portafolio.co, JULIO 02 DE 2019
pOR: MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
Las tensas relaciones de Putin con la mayoría de los líderes europeos tiene mucho que ver con las crisis internas que viven las democracias liberales.
Así se refirió el presidente de Rusia Vladimir Putin
al ser cuestionado por el diario británico Financial Times hace algunos días y
añadió: “la idea liberal ha entrado en conflicto con los intereses de la
inmensa mayoría de la población”. Putin, temido y odiado por el mundo
occidental, tiene el coraje de poner el dedo en la llaga de la crisis democrática
actual. Y remata con esta frase que obliga a pensar la validez de una parte de
su posición: “Debe haber unas reglas humanas fundamentales y valores morales.
En este sentido, los valores tradicionales son más estables e importantes para
millones de personas que esta idea liberal que, en mi opinión, está dejando de
existir”.
No sobra aclarar que el liberalismo al que se refiere
el líder ruso no tiene nada que ver con Samper, Santos, Gaviria o Serpa. Eso
nunca ha sido liberalismo. Putin piensa en el deformado ideal liberal que ha
confundido tolerancia con impunidad, regulación de la economía con
burocratización corrupta, el respeto de las minorías con gobierno de las
minorías y todo el conjunto de nociones incorporadas en la inmensa bolsa de lo
“políticamente correcto”. Sin temor ni matices, Putin reconoce que el renacer
del populismo es derivado de la crisis de un modelo que se ha separado de los
valores fundamentales de la población que ya no quiere seguir aceptando que le
impongan visiones inspiradas en un acomodado moralismo civil.
Detrás del mensaje de Putin están una serie de elementos que no deberían pasar desapercibidos. Al igual que lo hace el premier chino Xi Jinping, estos líderes no reconocen la jefatura moral del mundo occidental ni están dispuestos a aceptar que la promoción de los ideales democráticos sean usados, por ciertos países, como fachada para proteger sus intereses económicos. Putin sostiene que la experiencia de Libia, Afganistán, Egipto o Siria demuestra que la anarquía es lo único que se obtiene cuando se imponen a la fuerza estructuras democráticas en sociedades que no tienen esa cultura. Creer que el ideal democrático es superior a cualquier forma de gobierno es algo que consideran ingenuo.
La reacción unísona de los líderes occidentales fue la de rechazar la visión del presidente ruso. Las tensas relaciones de Putin con la mayoría de los líderes europeos tiene mucho que ver con las crisis internas que viven las democracias liberales acosadas por problemas de migración, inseguridad, corrupción y pérdida de prestigio de sus sistemas políticos. El realismo político de la alianza diplomática sino-rusa choca con quienes hoy gobiernan países donde existe una clara fractura entre sus instituciones y una opinión pública preocupada por la incapacidad de las democracias de ofrecer transparencia, seguridad y solución a los problemas reales de la población como el desempleo, la sostenibilidad de las pensiones, impuestos razonables o servicios públicos eficientes.
Al sostener que el liberalismo está de capa caída, Putin confirma que tiene una visión muy diferente de la realidad ideológica del mundo actual. Su mensaje es directo y sin ambivalencias. No tiene las decoraciones retóricas que abundan en el lenguaje político de los líderes occidentales, que poco reflejan la realidad. El líder ruso puede parecer brutal y poco simpático para los estándares occidentales. Pero dice y hace lo que piensa.
Detrás del mensaje de Putin están una serie de elementos que no deberían pasar desapercibidos. Al igual que lo hace el premier chino Xi Jinping, estos líderes no reconocen la jefatura moral del mundo occidental ni están dispuestos a aceptar que la promoción de los ideales democráticos sean usados, por ciertos países, como fachada para proteger sus intereses económicos. Putin sostiene que la experiencia de Libia, Afganistán, Egipto o Siria demuestra que la anarquía es lo único que se obtiene cuando se imponen a la fuerza estructuras democráticas en sociedades que no tienen esa cultura. Creer que el ideal democrático es superior a cualquier forma de gobierno es algo que consideran ingenuo.
La reacción unísona de los líderes occidentales fue la de rechazar la visión del presidente ruso. Las tensas relaciones de Putin con la mayoría de los líderes europeos tiene mucho que ver con las crisis internas que viven las democracias liberales acosadas por problemas de migración, inseguridad, corrupción y pérdida de prestigio de sus sistemas políticos. El realismo político de la alianza diplomática sino-rusa choca con quienes hoy gobiernan países donde existe una clara fractura entre sus instituciones y una opinión pública preocupada por la incapacidad de las democracias de ofrecer transparencia, seguridad y solución a los problemas reales de la población como el desempleo, la sostenibilidad de las pensiones, impuestos razonables o servicios públicos eficientes.
Al sostener que el liberalismo está de capa caída, Putin confirma que tiene una visión muy diferente de la realidad ideológica del mundo actual. Su mensaje es directo y sin ambivalencias. No tiene las decoraciones retóricas que abundan en el lenguaje político de los líderes occidentales, que poco reflejan la realidad. El líder ruso puede parecer brutal y poco simpático para los estándares occidentales. Pero dice y hace lo que piensa.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@gmail.com
Reflexiones al tema pensiones
Twitter: @orregojj
No hay comentarios:
Publicar un comentario