domingo, 26 de abril de 2020

¡La pandemia de la corrupción!

www.cronicadelquindio.com/, ABR 26 2020

Por: Monseñor Carlos Arturo Quintero Gómez


Monseñor Carlos Arturo Quintero Gómez


La humanidad ha sido golpeada este año 2020 con el coronavirus y mientras tanto, la comunidad científica se apresta a la búsqueda para obtener la vacuna de esta pandemia que amenaza para quedarse un tiempo más prolongado. Pero, hay un pecado social, que ha tocado a las puertas de nuestra vida, adormeciendo el alma, destruyendo relaciones y afianzando la brecha entre ricos y pobres: la corrupción, tan antigua como la humanidad misma. 
Ya en tiempos de Jesús, después de su resurrección, los sumos sacerdotes, “dieron mucho dinero a los soldados para que dijeran: ‘los discípulos de Jesús vinieron de noche y se lo robaron mientras nosotros dormíamos” —Mt 28, 13—. 
Por su parte, Judas Iscariote, discípulo de Jesús, vendió su conciencia al mejor postor, por 30 monedas de plata. Cambió la lealtad por dinero, se dejó enceguecer por la codicia y la ambición y finalmente, no soportó el remordimiento y la culpa. Su ahorcamiento se produjo en medio de la desesperanza y la pérdida del sentido de la vida. Había dejado de respirar junto al Dios de la vida y prefirió la toxicidad del oxígeno de la corrupción.
La corrupción en el mundo ha pervertido muchos corazones, nos ha llevado a un verdadero confinamiento social, a un aislamiento obligatorio que deja a su paso, olor a muerte, escombros, podredumbre y que transgrede la ley. Los depredadores del erario sacrifican las vidas de sus familias, ponen en riesgo de contagio a sus más cercanos colaboradores con tal de ascender, pisotean los derechos humanos en la búsqueda de alcanzar sus sueños políticos, muy lejos de los nobles ideales de la justicia, la equidad y la paz. ¿Cómo se puede dormir tranquilo ante la infamia de los corruptos, el cinismo de los politiqueros de oficio y la insensatez de quienes se roban el dinero de los pobres, de los más desfavorecidos y son capaces de jugar con la salud, la inocencia de los niños, la debilidad de los ancianos y la buena voluntad de los ciudadanos que pagan impuestos?
La corrupción daña corazones, afea el rostro de los seres humanos y endurece el corazón. De ahí que la indiferencia y la insensibilidad sean primas hermanas de la corrupción. 
En tiempos de pandemia, la corrupción se ha disparado como un misil de largo alcance, cuyos daños colaterales son incalculables, con un radio de acción que tiene unos efectos devastadores. Podríamos preguntar: ¿La corrupción es parte de esta pandemia? O mejor, ¿la corrupción es una nueva pandemia? Me inclino a pensar en esta segunda idea, empezó por ser un mal que en muchas sociedades causó un impacto social devastador, pero poco a poco, los seres humanos aprendimos a vivir en medio de la corrupción, se volvió el pan de cada día, tocando las diversas esferas de nuestra vida.
Un virus, que se esparce por el mundo y es llamado ‘Corrupción-20’, no apareció este año. El problema de este virus es que se expande con rapidez y el contagio es desgarrador, pues se convierte en un arma letal. Infecta a las empresas, organizaciones, líderes, organismos internacionales, instituciones, agremiaciones, voluntariados, personas naturales, incluso a la misma Iglesia. Este virus se expande con rapidez, impregna la vida de los seres humanos: coimas debajo de la mesa, prebendas, comisiones, compra y venta de conciencias, etc.  
Es un virus, que se esparce por el aire y de persona a persona y, aunque existen miles de laboratorios en el mundo con experiencias de transparencia, urnas de cristal, veedurías, contralorías, procuradurías, la vacuna no ha sido fácil encontrarla, al contrario la ‘vacuna’ se convirtió en parte de la corrupción, pues si se trata de prebendas o de silencios pagados, qué mejor que una vacuna. La cura resultó más compleja que la enfermedad. Ahora habrá que buscar una vacuna para la vacuna. 
La corrupción ya es una pandemia, que se ha esparcido por los 5 continentes. A diferencia de la COVID-19, esta no produce tos, fiebre alta, dolor en los huesos, dolor en la garganta; los síntomas son: la mentira, juego de poderes, ansiedad, apatía, intriga, insensibilidad e indiferencia. Pero muy parecido a la COVID-19, porque es asintomático, aunque la persona se está destruyendo por dentro y está destruyendo a sus seres amados. 

Y mientras los corruptos siguen haciendo fiesta con los recursos que acrecientan su codicia, los pobres y la pobreza siguen creciendo a pasos agigantados, dejando entrever que esta pandemia de la corrupción solo puede ser superada, a partir de la renovación de unas estructuras de poder, que ayuden a recuperar la confianza en la institucionalidad y a superar los niveles de pobreza, en favor de la justicia social, la equidad y la paz.

Reflexiones al tema pensiones

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