lunes, 23 de junio de 2014

Los mitos y leyendas con los que se atenta contra el proceso de paz

ELTIEMPO.COM,  Por: TATIANA ESCÁRRAGA,  22 de junio de 2014 

El primer ciclo de los diálogos en La Habana comenzó oficialmente en noviembre del 2012.


Los diálogos de La Habana han generado rumores que han ido calando en parte de la sociedad.
“Lo que le va a ocurrir a Colombia es que se va a venezolanizar”. “En las escuelas les inocularán el virus del comunismo a los niños desde su más tierna infancia”. “El castro-chavismo desplegará todo su poderío hasta hacer del país una copia fiel de Cuba”. “Se eliminará la propiedad privada”. “El Ejército y la Policía estarán a las órdenes de las Farc”. “A los guerrilleros se los premiará con miles y miles de hectáreas a lo largo y ancho del territorio nacional”. Expresiones como estas sobre las negociaciones de paz en La Habana se oyen cada vez con más fuerza, y especialmente en las redes sociales.

No es un asunto baladí. Solo hay que asomarse a internet y darse una vuelta por los foros en los que se comentan las noticias sobre los diálogos en Cuba para entender cómo poco a poco estas consignas, a pesar de no tener ningún asidero en la realidad, van calando en el imaginario colectivo.

¿Cómo se ha gestado toda esta máquina de mentiras alrededor del proceso de paz? ¿Qué explica que algunos crean que de un momento a otro el presidente Santos se convirtió en un hombre de extrema izquierda? Y lo más importante: ¿Qué consecuencias podría generar este fenómeno, que ha venido en ascenso, de cara al día en que haya que refrendar los eventuales acuerdos de paz?

En términos sociológicos y antropológicos, los mitos, según explica Andrés Molano, analista y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, son narrativas que de una u otra forma tratan de explicar realidades nuevas y complejas que sacuden la lógica con la que ha funcionado una sociedad, como en efecto está ocurriendo en Colombia, donde se está negociando una salida política a un conflicto armado de más de 50 años con un grupo al que por décadas se ha calificado como terrorista.

En ese camino, el de los mitos, no es extraño, entonces, que surjan afirmaciones como que el recién reelegido presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, es en realidad un ‘castrochavista’, algo que, según Medófilo Medina, historiador y profesor emérito de la Universidad Nacional, autor de El rompecabezas de la paz, “no resiste el más mínimo examen”.

‘Creencias absurdas’

Medina ataca con vehemencia el convencimiento sobre una supuesta ‘trinidad’ santismo-castrismo-chavismo. “Ese mensaje no solo es absolutamente artificioso, sino que resulta ridículo. Es imposible pensar que Santos vaya a ser el impulsor de cambios con una orientación de extrema izquierda. Puede ser reformista, pero de ahí a asociarlo con el chavismo es una enorme fantasía”.

Y sobre el temor de que el denominado proyecto bolivariano cruce las fronteras y se instale en Colombia, dice: “No hay elementos para pensar en un plan de expansión de este modelo sociopolítico. Especialmente cuando Venezuela está inmersa en sus propias, y muy serias, contradicciones internas. Así que pensar que ese país representa una amenaza es absurdo”, explica Medina.

El propio Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno en la mesa de diálogos, ha tenido que salir al paso de múltiples rumores que advierten de un cambio en la estructura de las Fuerzas Armadas o de una limitación de sus funciones, algo que ni siquiera se ha hablado en La Habana, ni está previsto que se haga. Incluso, ha tenido que atajar versiones sobre supuestos límites a la propiedad privada.

Campaña de desprestigio

La difusión de mensajes como estos a través de las redes sociales o a pie de calle tiene, en opinión de varios analistas consultados por EL TIEMPO, un trasfondo mucho más complejo y en el cual se suman diversos factores. Entre ellos, el político.

“Es evidente que los mitos alrededor del proceso de paz tienen que ver con una campaña sucia que busca desacreditar los diálogos. Y ese desprestigio ha venido fundamentalmente desde las toldas uribistas”, afirma Carlo Nasi, profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

Durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez se produjo, en palabras de Fabio López de la Roche, investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional, historiador y analista de medios, una “uniformidad lingüística que, entre otras cosas, homogenizó el discurso, prohibió utilizar la expresión ‘conflicto armado’, la reemplazó por ‘amenaza terrorista’ y convirtió a las Farc en el enemigo público número uno de los colombianos”.

