miércoles, 5 de septiembre de 2018

Miopes

 
02 de septiembre 2018 ,
Paola Ochoa

Deberíamos aprender de las reformas anticorrupción que acaban de pasar en cinco países de la región.

Todos parecen coincidir en el mismo diagnóstico: que hay que combatir la corrupción, que hay que acabar con la ‘mermelada’, que hay que hacer cuentas públicas diáfanas, que hay que ponerle un tatequieto a la financiación mentirosa de campañas, y que hay que sacar la declaración de renta por debajo de las sábanas. 

Pero no estamos viendo lo más importante de toda esa maraña: que la plata no aparece ni de vainas. Que de los 50 millones de dólares de sobornos de Odebrecht no se ha recuperado ni un solo centavo. Que no se han buscado las cuentas en Panamá por donde se movió toda la plata de Prieto y Zambrano.

Tampoco hay ningún rastro de la plata de Fonade, uno de los tarros de ‘mermelada’ más apetecidos por los políticos colombianos. Nadie sabe en dónde pararon los 100.000 o 200.000 millones de pesos que se robaron en esos contratos. Contratos que ya no solo salpican al ‘Ñoño’ Elías, sino que ahora también se habla de los senadores Benedetti y Velasco.

Tampoco se ha encontrado ningún dinero de Reficar, una refinería que supuestamente vivió una corrupción que le costó al país más de 4.000 millones de dólares. Ni se ha encontrado un solo peso de los carteles de la hemolifilia, del sida y de los locos. Mucho menos de la robadera de las regalías en Córdoba, Huila o Putumayo. 

¿De qué sirve, entonces, saber tanto de corrupción si nadie pregunta por la plata? ¿Si nadie busca los dineros que se perdieron? ¿Si nadie va detrás de los recursos que allí se feriaron y repartieron? ¿Si nadie está siguiéndoles el rastro internacional de esos dineros?

Otra cosa muy diferente es lo que viene pasando en otros países de la región: Chile, Perú, Brasil, El Salvador y México. Cinco países que acaban de aprobar unas reformas anticorrupción muy importantes, en donde la búsqueda del dinero es la principal obsesión detrás de los cambios de legislación.

Empecemos por el caso mexicano: se aprobó toda una fiscalía especializada en corrupción, con énfasis en la recuperación de los dineros. También sacaron unas normas que les prohíbe a los funcionarios públicos aceptar invitaciones o regalos que sumen más de 100 dólares en todo el año. 

En el caso chileno, entendieron que la corrupción nacía en el nivel más pequeño: en lo municipal. Y por eso se metieron a cambiar las normas de uso del suelo, de entrega de subsidios, de concesiones de acueductos, de rellenos sanitarios y de pliegos de contratos de alumbrados públicos.

En el caso peruano, se declaró la muerte política y contractual a todos los involucrados en escándalos. Una muerte de por vida, para evitar que empresas y políticos se reencauchen a través de otras sociedades y con diferentes cargos. 

También es importante lo que acaba de pasar en El Salvador, donde sacaron una agencia de probidad que vigila todos los bienes materiales de los funcionarios públicos. Y acaban de meterle 10 años de cárcel al expresidente Antonio Saca, junto con una multa de 300 millones de dólares. Como el hombre no tiene la plata, muy pronto le subastarán todas las empresas y propiedades.

En el caso brasileño, se dieron cuenta de algo fundamental: que hacer públicas las declaraciones de renta no sirve absolutamente de nada. A menos que vengan acompañadas de una declaración patrimonial detallada, en donde se listen todos los activos desde la A hasta la Z: los relojes, los cuadros, las obras de arte, la dirección de las fincas, las cabezas de ganado.

Todos los corruptos en Colombia tienen una colección gigantesca en obras de arte que no queda registrada en la declaración de renta. Que le pregunten a Juan Carlos Ortiz de Interbolsa, cuya oficina era un museo de Obregones, Boteros, Caballeros y Jacanamijoyes.

Esta debería ser una oportunidad para que el país les exija a sus funcionarios una declaración patrimonial detallada. Para obligarlos a listar los bienes que usufructúan, aunque no aparezcan bajo su nombre y coordinadas: el yate, las mansiones, las fincas, las invitaciones a hoteles lujosos con trago y prostitutas.

Es una oportunidad de oro para copiar lo mejor de las reformas anticorrupción que acaban de pasar en Brasil, México, Chile, El Salvador y Perú. Muchas de ellas con muchos más dientes y más profundas que los siete puntos de nuestra consulta anticorrupción. Una consulta que era un símbolo mas no la solución.

PAOLA OCHOA
En twitter: @PaolaOchoaAmaya



Reflexiones al tema pensiones

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