lunes, 12 de agosto de 2019

¿Sobrevivirá la democracia?


Por: Francisco Leal Buitrago

La democracia liberal tiene variaciones en los países que la disfrutan, pero siempre se apoya en un equilibrio de poderes (pesos y contrapesos), que al menos son tres: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Luego de las dictaduras de la Guerra Fría en la región, las de ahora entonan su condición democrática pese a que el Ejecutivo controla con autoritarismos a los demás. El caso de Venezuela es emblemático y también lo es el de Nicaragua.
Populismos nacionalistas han penetrado en Latinoamérica, al unísono con los de otros continentes. Ha sido un retroceso de las integraciones entre países. La Unión Europea fue su paradigma, aunque abarcó muchos países debilitándose. En la región, con excepciones —como el Grupo Andino—, buscaron difundir ideologías autoritarias que terminaron en fracasos.
En este siglo, las comunicaciones digitales han crecido exponencialmente con redes apoyadas en plataformas. Aunque el planeta se interconectó a plenitud, su efecto en las democracias no ha sido el mejor, sumado a la expansión de relaciones capitalistas. Entre los efectos de debilitamiento democrático sobresalen la difusión de noticias falsas y la corrupción.
En este contexto, la democracia colombiana ha sufrido confrontaciones políticas. La herencia del gobierno caudillista de Uribe —inédito en el país— muestra el mismo objetivo de cercenar la democracia. Con un partido nuevo (CD), sin experiencia de gobierno y dificultades para articular intereses y estabilizarse en el poder, exhibe ambivalencias. Todo lo dirige el “presidente eterno”, ahora senador.
Duque, sin experiencia política y más de una década en el exterior, aterrizó en el Congreso importado por Uribe, quien luego lo designó como candidato presidencial. Su triunfo se logró gracias a errores de contendores y partidos en el manejo de una opinión pública polarizada por el uribismo, que comenzó con la supuesta llegada del castrochavismo si se lograba un acuerdo con las Farc y luego pasó a atizar odios en contra de la paz. Duque, con decisiones ambiguas derivadas de órdenes del “presidente eterno”, sugerencias de asesores y afán de complacer a muchos, ha mantenido mayor oposición que apoyo en la opinión pública. Sus ganas de estar en todas partes y ser noticia permanente lograron el mayor número de viajes frente a sus antecesores durante su primer año de gobierno.
El trasfondo de este fracaso político inicial reposa en un contexto estructural. Colombia es uno de los países más regionalizados y biodiversos del planeta, sumado a una gran distribución de acuíferos. La ausencia de vías de comunicación en subregiones hace parte de la inexistencia del Estado en la mitad del territorio. 

Sus consecuencias: fragilidad en la formación nacional, incapacidad estatal de monopolizar el uso de la fuerza y depredación de la naturaleza. Las violencias de grupos organizados y la marginalidad de gran parte de la población provocan desplazamientos y actividades ilícitas. Su tardía “modernización capitalista” se produjo durante la Violencia, con manejos políticos sin rumbo. Hoy se agregan el asesinato de líderes sociales, la errática dirección de la fuerza pública, la descomposición de los partidos y la incapacidad oficial de impedir desastres. Además, el futuro de la economía es incierto, en medio de problemas políticos en un mundo globalizado.
Pero hay una luz de esperanza en el horizonte: el descenso político —lento pero sostenido— de un caudillismo opacado por los cambios en una realidad que se le volvió inmanejable y un presidente saltimbanquis que despilfarró el capital político en su primer año de gobierno. Así se aseguraría la continuidad democrática.
* Miembro de La Paz Querida.


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