos y el desorden territoriales, hoguera de las ilusiones y los sueños macerados. Gran calamidad con cara infantil, dos millones y medio son menores de edad, una gran parte huérfanos. El ochenta por ciento son mujeres jefas de hogar, viudas. Viven en las periferias de las ciudades intermedias. Cuando pueden emigran a engrosar los cinturones de miseria en las grandes capitales.
Estudios sociológicos dan cuenta del abandono de los campos del país a causa de la violencia que de tiempo atrás se ha encarnizado sobre estos cinco millones de compatriotas. Zonas como el Urabá, los Montes de María, la zona bananera, el Catatumbo, el Magdalena Medio, el suroriente antioqueño, el norte de Caldas, el norte de Cundinamarca, el sur del Tolima. Caquetá, Putumayo, el piedemonte llanero, el centro del Chocó y el sur de la costa del Pacífico, son las zonas donde se concentra la expulsión de las familias desamparadas, tierras expuestas a una apropiación ipso facto por fuerzas paramilitares, guerrillas, y multinacionales promotoras de monocultivos a gran escala, ganadería extensiva y explotación minera. Este es el país portátil 2013, servido en bandeja de plata mediante tratados de libre comercio.
Biodiversidad y Supervivencia
Los colombianos desconocemos el país que habitamos, de donde surge la indiferencia y la apatía por la tierra que nos da la vida. Colombia ocupa el uno por ciento de la superficie habitable del planeta pero hace parte de los cinco países con mayor biodiversidad en el mundo. Su riqueza biólogica es de gigantes proporciones, alberga el 10 por ciento de las especies existentes sobre el globo terráqueo. Podríamos tener uno de los museos más hermosos e importantes del universo.
En Colombia confluyen cinco regiones biogeográficas, cada una muy diferente de las otras: los Andes, el mar Caribe, el océano Pacífico, la Amazonía y la Orinoquía. Tenemos hasta para repartir. Los Andes son ricos en suelos, rocas, climas, ríos, montañas y valles. El Pacífico es una reserva escondida con sus lluvias eternas y manglares ribereños. Sus minerales inagotables han sido sacados por años por las dragas de las transnacionales. El Caribe sigue siendo la antesala del turismo con sus playas de blancas arenas y corales de colores. La Amazonía convoca a los amantes de la naturaleza con sus lluvias interminables y selvas húmedas exuberantes. La Orinoquia es un canto a la libertad con sus sabanas infinitas en las llanuras orientales.
Cada región es un mosaico de ecosistemas con una sorprendente diversidad de especies. Ello es así por la abundancia de pisos térmicos, distribuidos desde el nivel del mar hasta las alturas de los picos glaciares. Una amplia escala de temperaturas, relieves y calidad de los suelos moldea permanentemente diferentes comunidades de plantas y animales propios de cada ecosistema.
Los seres humanos hemos poblado a la topa tolondra nuestros territorios produciendo cambios climáticos inesperados, fatales, en estos ecosistemas naturales. Los hemos dividido y transformado con nuestras actividades agrícolas y ganaderas, con explotación maderera y extractiva, con sobrepesca, con asentamientos humanos en sitios inapropiados. En dos décadas hemos perdido casi el 15 por ciento de los ecosistemas naturales andinos y hoy el 80 por ciento de la región está amenazada por erosión.
Colombia ocupa el primer lugar del mundo en aves con 1.865 especies; el segundo lugar en plantas con 41mil especies y en anfibios con 700 especies; ocupamos el tercer lugar en reptiles con 524 especies y el quinto lugar en mamíferos con 471 especies. Centenares de estas especies se encuentran amenazas en peligro de extinción. En el país existe el 15 por ciento de la totalidad de orquídeas del mundo, equivalente a 3.500 especies.
El día en que los colombianos comprendamos que la política es el arte del buen gobierno y no la ocasión fortuita de expropiar los recursos públicos, ese día empezaremos a cambiar ese horizonte común que nos implica y nos identifica como una de las naciones más sublimes del planeta.
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