“Todo ello –continúa López, autor de Las ficciones del poder: patriotismo, medios de comunicación y reorientación afectiva de los colombianos bajo Uribe Vélez (2002-2010)– con la ‘ayuda’ de la guerrilla, cuyas prácticas de secuestro y extorsión, entre otras, contribuyeron a alimentar el discurso que se gestaba desde el uribismo”.

Por lo tanto, la imagen de las Farc pesa, y considerablemente, en la construcción de los mitos en torno del proceso de paz. Pero al mismo tiempo, es claro que el mensaje durante el mandato de Uribe caló tanto entre la sociedad colombiana que, para una parte importante de los ciudadanos –como demostraron las últimas elecciones–, es inaceptable que Santos se siente a hablar con una organización terrorista, así esto suponga prolongar indefinidamente la guerra.

“Las Farc son responsables de una parte de las dificultades que hay para legitimar y socializar los diálogos”, agrega el analista Andrés Molano. “Haber abusado del proceso de paz del Caguán y de la violencia, las deslegitimó y erosionó enormemente su credibilidad. A tal punto, que las Farc acaban de hacer dos treguas importantísimas, porque fue la primera vez en que hubo unas elecciones en condiciones de seguridad relativamente buenas; pero eso no le llegó a la gente. Y esto ocurrió, en mi opinión, porque en este país nadie les cree. Ni siquiera cuando hacen gestos políticos considerables. Ese es un desafío muy grande hoy, pero sobre todo en el futuro, si llega el momento de la refrendación de los acuerdos de paz por parte de la ciudadanía”.

Adicionalmente, el fracaso de las conversaciones del Caguán durante la época de Andrés Pastrana, entre 1998 y el 2002, se ha convertido en un peligroso antecedente para los diálogos de La Habana. La lectura que hizo la sociedad colombiana de aquel momento trascendental –dice Carlo Nasi– “fue que el Gobierno lo entregó todo y las Farc simplemente se aprovecharon y engañaron al país, lo que es verdad. Pero también hay que decir que el Gobierno manejó esa negociación con una torpeza monumental. Pastrana cometió una cantidad enorme de errores, lo que, sin duda, contribuyó al fracaso. Pero muchos no conocen esa parte de la historia y se aferran a la interpretación simplista de que con las Farc no se puede negociar nada, porque así como nos engañaron en el Caguán, lo volverán a hacer, sin tener en cuenta que Santos corrigió muchas de las equivocaciones de Pastrana y el contexto es otro”.

El exsenador Antonio Navarro Wolff, exmiembro de la guerrilla del M-19, opina, por su parte, que las Farc emiten un mensaje confuso que, a la postre, contribuye a que aumente la desconfianza frente a la posibilidad de un acuerdo. “Si de verdad van a dejar las armas, tendrían que estar pensando qué va a pasar con ellos cuando se desarmen y se enfrenten a estos niveles tan altos de impopularidad. Ya deberían estar tratando de mejorar su imagen a través de gestos políticos contundentes como un cese del fuego unilateral”, afirma Navarro.

El otro gran factor que pesa, y mucho, en el clima de confusión y desconfianza que rodea a los diálogos de La Habana es, y en eso coinciden los analistas, la “poca pedagogía” que ha hecho el Gobierno en torno al proceso. “Si estamos ante acuerdos sólidos y sostenibles hay que esforzarse en comunicarlos bien, para evitar que los rumores hagan daño”, sostiene Víctor G. Ricardo, ex alto comisionado para la Paz durante el periodo presidencial de Andrés Pastrana.

Los mitos sobre La Habana, dicen los expertos, se deben combatir a punta de pedagogía intensiva: una tarea en la que el Gobierno ya ha dado pasos, pero en la que se necesita mucho más.

“El mito del castrochavismo y de la entrega del país a las Farc solo se puede enfrentar y derrotar con discursos claros y liderados oportunamente por el Gobierno; porque si no lo hace, intervendrán otros actores que propagarán interpretaciones no objetivas, como está sucediendo. Se ha confundido la necesaria discreción a la que obligan este tipo de negociaciones con una especie de secretismo absoluto, que alimenta toda clase de leyendas”, concluye Andrés Molano.

Se trata, en definitiva, de fortalecer los mensajes para que la sociedad colombiana entienda la importancia de la reconciliación y el perdón, y de cerrar el capítulo de la guerra interna.

Asumir los retos de la paz no es tarea fácil. De hecho, son infinitamente más complejos que los de la guerra.
TATIANA ESCÁRRAGA
Editora de Redacción Domingo

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